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Derrocar el capitalismo Opinión BBC

Derrocar el capitalismo

Resulta presuntuoso de parte de estos columnistas el querer explicarle a alguien lo que quiso decir, más aún tratándose de una persona de la preparación intelectual del Presidente, único atributo que a estas alturas la derecha parece concederle, pero mucho más graves aún son algunos de los epítetos ocupados para remarcar al Mandatario su “error”, por ejemplo, que “es como un niño de octavo básico” (fue el edadista comentario de Sebastián Edwards).


En el marco de su gira por Europa, el Presidente Gabriel Boric afirmó, en entrevista con la BBC, que parte de él aspiraba a derrocar el capitalismo, además de manifestar la convicción de que este sistema no era el mejor para solucionar algunos de los problemas que aquejaban a la sociedad.

Los dichos generaron gran revuelo en la opinión pública nacional, marcando la agenda de destacados columnistas como Daniel Matamala, Cristóbal Bellolio, Alfredo Joignant, Francisco Covarrubias, Pablo Paniagua y Sebastián Edwards (sí, todos hombres).

A riesgo de caer en el reduccionismo, la estructura argumentativa de dichos autores sigue una lógica común, que luego será analizada en cada uno de sus puntos y que se ordena de la siguiente manera:

  1. El Presidente confunde capitalismo con su vertiente más extrema, el neoliberalismo.
  2. El Presidente no aclara con qué sistema lo reemplazaría, pues no hay otro viable.
  3. Los países que representan parte del ideario del Presidente y su proyecto son, justamente, capitalistas.
  4. Los sistemas capitalistas son los únicos capaces de crear la riqueza para abordar los problemas sociales.
  5. Lo necesario es un Estado que regule el capitalismo y redistribuya su riqueza (este, no compartido por todos los autores).

Respecto del primer punto, resulta presuntuoso de parte de estos columnistas el querer explicarle a alguien lo que quiso decir, más aún tratándose de una persona de la preparación intelectual del Presidente, único atributo que a estas alturas la derecha parece concederle, pero mucho más graves aún son algunos de los epítetos ocupados para remarcar al Mandatario su “error”, por ejemplo, que “es como un niño de octavo básico” (fue el edadista comentario de Sebastián Edwards). “Infantilismo” fue, en la misma línea, el calificativo elegido por Covarrubias. A juicio de Paniagua, el Presidente “muestra no solo una falta de claridad conceptual al no entender lo que es el capitalismo, sino que además una falta de conocimiento económico e histórico”; todas aseveraciones que poco ayudan a la construcción del punto.

Quizás la más meritoria de las críticas es que la frase del Presidente no ofrece una visión a futuro ni un proyecto mediante el cual lograrlo. Efectivamente, y como reconoce el propio Mandatario y la gran mayoría de la izquierda chilena, los modelos alternativos han fracasado en la práctica, con nefastas consecuencias para sus habitantes. Sin embargo, existen numerosas corrientes académicas y movimientos de base que. con más o menos éxito, se dedican justamente a idear alternativas. En un contexto histórico, parece prematuro zanjar una discusión a favor de un sistema en permanente crisis y que resultaba difícil de imaginar hace tan solo 250 años.

Efectivamente, los países escandinavos, además de Canadá y Nueva Zelandia, por nombrar algunos ejemplos, son referentes a mirar por parte de los proyectos de la izquierda, pues son países cuyos estados dan garantías de derechos sociales, porque tienen mejores estándares de vida y son más igualitarios, pero hay dos elementos importantes a tener en cuenta: el primero de ellos es que, por ejemplo, en materia de igualdad, es el actuar correctivo del Estado el que garantiza esos estándares. Se sigue de ello que su estructura capitalista es, a lo más, un mejor peor. Por otra parte, y adelantando el más profundo de los argumentos para secundar las palabras del Presidente, no todos estos países tienen una conducta ambiental ejemplar.

Los puntos 4 y 5 pueden ser abordados en conjunto. Si bien se pueden reconocer múltiples variantes del capitalismo, las promesas de bienestar de todas ellas descansan en un crecimiento continuo e inagotable. De acuerdo con los columnistas citados, el capitalismo genera la riqueza y el Estado (en algunos autores) la justicia. Sin embargo, ninguno de ellos parece incluir dentro de sus criterios de justicia el de justicia intergeneracional. Se reconoce así una responsabilidad para con el coetáneo, mas no para con las personas del futuro. O eso, o se niega la evidencia científica que postula que la producción actual se está llevando a cabo a expensas del futuro, incluso de nuestra existencia.

Algunos de los columnistas invitan a la responsabilidad, pero su argumento descansa en aceptar que un planeta con recursos finitos y una capacidad limitada de absorber impactos puede sostener una producción ilimitada. Pese a que trabajos como el de Piketty apuntan a que el capital se apropia cada vez más de la renta, en desmedro del trabajo, los columnistas dan esta discusión por superada o, a lo sumo, endilgan en el Estado la responsabilidad de corregirlo. A diferencia de la complejidad de esta discusión, existe una constatación indesmentible: parte de la “creación” de riqueza capitalista es en verdad apropiación de la naturaleza.

La discusión acerca de qué sistema es el que mejor resuelve nuestros problemas puede tener muchas posturas y perspectivas, pero lo que no resulta admisible es que, al año 2023, no se considere la crisis ambiental como uno de los problemas a resolver.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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