Publicidad

La Antártica, el gélido escenario de una fogosa actividad biológica

«Las formas de vida que existen aquí tienen unas características muy peculiares debido al aislamiento en que han permanecido durante millones de años», explica el doctor Marcelo González Aravena, jefe del Departamento Científico del Instituto Antártico Chileno (INACh).


La Antártica es como una gran escenario de películas de ciencia ficción que podrían llamarse «La Guerra de las Bacterías» o «Alien, el pasto forastero», títulos que describen la fogosa actividad biológica que sucede en su gélida superficie o en las profundidades marinas que la circundan.

«Las formas de vida que existen aquí tienen unas características muy peculiares debido al aislamiento en que han permanecido durante millones de años», explica a EFE el doctor Marcelo González Aravena, jefe del Departamento Científico del Instituto Antártico Chileno (INACh).

«En la Antártica no se sabe lo que hay. El estudio del fondo marino permitirá descubrir nuevos organismos», afirma este investigador.

Los científicos del Instituto Antártico Chileno han sintetizado bacterias que producen compuestos antimicrobianos capaces de matar a otras bacterias.

«En el ambiente antártico las bacterias están constantemente en guerra. Para poder apropiarse del espacio, sintetizan moléculas que se disparan unas a otras», señala el profesor González Aravena.

La mayoría de los organismos antárticos son extremófilos: viven en grandes profundidades, están sometidos a altas radiaciones ultravioleta o soportan elevadas temperaturas, como en Isla Decepción, donde existe un volcán en activo.

En el «continente helado» paradójicamente también hay zonas en las que las especies deben hacer frente a la carencia de agua (en estado líquido) durante la mitad del año o ambientes totalmente sellados, como los lagos subglaciares.

Hace 23 millones de años, la Antártica se separó de los demás continentes y quedó aislada. Eso provocó que muchas especies siguieran caminos evolutivos completamente distintos a las del resto del mundo.

Hoy día, el hallazgo de nuevas proteínas podría derivar en aplicaciones útiles para la humanidad, como la producción de protectores solares o sustancias descontaminantes y anticongelantes.

«Hay toda una gama, desde la ciencia biomédica hasta las aplicaciones técnicas, que puede encontrar aquí las respuestas», señala a Efe el profesor Marcelo Lepe, experto en Paleobotánica.

«La Antártica es un lugar de extremos y eso es lo nos interesa a los científicos, estudiar esos ‘animalillos’ que viven en estos ambientes tan rigurosos y que sólo vemos al microscopio», apunta el director del Instituto Antártico Chileno, José Retamales.

El Sistema del Tratado Antártico -que regula los aspectos científicos del tratado firmado en 1959 y que designaba a este continente como un lugar de paz y cooperación- discute actualmente si es lícito o no usar sus biorrecursos.

Pero independientemente de lo que algún día se decida, «los seres humanos debemos estar aquí para intentar descubrir curas contra el cáncer y para aliviar este mundo que crece día a día y en el que aparecen nuevas enfermedades», enfatiza el doctor Retamales.

La discusión estriba en cómo reinvertir parte de los beneficios que pueden llegar a generar estos recursos a los grandes laboratorios y consorcios médicos internacionales.

El profesor Marcelo González, jefe del Departamento Científico del INACH, propone generar un fondo común administrado por los países signatarios.

«Un porcentaje de esa riqueza debería destinarse a la formación de nuevos investigadores o a financiar proyectos de investigación que mitiguen el impacto medioambiental de la actividad humana en la Antártica».

Estados Unidos y los países europeos llevan treinta años de delantera en la investigación antártica. Mientras tanto, Chile ha optado por estudiar dos plantas que viven en las Islas Shetland del Sur, la Deschampsia y el Colobanthus.

«Lo que tratamos de hacer es obtener ciertos genes o microorganismos que puedan producir algunas moléculas de interés para su explotación comercial, desde la cosmética hasta la medicina», explica el doctor Marcelo González.

Los investigadores del INACH también están probando un compuesto obtenido a partir de microorganismos antárticos que está demostrando su efectividad sobre bacterias multirresistentes a los antibióticos.

«Esperamos patentarlo y desarrollar alguna aplicación que sirva para la desinfección de las instalaciones de los hospitales», señala el jefe del Departamento Científico del INACH.

Y aunque para los científicos, el territorio antártico «es como otro planeta» en el que se registran temperaturas de hasta 90 grados bajo cero, no está exento del más grave problema medioambiental que aqueja al ser humano.

Investigaciones llevadas a cabo por la profesora de la Universidad de Concepción Angélica Casanova constatan que se están producido modificaciones aparejadas al cambio climático.

«La estrategia reproductiva está cambiando», asegura la doctora Casanova. Este fenómeno está incidiendo en la selección de algunas especies e incluso podría provocar la migración o desaparición de otras.

Y por increíble que parezca, hasta este continente que se separó del resto hace millones de años ha llegado el Poa pratensis, un tipo de pasto que crece en las plazas de las ciudades chilenas y que los investigadores denominan una especie «alienígena».

«Es el primer invasor del reino vegetal que llega a la Antártica», comenta a Efe el profesor Marco Molina, del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas.

«En los experimentos estamos viendo que esta planta exógena está empezando a competir e incluso podría desplazar a las especies nativas en un escenario de cambio climático».

El caso de este curioso «pasto forastero» evidencia la necesidad de regular la presencia de investigadores y turistas en un territorio considerado hasta hace pocas décadas como un lugar completamente aislado.

Publicidad

Tendencias