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Defensa Nacional: del dicho al hecho Opinión

Defensa Nacional: del dicho al hecho

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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No basta con hacer llamados a la paz mundial, hay que contribuir. No basta con alabar la presencia de las FF.AA. en las emergencias, hay que llamarlas a tiempo y darles las atribuciones que la ley establece. No bastan las “políticas comunicacionales”, menos las de pura imagen y mínima expresión de contenidos. Recuperar una Defensa para todos los chilenos y en la que concordemos todos los chilenos, más allá de agendas partidarias o personales, es indispensable.


Septiembre es un mes que marca nuestra historia. Empezando por nuestro nacimiento como nación independiente y, en la historia reciente, por el hecho que más nos divide. Dos extremos, o la Patria es de Todos, o septiembre nos recuerda la polarización y el intento de excluir a buena parte de los chilenos.

Septiembre también pone en la agenda nacional a la Defensa Nacional. A más de un año y medio del despliegue de la actual administración, es posible realizar un balance preliminar del quehacer en esta vital materia del Estado: la Defensa Nacional.

La Defensa: nacional y permanente

Al respecto siempre es útil reiterar que la Defensa es un área por esencia nacional, estatal. La Política de Defensa, para ser exitosa, debe ser capaz de movilizar a la plenitud del potencial nacional. Por ello es preciso señalar que la Defensa es una tarea de todo gobierno, pero no es una atribución de un gobierno en particular. Toda autoridad de esta importante área no está al servicio de una propuesta partidaria o ideológica: su misión es ser autoridad de todo Chile, porque la Defensa protege a toda la Nación.

Por lo mismo, la Política de Defensa no varía mucho de gobierno a gobierno, porque persigue objetivos estatales, de largo plazo. No es, por tanto, un lugar para innovar recurrentemente, sí para extraer lecciones aprendidas. Porque los riesgos y desafíos en este ámbito están en constante transformación, empezando por los cambiantes entornos de seguridad y defensa tanto global como regional, por las innovaciones científico-técnicas y, obviamente, por los cambios societales.

Pueden cambiar esos entornos, pero no el objetivo nacional de protección de nuestros intereses, de nuestra población y de nuestro territorio.

Además de no perder nunca de vista los objetivos permanentes, es indispensable precisar las misiones que se le encargan a la Defensa Nacional, en especial, a las Fuerzas Armadas (FF.AA.). Nuestro ordenamiento legal y constitucional fija la misión de Defensa, de apoyo a la población en casos de emergencia, y nuestra cooperación a la estabilidad internacional mediante las llamadas Operaciones de Paz, amén de la permanente contribución a las tareas de apoyo al desarrollo nacional. Esas son las misiones fundamentales de las FF.AA., para eso se entrenan, se equipan y se preparan en planificadas operaciones que, año a año, van dando paso al despliegue de su profesionalismo, alejado ya de todo vínculo con la contingencia.

En los años precedentes, Chile modernizó a lo largo de varias administraciones todo su dispositivo de Defensa, hasta alcanzar uno de los mejores niveles de toda nuestra historia, sin exageraciones. Así se planificó y, tras muchos años de esfuerzo continuo, permitió tener unas FF.AA. capaces de interoperar a nivel OTAN. Para decirlo en sencillo, hoy, en las tres ramas de la Defensa podemos participar sin problemas en operaciones combinadas del más alto nivel operacional a escala global. También logramos los mayores niveles de profesionalización de nuestro personal.

Obviamente, eso implicó grandes cambios, desde la malla curricular hasta la estructura de nuestras brigadas y nuestras flotas oceánica y aérea. Un estrecho trabajo de autoridades civiles y militares durante varias administraciones es el responsable de esos logros.

Qué decir en el ámbito del apoyo a la población en casos de emergencia, soy testigo del clamor de ciudadanos que en los últimos 20 años, ante terremotos, tsunamis, incendios, inundaciones, se expresaba en una sola demanda ante las autoridades: “Traigan a los milicos”. La población ya tiene asumido que, ante cualquier desastre, la presencia oportuna de las FF.AA. les provee apoyo y seguridad. El problema a veces es más político que militar, porque el despliegue de las Fuerzas Armadas solo se puede realizar por orden de las autoridades políticas.

En el ámbito de las operaciones de paz, los momentos de gloria los desarrollamos principalmente en Haití, contribuyendo a la estabilidad de esa nación en ese periodo, pero también sirvió para desplegar la misión de ultramar más importante de nuestras Fuerzas Armadas desde la Guerra del Pacífico. Más de 12.000 efectivos pasaron por Minustah y, gracias a ello, tuvieron un entrenamiento en tiempo real de grandes enseñanzas.

De todas estas misiones, ¿qué tenemos hoy?

