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Juan Carlos Botero: ‘No he tenido una vida de burbuja ni de torre de marfil’

El narrador, hijo del mundialmente famoso pintor colombiano Fernando Botero, acaba de presentar en Chile su segunda novela, El arrecife y cuenta que, a pesar de llevar varios años instalado en la literatura, todavía hay gente que lo rechaza sin conocerlo por ser hijo de quien es. De visita por primera vez en el país, habla de la violencia en Colombia, y defiende su derecho de hacer una novela »refrescante», que escape de las balas.


Es sonriente y amable. Conserva intacto el acento colombiano, a pesar de los años en Miami. Lleva puesta una camisa Polo celeste, unos anteojos con cristal al aire y dos pulseras de cinta. Hace pocas horas bajó del avión, pero luce impecable. Juan Carlos Botero parece acostumbrado a ser agradable, aunque no siempre le devuelven con la misma moneda.



Hijo del mundialmente famoso pintor y escultor Fernando Botero, su vida ha estado llena de privilegios y de prejuicios, según cuenta. Aun ahora, que ha publicado ya varios libros -entre los que se cuentan la novela La sentencia y el volumen de cuentos Las semillas del tiempo (epífanos)-, sigue enfrentándose a menudo con la creencia de que, por ser hijo de quien es, su vida carece de dificultades, y él no es un interlocutor válido para hablar de las dificultades humanas.



"Genero un escepticismo muy fuerte. Contra eso he tenido que luchar toda la vida -asegura-, pero es algo que tengo interiorizado desde hace mucho tiempo, ya estoy acostumbrado. A veces me lo dicen de frente incluso".



»No ha habido escritores enamorados del mar»



Con su segunda novela, El arrecife, Botero se interna en las profundidades de la literatura marítima. Con autores como Joseph Conrad en mente, el autor narra la iniciación de un adolescente en la vida adulta, a través de una gran parábola acerca del arrecife que circunda la costa, y que el chico quiere cruzar a nado, para descubrir otra vida, menos protegida y más plena. Y si su primer trabajo narrativo, La sentencia, será llevado a la pantalla, es posible que algún productor ya esté pensando en esta historia, altamente visual, y detallista hasta el colmo, para el séptimo arte.

-Ya en tu novela anterior, La sentencia, había un escenario marítimo. ¿Por qué "reincidir"?
-Porque es un tema casi desconocido para el ser humano. Todos pensamos que sabemos del mar, lo cual no es cierto; sólo se ha explorado el 1% del territorio submarino, y es un mundo totalmente desconocido para nosotros. Además, como decía Conrad, el mar no es un elemento, sino un escenario, ideal para desarrollar toda clase de aventuras, y poner a los personajes en situaciones límite, donde la verdadera esencia sale a flote de una manera nítida. Es, también, un ambiente prácticamente desconocido para la narrativa hispanoamericana. No tenemos ninguna figura que se compare con Joseph Conrad, Henry Melville, o Hemingway. Es curioso que, con todo el océano que tienen muchos países latinoamericanos, sólo ahora hayan surgido excepciones, como las novelas de Pérez-Reverte, o de Sepúlveda, en Chile. Es un tema prácticamente virgen.



-¿Cuál es tu explicación para esta ‘ceguera’ del mar que -según tú- existe en la narrativa?
-No lo sé, me deja perplejo. Creo que tal vez porque los conquistadores llegaron a América con una mentalidad más utilitaria que constructora o edificadora, y por lo tanto, el mar era simplemente un obstáculo que había que cruzar. Además, no ha habido escritores enamorados del mar.



-Hay dos ideas omnipresentes en El arrecife: la del horizonte y la del agua, ambas como realidad y metáfora del comienzo de la vida y de la superación de las metas…
-Sí. Está permanentemente el límite del horizonte, que en realidad es una pared, una barrera que divide dos mundos: uno plácido, protegido y familiar y el otro, misterioso, de muchos riesgos, pero con riquezas. El niño tiene que decidir si se atreve a cruzar ese umbral, esa frontera. Yo quería crear una historia visual y tangible, que sirviera como metáfora para la vida de las personas. Lo del agua, además, es una coincidencia casi cósmica, porque para mí no es una casualidad que el cuerpo humano tenga la misma proporción de agua que el planeta, creo que hay una enorme afinidad.



O sea que somos planetas…
Exacto, aunque a veces no lo notemos. Como dice la novela, somos acuáticos por naturaleza y terrestres por accidente.



-El personaje del ‘tío’ Ernesto es un tributo a Sabato, según has dicho. ¿Fue motivado por alguna experiencia personal con el escritor?
-No. En realidad es un guiño a él y también a Hemingway. Más que un homenaje a alguien conocido en carne propia, se trata de alguien que me hubiera gustado tener. Cuando incursioné en el mar, siendo niño, no tuve una figura de ese tipo, pero me hubiera encantado tenerla. Es alguien que ofrece una mano, una persona protectora, pedagógica, pero que permite que el niño tenga sus aventuras solo.



"Cargamos parte de la tragedia de Colombia"



-¿Hasta qué punto ser hijo de Fernando Botero ha significado una ayuda y en qué medida ha sido una carga?
-Para mí es un honor ser hijo de mi padre. Es una persona excepcional como artista y como ser humano. Es genial, extraordinario, generoso. No he conocido a nadie comparable. Ahora, desde el punto de vista profesional, es muy difícil, porque genera un enorme escepticismo de entrada en las personas. Dicen ‘este hijo de hombre rico ¿qué tendrá que decir de la vida?’ La gente no sabe que nosotros también hemos tenido muchas dificultades, hemos cargado parte de la tragedia de Colombia: un hermano en la cárcel, mi madre secuestrada, muertes cercanas. Muchas veces tuve que salir por amenazas a partir de las cosas que he escrito. No ha sido para nada una vida de burbuja o de torre de marfil.



-¿Por qué hacer una novela de iniciación, relativamente blanca, en un país como Colombia, considerando su contexto político? La narrativa colombiana en general ha tenido otras cosas que decir.
-Justamente por eso. Colombia tiene una infinita cantidad de temas. Desafortunadamente, nos hemos restringido sólo al tema de la violencia. Mi primer libro era en su totalidad sobre ese tema. Mi colección de cuentos tenía al final también una historia de niños y violencia. En Colombia todos vivimos sometidos a un bombardeo sistemático de noticias violentas, y terminamos insensibilizados y narcotizados. Terminé realmente saturado de esa temática. Quería contar esta historia de mar, porque también es parte de la realidad colombiana, pero el próximo libro es de un tema totalmente distinto. Este libro ha sido muy bien recibido en Colombia, y creo que es porque la gente está totalmente saturada de este tema, y quieren también ver otra cosa diferente. Además, no hay muchas novelas de iniciación en castellano.


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