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«La capacidad cerebral no veo por dónde vaya a ser reemplazada por la inteligencia artificial» Ciencia y Salud

«La capacidad cerebral no veo por dónde vaya a ser reemplazada por la inteligencia artificial»

La afirmación la hizo el director del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica, Andrés Couve, quien considera que este órgano no fue diseñado para operar un computador y que se caracteriza en cambio por adaptarse «segundo a segundo a ambientes internos y externos extraordinariamente cambiantes».


“Pensemos en las vidas cotidianas de nuestros ancestros que vivieron hace cientos de miles o millones de años, y de pronto nos encontramos habitando en grandes metrópolis, con normas socio-culturales complejas, comunicados en tiempo real a través de nuestros teléfonos celulares, con todo tipo de creaciones tecnológicas a nuestro alrededor, y niños empleando computadores. El cerebro no fue diseñado para operar un computador. Este órgano es una máquina altamente adaptable, ‘plástica’, y no veo por dónde ésta vaya a ser reemplazada por la inteligencia artificial”.

Éste es el pensamiento de Andrés Couve, doctor en neurobiología de Mount Sinai School of Medicine de Nueva York, postdoctorado en University College en Londres, y director del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica, BNI. El profesor titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, vertió estas expresiones tras exponer en el Congreso del Futuro que se desarrolló en el ex Congreso Nacional bajo el título genérico de “¿Nos sanará un robot?”.

Al respecto sostiene que la inteligencia artificial puede superar en algunas capacidades al ser humano, tales como almacenamiento de información, cómputo de resultados, detección de patrones entre grandes cantidades de datos. “Pero eso no es lo mismo que la inteligencia humana. El punto fundamental aquí es que el cerebro de las personas se adapta segundo a segundo a ambientes internos y externos extraordinariamente cambiantes. Ésa es su principal capacidad que supera a la de otras máquinas creadas por el hombre”.

[cita tipo=»destaque»]»Yo espero que el avance en todas estas fronteras de la neurociencia nos ayude a comprender cómo el cerebro finalmente produce lo que produce, nuestros movimientos, capacidad sensorial, balance interno, emociones, memoria y otros procesos cognitivos más complejos, como la reflexión, toma de decisiones, voluntad, que nos permiten crear una realidad única como especie, en nuestro caso humana, y también única como individuos».[/cita]

Actualmente,  Couve está desarrollando una investigación de laboratorio respecto de cómo las neuronas, aquellas unidades estructurales y funcionales del sistema nervioso, se organizan internamente para transmitir los impulsos eléctricos. “Actualmente, nos enfocamos en descubrir nuevos mecanismos a través de los cuales las neuronas construyen y mantienen su maquinaria que les permite llevar a cabo la transmisión eléctrica. Esta maquinaria debe estar distribuida, ya que son células que pueden medir hasta un metro en un ser humano”, señala el investigador.

Agrega que como estas células son tan grandes y largas y llegan desde nuestro cerebro hasta la base de nuestra médula espinal, o desde la médula espinal hasta la punta del dedo del pie, es necesario tener una fábrica grande y que esté en toda la neurona. “Porque no puedes fabricar todos los componentes en un solo lugar. Es como si todo se elaborara en Arica y todo tuviera que llegar a Punta Arenas. Y no es así. La fábrica está en muchas partes y eso alimenta localmente la maquinaria que va a permitir a la neurona funcionar”.

Esta faceta de la actividad de Couve se complementa con la que desarrolla en el Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica, que abarca un amplio y variado espectro. “Los temas van desde lo molecular o celular hasta la psiquiatría y la neurología, y en cada uno de estos temas existen fronteras del conocimiento”, explica.

Al respecto, señala que “hoy es un excelente momento para pensar, por ejemplo, sobre la conciencia, cuál es la relación entre el cerebro y la mente. Es una era de oportunidades respecto de la edición génica, que nos puede ayudar a comprender nuestra conducta y combatir enfermedades”.

Grandes conflictos

Nos encontramos, a su juicio, frente a un “cambio paradigmático”. En ese contexto, comenta que se debe considerar al sistema nervioso, más que como una colección de unidades, como una colección de circuitos, mini-redes altamente conectadas.

En ese punto, Couve cifra expectativas: “Yo espero que el avance en todas estas fronteras de la neurociencia nos ayude a comprender cómo el cerebro finalmente produce lo que produce, nuestros movimientos, capacidad sensorial, balance interno, emociones, memoria y otros procesos cognitivos más complejos, como la reflexión, toma de decisiones, voluntad, que nos permiten crear una realidad única como especie, en nuestro caso humana, y también única como individuos”.

Dicho escenario es considerado altamente motivante. “Es una época absolutamente fascinante para el estudio de la neurociencia, porque además se está vinculando con filosofía, lingüística, educación, salud. Es un momento extraordinario. También, tenemos grandes desafíos en salud, en enfermedades neurológicas y psiquiátricas, y en educación, que este conocimiento debería ayudarnos a enfrentar”, señala.

Couve explica que con creatividad y recursos, las posibilidades son prácticamente infinitas para hacer cosas. Esto, a pesar de que no toda la población tiene acceso a ello. “Pero como especie tenemos enormes oportunidades, basadas en nuestro conocimiento acumulado”.

En ese contexto, el director de BNI anticipa otros grandes desafíos. “Esas posibilidades van a generar mucho conflicto y por eso no sólo debemos estar preparados para la parte técnica y la generación de nuevo conocimiento. También debemos estar alerta socialmente para reflexionar acerca de ése conocimiento, su utilidad, beneficio, eventual perjuicio, y eso no corresponde a una decisión científica. No es una decisión de los científicos si un descubrimiento es bueno o malo. Sus potenciales aplicaciones son responsabilidades sociales, donde la comunidad en su conjunto evalúa el progreso técnico y lo contrasta con nuestros valores, con la ética y la moral. Ahí se generan conflictos que no deben impedir el desarrollo pero sí deben poner un marco para ver qué vamos a hacer, qué podemos hacer, qué nos beneficia, qué nos perjudica. Ése no es el rol de la ciencia, es el rol de la sociedad respecto de la ciencia”.

El futuro del futuro

Frente a este escenario, el científico, valora la realización del Congreso del Futuro: “Lo veo como una gran iniciativa, que ha logrado capturar la imaginación de mucha gente, tanto del mundo académico o de los conferencistas, como de la audiencia. Ha entusiasmado a gente a venir a exponer y a mucha gente a participar”.

Otro punto que destaca es la presencia de destacados invitados y la realización de esta jornada en otras ciudades de Chile, generando gran entusiasmo.

Es la hora, a su parecer, de pasar a una nueva fase. “El verdadero desafío está ahora en influir en las políticas públicas y en el apoyo de la ciencia en términos de recursos. La lógica es que la ciudadanía se convenza del valor de la ciencia, del valor del conocimiento en sí mismo y sus aplicaciones. Ése valor se demuestra, finalmente, en cuánto estamos dispuestos a aportar, a desembolsar para que esto ocurra”.

Así, esta segunda etapa no tiene que ver con lo que ocurra en el marco del Congreso del Futuro, “sino como éste contribuye a impactar las políticas científicas, y el financiamiento de la ciencia en Chile y el acceso de los ciudadanos. Y debería estar en el corazón del objetivo de esta actividad”.

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