Empecemos por el final, las operaciones de paz. Hoy, Chile participa en misiones –entre otras– en Los Balcanes, en Chipre y en Colombia. Amén de algunos observadores. ¿Saben con cuántos efectivos? Con 22. Tal como se lee. Si los juntáramos, no alcanzarían ni para una sección. Menos del 0,01% de nuestros efectivos. Sin embargo, en los discursos de las autoridades no se deja de mencionar el gran aporte y preocupación de Chile por la paz mundial (sic). En algunas presentaciones internacionales, las autoridades se limitan a destacar que en estas menos de dos docenas participan muchas mujeres.

Nuevas tareas: urgente aumentar conscripción

En cuanto al apoyo en desastres, hay una constante: la mantención del tradicional apoyo a la población civil, pero con un par de variantes. En las últimas emergencias, tanto los medios como sectores de la comunidad, y en especial de parte de las autoridades municipales de las zonas afectadas, se ha señalado que, si bien se valora el esfuerzo, entraña un gusto a poco. Y más allá de las cifras, esto pareciera tener un asidero que es perfectamente explicable en una vertiente: hoy tenemos FF.AA. más reducidas en personal.

Eso es muy cierto y tiene dos explicaciones: hoy en día tenemos unas Fuerzas Armadas más tecnologizadas, más potentes y profesionales. Pero con menos masa. Eso es cierto, ya no tenemos grandes buques que desplazan miles de toneladas, consumen mucho petróleo y emplean centenares de tripulantes. Hoy tenemos modernas fragatas, que gastan poco y emplean menos de la mitad de los antiguos destructores, pero que son mucho más veloces, equipadas con material moderno y tripuladas por oficiales y gente de mar experta. No es casual, así se planificó y así lo logramos. Eso, podemos decir, es una consecuencia de lo planificado.

Pero otra variante es la disminución progresiva de la conscripción, pocos miles cada año. ¿Por qué? A priori debiéramos decir que porque en este punto persiste el clasismo. El servicio militar, siendo una carga pública para todos los varones al cumplir los 18 años, en la práctica recae en jóvenes, o muy vocacionales o muy pobres. Urge hacer una revisión a la Ley del Servicio Militar, urge mejorar los incentivos económicos, educacionales y laborales para incentivar la conscripción.

Hay menos uniformados hoy en día, pero además por temas de contingencia a estas FF.AA. tecnologizadas y más modernas se les agregan cada vez nuevas misiones, algunas de difusa consigna. Desde hace más de un año tenemos en La Araucanía un Estado de Excepción que, hasta la fecha, carece de una definición precisa respecto a cuál es el objetivo final deseado que fija la autoridad política. Y en el norte tenemos un despliegue en torno a una difusa definición de “Ley de Infraestructura Crítica”. Sin temor a equivocarme, asumo que ambas misiones, tanto en la macrozona sur como en la norte, persistirán hasta el final de la actual administración.

Este es, quizás, uno de los temas más candentes del presente de las Fuerzas Armadas: ¿bajo qué circunstancias deben participar en tareas policiales? ¿Cuál es la línea de mando que las rige en estas excepcionales tareas? (en realidad, de excepcionales les queda poco). Por cierto, al asumir disciplinadamente estas misiones que les fija el poder político, las FF.AA. dejan de efectuar su misión principal, que es la permanente preparación de la Defensa Nacional.

Y al respecto, la permanente actualización de nuestros documentos básicos, en este caso la revisión de la Política de Defensa y su documentación accesoria, a la fecha no da muestras de vida. Esa es una de las tareas más importantes, donde se debe expresar a plenitud el liderazgo civil de la Defensa. Porque cuando un país se defiende, se defiende con todo, no solo con sus FF.AA., por eso la conducción de la Defensa es una de las tareas de la más alta responsabilidad de la autoridad política.

Por eso quienes ocupen la conducción civil de la Defensa deben tener, en primer lugar, meridianamente claro que se trata de una tarea nacional, estatal, suprapartidaria, que requiere de la mayor preparación y subordinación de todo otro tipo de intereses.

La tríada de la gestión exitosa: política, técnica y comunicación

En ese plano llama la atención la política comunicacional ministerial, que pareciera navegar con “silencio radial”, materializándose preferentemente por imágenes o por redes sociales. Eso es necesario, pero una tarea como la Defensa demanda una permanente y proactiva gestión destinada, por ejemplo, a mejorar las condiciones para el servicio militar, a trabajar junto a nuestra Cancillería para incrementar nuestra participación en las operaciones de paz, a precisar con rigurosidad el nivel de empleo y las condiciones del personal en tareas de los llamados “Estados de Excepción”, hasta ahora prácticamente dejado a la interpretación de otro ministerio, el de la seguridad interior.

No basta con hacer llamados a la paz mundial, hay que contribuir. No basta con alabar la presencia de las FF.AA. en las emergencias, hay que llamarlas a tiempo y darles las atribuciones que la ley establece. No bastan las “políticas comunicacionales”, menos las de pura imagen y mínima expresión de contenidos. Recuperar una Defensa para todos los chilenos y en la que concordemos todos los chilenos, más allá de agendas partidarias o personales, es indispensable.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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