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«Hace un año dejó de existir el tirano, pero sigue el sistema que instaló»

Uno de los gestores del fallido atentado de septiembre de 1986 contra Pinochet estima que a un año de su muerte la »herencia» del régimen militar, en términos económicos, laborales y educacionales, sigue pesando. Asegura que »no hay motivos para celebrar», pues en lo único que piensa este 10 de diciembre es en el Día Internacional de los Derechos Humanos.


El 10 de diciembre de 2006 se concretó el objetivo que integrantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez habían planificado 20 años atrás en el Cajón del Maipo: Augusto Pinochet dejó de existir. Y, como era de esperar, su deceso provocó reacciones, celebraciones, llantos y enfrentamientos entre sus detractores y adherentes.



A un año de su muerte, César Bunster, emblemático integrante de la "Operación Siglo XX" -el frustrado ataque que en 1986 buscó terminar con la vida de Pinochet- considera que a pesar de su ausencia física, aún está pendiente terminar con el sistema que heredó el país.



El sociólogo, hijo del embajador de la Unidad Popular, Álvaro Bunster, vivió gran parte de su vida en el extranjero e incluso estudió en Londres, por lo cual maneja el inglés como un nativo. Por eso, la traducción ha sido su fuente de trabajo en el último tiempo, incluidos los 19 años que vivió en la clandestinidad hasta 2004.



A los 18 años se unió a las filas comunistas, partido al cual pertenece hasta hoy y donde forma parte del Comité Central, ya que asegura que "no hay ninguna razón para cambiar mis principios. Yo creo que las desigualdades y las razones que me hicieron adoptar una militancia política siguen existiendo y, por lo tanto, sigo siendo comunista, como lo he sido siempre".



¿Cuál es su visión con respecto a este primer año sin Pinochet, consideras que se ha notado su ausencia?
– Al cumplirse un año de la muerte del tirano, yo creo que lo que se ha notado es que la tarea que queda pendiente todavía es la de destrucción del sistema pinochetista. Creo que todavía en nuestro país quedan demasiados resabios de la dictadura. Y eso se expresa de diversas maneras y es obvio para todo el mundo que desee mirar con honestidad lo que sucede.



Si nosotros pensamos en el Código Laboral, por ejemplo, siguen siendo prácticamente el mismo heredado de la dictadura. Hace poco se "reformó" la ley Orgánica Constitucional de la Enseñanza (LOCE) y fue un maquillaje, nada más que eso. A pesar de que incluso en el congreso ideológico de la DC se desechó la idea del lucro en la educación, finalmente este Gobierno actuó con la derecha y celebraron con los brazos en alto una nueva LOCE, donde el lucro está permitido, pero con un nuevo nombre.



Creo que la exclusión política que sigue subsistiendo en este país y que prohíbe que la izquierda pueda ser representada como corresponde, reflejo de la cantidad de votos que obtienen en las urnas, tanto para elecciones comunales como parlamentarias, es un chiste. Esas son realidades que vienen desde la época de la dictadura y que, sin embargo, esta democracia, por la cual lucharon miles y miles de chilenos ha sido incapaz de reformar. Por lo tanto, claro, hace un año dejó de existir físicamente el tirano, pero lo que sigue existiendo con mucha fuerza es el sistema que él instaló.



¿Lamenta que su muerte no haya sido antes, cuando la habían planeado?
-Es difícil mirar hacia atrás y decir habría sido mejor esto o lo otro. Lo que puedo decir con toda seguridad, es que la acción para ajusticiar a Pinochet en el momento que se planificó y ejecutó, era una acción completamente legítima y necesaria para ese momento. Así que yo lamento que esa acción, el 7 de septiembre del 86, haya fracasado, porque en ese momento era tanto justa como necesaria. Creo que todavía sigue siendo una acción plenamente justa, fue una expresión del derecho que tiene el pueblo a deshacerse con los medios que sean necesarios de una dictadura que cierra todas las puertas para restablecer la democracia.



Ahora claro, mirando hacia atrás uno podría empezar a elucubrar y decir "si hubiera resultado esa acción y él hubiera muerto el 86 ¿qué habría pasado para Chile?". Es difícil hacer esas elucubraciones, pero en ese momento yo creo que era una acción justa. Y lamento que no haya resultado ese año 86.



