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La formación de los carabineros y la necesidad de modernizar la institución Opinión Francisco Paredes/Agencia Uno

La formación de los carabineros y la necesidad de modernizar la institución

Patricio Levenzon
Por : Patricio Levenzon Perito investigador de incendios, graduado en la Academia de Policía del Estado de Luisiana (EEUU) en investigación posexplosión.
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Mantener el status quo con modificaciones cosméticas y no llevar adelante un plan de verdadera modernización en nuestros Carabineros puede redundar en el socavamiento institucional, cuyos primeros síntomas son la pérdida de eficacia de la función policial, la necesidad permanente de allegar más recursos y, lo que es aún más grave, la corrupción en todos los estamentos de la organización.


Me desempeñé como profesor institucional de Carabineros de Chile por un lapso de 13 años y, en el marco de lo anterior, considero oportuno compartir algunos puntos de vista relativos a las mejoras de nuestras policías que los expertos en la materia deberían considerar.

En nuestro país la formación de un oficial de Orden y Seguridad considera un plan de estudios de ocho semestres académicos.  Como veremos en los antecedentes que se exponen más adelante, es dable concluir que esta situación (un programa que dura cuatro años) persigue asimilar la formación de los  oficiales a la obtención de un grado académico, además de la acreditación de la propia escuela al mismo nivel de las escuelas matrices de  las fuerzas armadas.

Sin embargo, la experiencia comparada muestra que en las academias de Policía en USA, en promedio, aplican programas de formación de 21 semanas (más o menos seis meses). En el Reino Unido en tanto, son 18 a 22 semanas. A su vez, la Academia del FBI en Quántico (Virginia) cuenta con un programa de formación básico del cual se egresa como “agente especial”, luego de un programa que dura 20 semanas.

En Estados Unidos, las academias de policía aplican un programa de formación focalizado en la formación policial, que incluye aspectos legales y normativos, armas de fuego, tácticas defensivas, capacitación de conductores, investigación de accidentes de tránsito, redacción de informes y aptitud física. Los cursos se llevan a cabo principalmente durante el día, de lunes a viernes, y se requiere el 100 % de asistencia  (existen también algunas con régimen de internado).

En Japón, en tanto, como ocurre en varios países, el periodo de entrenamiento para graduados universitarios es de solo seis meses. No obstante, los graduados de secundaria o con un año de currículo universitario deben cursar 10 meses en la academia.

Otros ejemplos de la duración de los programas formación policial que podemos citar son: Francia, 10 meses; India, 11 meses; Bélgica, 12 meses; Suiza (Zúrich), 24 meses, y Australia, 24 meses más otros 12 meses de trabajo operativo.

La pregunta que debemos hacernos entonces, es si es sostenible logística y económicamente una fuerza policial bajo la estructura y formación militar como la de la actualidad, tema que para la institución es justificadamente sensible, tanto desde el punto de vista histórico como doctrinario.

No obstante, los datos no se pueden obviar. El contingente de efectivos de Carabineros en Chile es de aproximadamente 55 mil funcionarios. De acuerdo con cifras de la ONU el estándar mínimo es de 1.8 policías por cada mil habitantes. Considerando el número de habitantes (19 millones) en nuestro país, el número de carabineros es de 2.5 por cada mil habitantes (sin considerar a los funcionarios de la Policía de Investigaciones), siendo el promedio internacional 2.8.

Pareciera ser entonces que el problema de la eficacia policial no es cuantitativo, sino cualitativo, y reside básicamente en la distribución eficiente de los recursos existentes, situación a la cual no contribuye la condición de Policía Militarizada, con la burocracia y boato que le son propios.  La ciudad de Nueva York, por ejemplo, cuenta con un gran contingente, de cerca de 33 mil policías, los cuales no son administrados por un alto mando y cuya organización es esencialmente civil.

Por cierto, la refundación de Carabineros, planteada en la rechazada reforma constitucional, fue una expresión afiebrada y dogmática, cuya única intención era debilitar y atacar los cimientos de la institución. No obstante, mantener el status quo con modificaciones cosméticas y no llevar adelante un plan de verdadera modernización en nuestros Carabineros puede redundar en el socavamiento institucional, cuyos primeros síntomas son la pérdida de eficacia de la función policial, la necesidad permanente de allegar más recursos y, lo que es aún más grave, la corrupción en todos los estamentos de la organización, respecto de lo cual es necesario recordar que en el denominado mega fraude (el mayor robo de recursos fiscales en la historia de Chile), los principales cabecillas fueron miembros del alto mando, implicando incluso a exgenerales directores.

Este doloroso ejemplo es una muestra clara de que la organización jerárquica militar y verticalidad del mando no solo no garantiza una mayor transparencia y eficacia en el manejo de los recursos fiscales, sino más bien facilita la proliferación de grupos coordinados para cometer delitos, al interior de la institución.

Nada puede garantizar que en las distintas instituciones de la república se produzcan hechos de corrupción y delitos, pero es claro que la envergadura de lo ocurrido en Carabineros hace necesario que nos cuestionemos si la actual estructura de funcionamiento y doctrina de formación de nuestros carabineros está a la altura del desafío.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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