Publicidad
Repensando el turismo: la historia detrás de una ecoaldea que busca producir un proyecto de vida sostenible en la Región de Atacama Viajes

Repensando el turismo: la historia detrás de una ecoaldea que busca producir un proyecto de vida sostenible en la Región de Atacama

Hace más de 12 años, un grupo de familias se reunió con un objetivo común: construir una comunidad basada en una productividad ecológica, sostenible y autosustentable. Con esa misión nació la Comunidad Ecoturística Bahía Inglesa entre las playas Bahía Inglesa y Loreto, que este verano abrirá las puertas al turismo para mostrar lo mejor de la artesanía y gastronomía de la zona. “Es un proyecto de vida que incluye diversos locales y ofrecerá productos, servicios y espacios que emerjan desde allí”, señaló una de las integrantes.


Luego de más de dos años de consultas públicas, interacción con la sociedad civil y negociaciones entre países, en 2015 la Asamblea General de la ONU acordó la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible con un diagnóstico que puso el acento en la superación de problemas ligados a la desigualdad, la carencia de ciertos derechos, la desprotección del ecosistema y materias vinculadas.

Los problemas derivados de fenómenos ocasionados por el humano, como el cambio climático, motivan desde hace décadas a numerosas agrupaciones y movimientos socioambientales a la lucha por la protección y el resguardo de recursos naturales, el territorio y los DDHH. Para Felipe Arancibia (40), uno de los integrantes de la ecoaldea, el proyecto nació motivado por ese mismo diagnóstico e inquietudes comunes.

“Si no cambiamos la vida de forma de vida que estamos teniendo a nivel global el mundo se acaba, nuestros niños no tienen futuro, tenemos que cambiar la forma, enseñar a los niños a vivir de una manera diferente, hoy se bota un tercio de la comida que se produce, para el 2050 con la población que vamos a tener necesitaríamos tres planetas tierras para producir lo que necesitamos para vivir, eso nos motivó a crear este proyecto de vida que es comunitario y apunta a una forma de vivir de manera sostenible”, contó el presidente de la directiva y padre de cuatro hijos.

Desde 2008, un grupo de amigos y vecinos se plantearon la idea de organizarse en torno a una ecoaldea para trabajar por una “educación sostenible” y la “producción turística” en Caldera, recordó Erika Zuleta (51), una de las fundadoras de la ecoaldea.

Así, el 26 de junio de 2010 se constituyó formalmente la Comunidad Ecoturística Bahía Inglesa, luego de años de trabajo y realización de talleres sobre agroecología, reciclado y similares. Se convirtió en una de las primeras asociaciones que tiene un proyecto productivo en el Ministerio de Bienes Nacionales en la comuna de Caldera.

Este ambicioso proyecto cuenta con cuatro hectáreas divididas en una cuarentena de lotes que en la actualidad están en arrendamiento a las 39 personas que integran el proyecto junto a sus familias.

Vecinos y amigos de distintos sectores de Bahía Inglesa y Caldera, de diversas edades, profesionales, artesanos y artesanas y emprendedores, se unieron para construir una aldea ecológica asentada en un espacio urbano. La mayoría de los sitios ya se encuentran cercados y algunas personas ya habitan el lugar, donde se ofrecen talleres gratuitos sobre huerta orgánica, construcción sustentable y otras actividades.

“En la ecoaldea se planificó hacer un mercadito, destinar un espacio a observación de flora del desierto de la zona, áreas verdes y una serie de locales comerciales que ofrezcan producciones y servicios ecológicos producidos allí, apunta a ser un espacio sustentable económica y ecológicamente”, detalló Zuleta.

“La mayoría somos emprendedores de la comuna que decidieron hacer una apuesta distinta, considerando lo productivo, lo social y lo comunitario con un objetivo común que es la mirada medioambiental”, aportó Marisol Gonzalez (39), ingeniera en diseño de productos que se sumó hace poco al proyecto.

