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Chile y su deuda pendiente en regular el uso pacífico y militar de las tecnologías Opinión

Chile y su deuda pendiente en regular el uso pacífico y militar de las tecnologías

Constanza Sigala
Por : Constanza Sigala Directora de Negocios Centro Basal Ciencia y Vida, Universidad San Sebastián.
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El control de la doble utilización de estas herramientas de frontera implica disponer de un conjunto de medidas y regulaciones destinadas a gestionar la transferencia, desarrollo y aplicación de las mismas. En el liderazgo de este tema se encuentran las grandes potencias.


El concepto de uso dual o doble de las tecnologías probablemente no tenga un lugar destacado en la percepción de las y los ciudadanos –como otros de mayor atractivo semántico en el campo de la investigación y desarrollo–, pero lo cierto es que a lo largo de la historia se encuentran ejemplos de enorme relevancia e interés.

Y es que las tecnologías con este potencial han marcado de forma decisiva el devenir de nuestra civilización. Qué mejor caso de análisis al respecto que los devastadores conflictos bélicos de la primera mitad del siglo XX, con la bomba atómica y la carrera científica que estuvo detrás de su invención como corolario épico del proceso.

Una tecnología con uso dual es aquella que puede ser utilizada para fines pacíficos y comerciales, así como también para propósitos militares. La inteligencia artificial, la nanotecnología o la biotecnología, por mencionar algunas referencias de interés actual, pueden tener aplicaciones civiles y también en asuntos bélicos.

Las dos caras de esta moneda implican enormes desafíos éticos, de seguridad y de control de exportaciones para los países. Desafíos a los que, por cierto, Chile no puede estar ajeno.

El control de la doble utilización de estas herramientas de frontera implica disponer de un conjunto de medidas y regulaciones destinadas a gestionar la transferencia, desarrollo y aplicación de las mismas. En el liderazgo de este tema se encuentran las grandes potencias –Estados Unidos, China, Rusia o la Unión Europea– e Israel.

Esto explica que muchos de estos países dispongan de regulaciones ad hoc para normar, por ejemplo, la exportación de tecnología sensible. Las principales economías vigilan estas transferencias a través de listas de control y usos de licencias de exportación en controles de comercio estratégico. También existen acuerdos internacionales, entre ellos el de Wassenaar, para controlar la exportación de armas convencionales, equipos y tecnologías de uso dual.

Chile, por el contrario, no es aún parte de ninguno de estos grupos de control. En 2015, solicitó la entrada al Acuerdo de Wassenaar y al Grupo de Proveedores nucleares, pero esta aún se encuentra pendiente, dado que no cuenta con la legislación interna necesaria para llevar a cabo los controles, a diferencia del resto de las economías OCDE y G20 (salvo Indonesia, Arabia Saudita y Colombia).

Lo anterior podría limitar nuestra competitividad y desarrollo científico y tecnológico futuro. Para subsanar esta brecha, se encuentra en último trámite la primera ley nacional que crea la Comisión de Comercio Estratégico y regula la exportación de material de uso dual y de defensa entre otras materias. En este contexto, Estados Unidos y la Unión Europea han iniciado programas de asesoría y acompañamiento a países como Chile, para implementar las obligaciones internacionales, a través de la creación del Centro de No Proliferación y Comercio Estratégico, liderado por Carolina Calvo y Camila Hernández, exfuncionarias del Ministerio de Economía y la Agencia Nacional de Inteligencia, respectivamente.

Dicho centro ya ha comenzado a visibilizar las implicaciones de este escenario a todo nivel: academia, sector público, empresa privada y la sociedad civil. Se trata de un desafío en constante evolución, pues las tecnologías avanzan y van cambiando. La cooperación internacional y la adaptación de las regulaciones son el camino para abordar eficazmente estos retos. Y Chile no puede quedar al margen.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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