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Colonia Dignidad: ¿Cómo todo esto fue posible? Opinión

Colonia Dignidad: ¿Cómo todo esto fue posible?

Evelyn Hevia Jordán
Por : Evelyn Hevia Jordán Doctoranda Freie Univeristät Berlin / investigadora Línea Dignidad y DDHH, Universidad Católica Silva Henríquez.
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La Colonia Dignidad confronta a Chile y Alemania con una deuda por no haberla detenido a tiempo y haber evitado que ocasionara tanto sufrimiento. Este año se cumplen 50 años del golpe de Estado en Chile. Los debates bilaterales y entre diferentes actores en torno a su pasado y al uso productivo, habitacional y turístico de la actual Villa Baviera se reavivan de cara al anuncio que hicieran recientemente el presidente Gabriel Boric y el canciller Olaf Scholz sobre la construcción de un futuro sitio de memoria en el lugar.


Era invierno de 1997 y siendo una adolescente veía por las noticias cómo dos jóvenes, de casi mi edad huían de un lugar cerca de Parral llamado Colonia Dignidad. Era una época dominada por el “no estoy ni ahí”, por un desinterés generalizado de los jóvenes en la política, por silencios en cuanto al pasado de todo tipo.  Yo misma, sentí curiosidad, seguí las noticias y escuché repetidas veces en mi entorno cómo las banalizaciones que aludían a un tal “tío Paul”, convertían en un chiste de mal gusto los abusos sexuales. ¡Era un Chile de otro siglo! Afortunadamente, no todo tiempo pasado fue mejor y hoy, como sociedad, podemos enfrentar con un poco más de altura de miras la comisión de abusos sexuales, tratar con, respeto a las víctimas y no caer en la caricatura que desdibuja las atrocidades cometidas por los victimarios y sus encubridores. O, al menos optimistamente, pienso que vamos con paso firme en camino hacia eso.

Antes que el escándalo de la fuga de estos jóvenes ese día de julio del 97 captara la atención mediática, ya se había comenzado a estrechar el margen de acción impune de Schäfer, y este, figuraba -una vez más- prófugo de la justicia. Desde mediados de 1996 un niño chileno de doce años y su madre, desafiaron todas las esferas del poder de este enclave y denunciaron el abuso sexual que este niño había sufrido de manera reiterada por parte de Schäfer. Esa madre, que formaba parte de los círculos de apoyo en la región a Dignidad y su hospital, sabía muy bien cómo los alemanes dominaban a vecinos y autoridades de Parral y sus alrededores, así que decidió viajar hasta Santiago para interponer la denuncia. Ahí se comenzó a gestar una cadena de actores comprometidos con la justicia: un niño, su madre, un abogado, Hernán Fernández, y un policía, don Luis Henríquez, quienes comenzaron a estrechar el cerco del pederasta y sus encubridores. Esta vez, ni los mejores abogados que desde los sesenta tuvo esta Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad lograron dar vuelta los papeles, convirtiendo -como lo habían hecho tantas veces- a las víctimas en acusados, pues a esta cadena, se había unido un juez que no se dejó corromper ni amedrentar. Sin embargo, desde entonces, tuvieron que pasar muchos años para que Paul Schäfer Schneider fuera capturado por la Interpol en Argentina (2005) y su captura volviera a concitar la atención de toda la prensa.

Más allá del escándalo mediático que durante más de medio siglo ha cruzado la historia de este enclave y que en los últimos años ha concitado un renovado interés en la revisión de su historia con variadas producciones audiovisuales y narrativas, todavía la caricatura sensacionalista construida en torno ella opera como fachada de las estructuras con las que este enclave funcionó, las redes de cooperación con las que contó en las distintas esferas sociales y políticas tanto en Chile como Alemania y otros países, la situación pretérita y actual de las víctimas, las actuaciones de los victimarios, cómplices y el rol que ambos estados, el chileno y el alemán, han desempeñado hasta el presente, siguen siendo una deuda pendiente. Aquí tenemos un enorme desafío, que compete no solo a la actuación de la justicia y otras instituciones estatales en materia de verdad, justicia, reparación y memoria, sino que, nos compete a la sociedad en su conjunto.

¡¿Cómo fue posible?!