En este sentido, González destacó que la comunidad coincide en un mismo punto de partida: “Faltan cosas por hacer en el territorio”. El desafío del desarrollo territorial y humano y la transdisciplinariedad fueron la invitación a construir la ecoaldea.

“Tenemos nuestras ideas y sueños puestos allí, sabemos que es un proyecto caro, que tomará tiempo y requiere de inversiones monetarias y humanas importantes y a largo plazo”, subrayó la encargada de comunicaciones.

Para organizar la ecoaldea y que todos y todas sus integrantes puedan participar, se crearon diversas comisiones enfocadas en los trabajos que hay que llevar a cabo para sostenerla: la comisión de arquitectura, comunicaciones, la comisión jurídica, de áreas verdes, proyectos, cultura, convivencia, construcción y obras, además de la directiva que organiza el conjunto de las comisiones.

“Todos somos parte de alguna comisión y aportamos en relación a nuestros conocimientos y habilidades”, destacó Zuleta.

Un proyecto con impacto comunal

La educadora inicial, Paulina Montero, es una de las pocas integrantes no oriundas de la Región de Atacama. Llegó desde Santiago con ganas de “cultivar el desierto” y como directora de un jardín de Caldera tuvo sus primeros acercamientos a la ecoaldea en busca de alianzas para la realización de talleres vinculados al medio ambiente, lo que más tarde la llevó a convertirse en una ecoaldeana más.

Gracias a la adjudicación de fondos y facilitación de espacios por parte de Conaf Atacama, la Municipalidad de Caldera, colegios de la zona, radios, restaurantes, juntas de vecinos, el Ministerio del Medio Ambiente, el Ministerio de Bienes Nacionales, Minera Candelaria, personas particulares como profesores y especialistas de diversas áreas, se llevaron adelante numerosos talleres gratuitos y abiertos a la comunidad, que rápidamente acapararon la atención de la comuna.

“Invitamos a talleres de huerta, construcción y otras actividades pensando que llegarían 10-20 personas y teníamos 50 o más, empezó a acercarse mucha gente a participar porque éramos algo novedoso y se corría el rumor que regalabamos plantas, entonces iban por eso y terminaban capacitándose, recibiendo certificaciones, y así creamos el primer banco de semillas comunal”, comentó Montero.

“Esas jornadas e intercambios despertaron curiosidad en personas de la comuna e incluso fuera de ella, entonces llegaron personas que ya tenían conocimientos en estos temas y así fuimos incorporando conceptos como el reciclaje, la economía circular, la soberanía alimentaria y vinculados”, agregó.

Actualmente, la construcción está en proceso y se ofrecen talleres abiertos a la comunidad en los que participan personas desde los 3 hasta los 65 años, pertenecientes a la ecoaldea y también externos.

Producto de las transformaciones provocadas por la pandemia, existen instancias virtuales (más teóricas) y presenciales (en terreno) donde gracias al apoyo de la municipalidad y otras instituciones públicas, se lograron producciones de impacto como el Punto Limpio de la Eco aldea, producido a través de bioconstrucción con barro de la zona.

“En verano tenemos proyectado hacer ferias, invitar a mujeres campesinas, hacer encuentros sobre gastronomía, intercambiar semillas, generar espacios de observación de áreas naturales, en suma, activar el territorio generando acciones para darnos a conocer más al turista que no es de la región y mostrar nuestras habilidades”, sostuvo Montero.

Por último, la educadora inicial valoró la construcción de un proyecto que lleva más de una década como espacio abierto a la reflexión y ejercicio de un nuevo ser social.

“Este es un proyecto económico-productivo y social hecho por la comunidad y eso es lo más importante: seguir haciendo comunidad. Lo hicimos, lo hacemos y lo seguiremos haciendo porque creemos en un futuro distinto”, cerró la integrante de la Comunidad Ecoturística Bahía Inglesa.

Publicidad

Tendencias