En ese sentido, ¿repetiría el atentado?
-Por supuesto. Creo que es una acción que se ajusta al derecho soberano que tiene todo pueblo a defenderse. Para un pueblo que es atacado en forma sistemática, cotidiana, todos los días, de mil maneras, que es hecho desaparecer, torturado, que es reprimido, y todo esto por una dictadura que cierra todas las puertas, para poder recuperar la democracia de forma pacífica, a ese pueblo sometido a esa realidad no le queda otra alternativa que contraatacar al fuego que sobre él se ha abierto. Y por lo tanto, por supuesto que lo volvería a hacer.



Y cómo ve al Chile de hoy. ¿Sería muy distinto sin la dictadura de Pinochet?
– Desde luego. Creo que no hay ningún país que mejore producto de una dictadura tan bárbara como la de Pinochet y que haya durado 17 años. Creo que Chile habría logrado niveles de desarrollo en todos los ámbitos superiores a los que ha logrado hasta ahora. Seríamos un país bastante menos dependiente, bastante más soberano y algo que es muy importante y es que todavía andarían por las calles, igual que nosotros, miles y miles de chilenos cuyos restos en este momento están en el fondo del mar y en otros lugares desconocidos porque fueron asesinados por la dictadura. Entonces, por el lado que se le mire, sin una dictadura cualquier país está mucho mejor.



¿Y para el 10 de diciembre planea alguna celebración?
-No, no hay motivos para celebrar. En lo único que yo pienso los 10 de diciembre, que es el Día Internacional de los Derechos Humanos, es en tratar de contribuir junto con muchos otros a tener un Chile donde realmente se respeten todos los derechos humanos. Y los derechos humanos entendidos no solamente como el derecho a la vida, a la libre expresión, etcétera, sino como entendido a que todos los chilenos podamos tener una vida plena: derecho al empleo, a recibir una remuneración justa. A que no haya niños que pasen hambre, a que no haya problemas de vivienda, de educación, de salud. Así que no, no tengo motivos para celebrar la muerte física del dictador el 10 de diciembre, ni para salir a festejar que se haya cumplido un año desde que murió.



Un entre miles



Pese al sistema heredado de Pinochet ¿estás contento de vivir acá?
-Yo estoy contento aquí. No estoy contento con la situación que vive nuestro país en este momento y por eso soy lo que soy y trato de hacer lo que trato de hacer. Es decir, tener un Chile mucho más democrático, más justo, donde la gente viva más feliz. Pero estoy contento en el sentido porque es el lugar donde nací, el pueblo al cual pertenezco, no estoy como lo estuve durante muchos años obligado a vivir fuera de este país. Desde niño nos vimos obligados a vivir fuera de Chile, por el hecho de que mi papá fue embajador de la UP en Inglaterra. Ahora no, y estoy contento entre mi gente, con mi pueblo, en mi país y haciendo lo que se pueda.



¿Y tu nombre, te pesa de alguna forma?
-Obviamente el nombre para mucha gente no pasa inadvertido, pero también creo que hay que ser bien realista. En primer lugar, no pasa inadvertido para cierto tipo de personas, para la gente que vivió durante la dictadura. Pero no hay que olvidarse que el intento de ajusticiamiento de Pinochet fue hace 21 años, entonces hay gente que tiene 21 años, pero que recién estaban naciendo en esa época, no tienen ningún recuerdo.



En segundo lugar, a mi no me pesa, me ha traído repercusiones buenas y malas, pero así es la vida no más. Y lo más importante, es que el nombre mío es uno entre miles y miles de chilenos que lucharon contra la dictadura. El nombre mío se hizo más conocido porque salió en la prensa. Incluso, cuando uno analiza bien fríamente la acción del 10 de septiembre del ’86, hubiera sido imposible si detrás de nosotros, del grupo que llevó a cabo esa acción, no hubiese habido literalmente decenas y decenas de otros compañeros y compañeras, viejitos y jóvenes, gente trabajadora, de clase media, que no nos hubiera ayudado arriesgando su vida, muy literalmente.



O sea las casas de seguridad eran casas como la tuya o la mía donde vivían familias completas con niños y que estaban muy conscientes de a quiénes estaban ayudando y cual habría sido el precio que habrían tenido que pagar si nos hubieran descubierto. Entonces, sin esa gente, sin el apoyo del pueblo de Chile, lo digo sin romanticismo, sino que en forma muy concreta, habría sido imposible hacer lo que pudimos hacer. Por lo tanto, César Bunster es uno más de miles no más.

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