En mis investigaciones sobre los procesos de construcción de memorias en torno a la dictadura cívico militar chilena, pude encontrar en reiteradas ocasiones la referencia a la Colonia Dignidad como un actor clave en la cadena represiva que operó en esos más de mil recintos secretos de secuestro, tortura y exterminio que se extendieron en todo Chile. La Colonia Dignidad, y otros inmuebles de esta, como la casa de la Brigada Sur de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) en Parral y la casa Campo de Deportes en Santiago, eran una referencia de esta conexión, no sólo de oídas en los testimonios, sino que la conexión CD-DINA está ampliamente documentada e incluso inscrita como parte del relato oficial en los Informes de la Comisión Rettig (1991) y Valech (2004). Eso, para mí, hacía más incomprensible que hacia mediados de los 90s dos jóvenes, uno chileno y otro alemán, tuvieran que huir de un lugar, donde se sabía de manera pública que se habían cometido violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Más inaudito resultaba pensar que ahí, en la Colonia Dignidad, se seguía practicando una actividad “benefactora”, a pesar de las medidas institucionales de Aylwin tendientes a cerrarles el margen de acción con la cancelación de la personalidad jurídica a la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad en 1991.

¡¿Cómo fue posible?! es una expresión que no termina de escapárseme cada vez, que, durante mi trabajo de revisión de fuentes de archivos relativas a la historia del hospital de Colonia Dignidad y me encuentro con evidencias contundentes en la documentación guardada en los archivos sobre los crímenes cometidos por Schäfer y su círculo de confianza, muchos de las cuales fueron amparados tras un marco de legalidad burocrática. ¿¡Cómo fue posible que un alemán ya perseguido por abusos sexuales contra niños en Alemania en la década de los cincuenta lograra fundar en los sesenta, en el sur de Chile, su “paraíso pederasta” disfrazado de sociedad benefactora y que contara con sendas recomendaciones de autoridades chilenas de la época!? ¡¿Cómo fue posible que -casi cuatro décadas más tarde- niños chilenos fueran abusados sexualmente habiendo sido públicas las denuncias de las víctimas desde los primeros años, ante las cuales siguieron procesos judiciales, comisiones investigadoras parlamentarias en Chile y Alemania?!  ¡¿Cómo?! Algunas posibles respuestas en el curso de mi investigación sobre el hospital nos hablan de la germanofilia chilena; del centralismo y la incapacidad del Estado para atender las necesidades sanitarias y educativas de sectores rurales; de cadenas de amistad, complicidad y corrupción en diferentes niveles sociales y políticos; de asimetrías de poder coloniales y latifundistas en zonas campesinas que normalizan el abuso; de prácticas de dominio físico, de conciencia y sexual que se esconden tras estructuras institucionales sectarias y religiosas, entre otras explicaciones tentativas de esta larga historia de abusos, negligencias, complicidades, que hay que seguir examinando, pues no solo nos hablan de esta Colonia, sino también nos interrogan respecto a cuántas de estas cuestiones son anteojeras que han operado en otros casos o nos persiguen todavía en el presente.

La Colonia Dignidad confronta a Chile y Alemania con una deuda por no haberla detenido a tiempo y haber evitado que ocasionara tanto sufrimiento. Este año se cumplen 50 años del golpe de Estado en Chile. Los debates bilaterales y entre diferentes actores en torno a su pasado y al uso productivo, habitacional y turístico de la actual Villa Baviera se reavivan de cara al anuncio que hicieran recientemente el presidente Gabriel Boric y el canciller Olaf Scholz sobre la construcción de un futuro sitio de memoria en el lugar.

La relación del enclave alemán con civiles que la siguieron defendiendo -hasta cuando era imposible negar sus crímenes- nos sigue persiguiendo, no sólo con el nombramiento de Hernán Larraín (ex ministro de Justicia y DDHH) como experto para el proceso constitucional actual, sino también, con la entrega del Premio Nacional de Medicina hace un par de años al médico psiquiatra Otto Dörr. Las víctimas chilenas y alemanas del enclave, así como las víctimas de la alianza en la represión política durante la dictadura nos reclaman su derecho a la verdad, a la justicia, a la memoria y a la reparación, así como también un amplio compromiso como sociedad con sus demandas. Ojalá que en cincuenta años más, cuando otras generaciones revisen las fuentes y re-escriban esta historia, no se sigan preguntando: ¿¡cómo todo esto fue posible?!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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