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Fagocitando el futuro: la desintegración silente de la política tradicional Opinión

Fagocitando el futuro: la desintegración silente de la política tradicional

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Jorge Fábrega Lacoa
Por : Jorge Fábrega Lacoa Doctor en Políticas Públicas (U.Chicago), académico en el Centro de Investigación de la Complejidad Social de la Universidad del Desarrollo y Director de Tendencias Sociales en Datavoz.
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En los próximos meses, veremos a los partidos y pactos políticos competir fervientemente en el escenario ideológico, esperando capturar la atención del público.


En 1992, solo el 8% de los alcaldes electos eran independientes. Para 2004, este porcentaje aumentó al 18%, y hacia el año 2016 ascendió al 38%. Actualmente, el 47% de las alcaldías (elegidas en 2021) están en manos de independientes. Tras las elecciones de este año, es muy probable que la mayoría de los gobiernos municipales del país estén controlados por ellos. Dividiendo las alcaldías independientes en dos categorías, aquellas elegidas dentro y fuera de pactos electorales, descubrimos que las seleccionadas fuera de pactos han experimentado un crecimiento significativo, pasando de ser solo un 4% del total en 1992 a un 64% hoy en día.

La trayectoria de los últimos 32 años ha consolidado un cambio silencioso pero fundamental en el panorama de la institucionalidad democrática de Chile. Este cambio no solo modifica las preferencias electorales, sino que también pone de manifiesto el profundo desencanto ciudadano con el sistema de partidos políticos.

La elección de alcaldes independientes fuera de pactos refleja las diversas debilidades estructurales y de agencia identificadas por los analistas: ineficacia estatal, corrupción endémica, un rechazo creciente a la política tradicional, desconfianza en las instituciones y una reducción en la influencia y capacidad de los partidos políticos tradicionales, así como su desconexión de las bases o “territorios”. En resumen, un deterioro sistemático de la capacidad de representar, generar acción colectiva y gobernabilidad.

Mediante su voto, la ciudadanía está expresando su cansancio y descontento hacia una clase política percibida como ajena a sus realidades y necesidades. Al elegir líderes independientes, los votantes buscan alguien que los entienda, de modo que cualquier rasgo azaroso termina siendo elevado al nivel de expresión máxima de la autenticidad, evidencia mágica de la capacidad de generar soluciones concretas y la clave que conecta a esos líderes con sus experiencias y aspiraciones. Ante eso, incluso los políticos tradicionales se ven impulsados a apartarse de sus identidades partidarias para poder ser elegidos como independientes.

No obstante, esta transición hacia la política independiente no es realmente una salida que fortalezca institucionalidad alguna sino, más bien, combustible para futuros conflictos. La eficacia en la gobernabilidad y la política requiere de redes fuertes, apoyo estructural y recursos, elementos menos accesibles para los políticos independientes.

Ahora bien, Chile no está solo en esta tendencia. Esta se observa en toda América Latina, donde los sistemas políticos se caracterizan cada vez más por la personalización y la distancia de las estructuras partidistas tradicionales. Además, no hay expectativas de que esta tendencia se revierta, lo que anticipa un panorama político de creciente caos (o, si prefiere, un aumento en el costo cotidiano para producir gobernabilidad).

En los próximos meses, veremos a los partidos y pactos políticos competir fervientemente en el escenario ideológico, esperando capturar la atención del público. Ellos saben que, aunque mucho independiente sea finalmente elegido a nivel local, el grueso de las cuotas de poder seguirá quedando todavía reservado para los que participan del juego político tradicional. Por ello, todo esfuerzo por buscar solucionar su desconexión con las bases y, por ende, su crisis de representatividad, de capacidad de acción colectiva y, en último término, de dar gobernabilidad, puede ser postergado. 

Sin embargo, la tendencia es clara y, elección tras elección, dicha audiencia, mayormente desinteresada en ese espectáculo y más enfocada en sus redes sociales, se desplaza hacia dar sus votos a quienes les convenzan de que son cualquier cosa menos parte de la política tradicional. 

Así, atrapados en un mal equilibrio, y partiendo por los escalones más bajos del poder, lenta pero sostenidamente la política tradicional va fagocitando su propio futuro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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