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Reflexiones de un gerente sobre la «ceguera cognitiva» del empresariado respecto a la inversión en cultura El financiamiento del arte y la descentralización cultural son temas claves pendientes

Reflexiones de un gerente sobre la «ceguera cognitiva» del empresariado respecto a la inversión en cultura

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Este año entraron en vigencia modificaciones legales que buscan aumentar el número de empresas que hagan donaciones en materia cultural. Se espera que para el 2018 el compromiso de los privados con la cultura supere las 1.800 empresas. Sin embargo, Rodrigo del Valle, gerente de un complejo turístico en Concepción y uno de los gestores del mundo privado con mayor compromiso en materia cultural de la Región del Biobío, opina que además de los aportes debe haber un cambio de mentalidad, de modo que los empresarios dejen a un lado el egoísmo para contribuir al desarrollo cultural del país.


El financiamiento del arte y la descentralización cultural siguen siendo problemas pendientes. El creador para llevar a cabo un proyecto tiene dos caminos: buscar fondos públicos o arreglárselas solo. Y si el artista es de regiones y el impacto de su obra está planificado para fuera de Santiago, le queda sólo una alternativa: la última.

Cuando se trata, en cambio, de proyectos culturales de mayor envergadura, con impacto en la economía y con un mayor número de beneficiados la oferta crece, sumando a un tercer actor de relevancia: los privados. Según las últimas informaciones que entregó a fines del año pasado el ministro de Cultura Roberto Ampuero, tras dar a conocer modificaciones a la Ley de Donaciones Culturales, hasta el año 2012 el número de empresas que hacían donaciones superaban las 800 y el monto total alcanzaba a unos 50 millones de dólares.

Las modificaciones legales que entraron en vigencia este año tienen como finalidad aumentar el número de empresas que hagan donaciones, para lo cual se amplió el beneficio a las entidades privadas que registraban pérdidas, de modo de que su aporte a la cultura signifique una reducción significativa de sus impuestos. La meta se planteó para el 2018. Para ese año, las estimaciones estatales esperan que el compromiso de los privados con la cultura supere las 1.800 empresas.

Pero, además del inmejorable incentivo en la rebaja de impuestos, el aporte en el desarrollo cultural del país requiere de un cambio de mentalidad. La cultura debe dejar de medirse con la vara que se mide la economía. Así al menos lo cree Rodrigo del Valle, gerente general del complejo inmobiliario Marina del Sol de Concepción-Talcahuano, quien opina que el empresariado debe «dejar de ser tan egoísta» y  superar la mirada cortoplacista del riesgo asociado a la inversión en cultura para mirar el aporte como una contribución al desarrollo del país y en especial «como una manera de devolver la mano a la comunidad».

La gran dificultad: enfrentarse al directorio

Rodrigo del Valle durante su participación como jurado en el Ficil Biobío. Foto: Úrsula Madariaga

Rodrigo del Valle durante su participación como jurado en el Ficil Biobío.
Foto: Úrsula Madariaga

Para Rodrigo del Valle, quien antes de hacerse cargo del Marina del Sol -el monstruo hotelero de Concepción que cuenta con un impresionante domo para conferencias y una sala de exposiciones de 700 metros cuadrados- fue parte del equipo de ejecutivos que consagró en la capital de la Región del Biobío el plan de expansionismo de París (Almacenes), el cambio de mentalidad comenzó a producirse en él cuando desarrolló el primer proyecto en cultura y tuvo que enfrentarse al directorio de la empresa.

«La tienda de París, Concepción, (Barros Arana), que fue la primera tienda que París abrió cuando entró a la bolsa de comercio y comenzó la expansión para duplicar su tamaño en tres años,  hizo un edificio de 10 pisos con 14.500 metros cuadrados , una torre impresionante con 14 escaleras mecánicas en la que toda la ciudad de Concepción paseaba por estas escalas todo el día, y nos transformamos en un monstruo metido en el centro, en donde entraban 15 mil personas todos los días», relata.

«Nosotros teníamos que retribuir porque estábamos logrando tanta cosas, y la pregunta era cómo lo hacíamos. Entonces, para partir, yo planteé la idea de construir una sala de exposiciones de arte de 200 metros cuadrados. Fíjate que a mí, dentro del directorio de la compañía, me resultaba muy difícil justificar cuando tú entregas un espacio de 200 metros cuadrados a un lugar que no genera ganancias económicas y a la cual más encima tienes que ponerle plata, eso no es fácil.  Pero me resultó más o menos sencillo con los argumentos de la respuesta de la comunidad. Esa galería tuvo ocho mil visitas mensuales, durante diez años», explica.

Esa experiencia fue el punto de partida, explica el ejecutivo, para llevar adelante una serie de actividades relacionadas con el acceso a la cultura, entre ellas llevar adelante el proyecto de teatro Pencopolitano -que lleva cerca de una década siendo un sueño que aún no logra concretarse-, establecer convenios con los jóvenes del Sename para favorecer su adaptación social, granjas educativas, teatro, exposiciones de artes visuales y últimamente apoyar la descentralización del cine a través del aporte a Ficil Biobío. Sin embargo, lo más relevante ha sido comprender de manera práctica que la inversión en cultura sí tiene retorno y que ésta supera ampliamente lo previsto en materia económica.

«Si el país tuviera los indicadores para medir los resultados como producto de la cultura y lo que significa, si lo tuviera en una canasta como el IPC, yo  creo que se encontrarían con sorpresas bastante grandes, porque la cantidad de personas que mueve ésta es realmente grande, impresionante», reflexiona.

Ceguera cognitiva

Según del Valle, la inversión en cultura en este país debiese multiplicarse por mucho, pero eso cambiará cuando el empresariado aprenda a mirar. «Creo que hay una ceguera cognitiva en el mundo empresarial que no ve a la cultura como el real aporte que es para la sociedad y para la economía. Y la cultura no está ligada simplemente a los que pintan, escriben, bailan o cantan, sino que va muy de la mano con el turismo, va de la mano con las costumbres de cada pueblo y todo ello puesto en conjunto».

«Creo que el empresariado debe estar, no debe ser tan egoísta, sobre todo el empresariado de provincia, porque las grandes marcas hacen todo en Santiago y los presupuestos se los gastan allá dejando las migajas para la provincia. Afortunadamente acá nos potenciamos con las ideas», remarca.

El cambio de mentalidad, que en su ámbito de acción representa este ejecutivo de Concepción, va de la mano con una idea que está presente en todos los debates en materia cultural, el tema de las redes y de la identidad nacional.

«Hoy un pueblo que no piensa en desarrollar un programa que esté ligado a la cultura difícilmente va a tener identidad. Hoy, el privado, las personas comunes y corrientes, los organismos relacionados con el turismo y la cultura tienen que establecer redes y trabajar en conjunto. A la par, sin ostentaciones, sin diferencias. Pero no basta con apoyar la cultura como si fuese un bien inmaterial, intocable.  Hay que apoyar a los artistas, sus proyectos.  Si la gente del arte tuviera los recursos no solamente económicos, sino también para capacitarse, orientarse y guiarse,  y para desarrollar arte con un mayor confort, ese día nuestro pueblo va a cambiar», resume.

 

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