Publicidad
Pilar Sordo, controversial: «Yo no soy escritora. Escritor es alguien que crea. Yo transcribo» Hace poco días lanzó su último libro «No quiero envejecer» (Editorial Planeta)

Pilar Sordo, controversial: «Yo no soy escritora. Escritor es alguien que crea. Yo transcribo»

La psicóloga, cuyos libros han alcanzado categoría de «best sellers», está más que consciente que despierta sentimientos encontrados. Sabe que la quieren y que la odian y que sus textos generan respeto y burla. En esta entrevista, la autora que hace poco recibió violentos comentarios de una escritora argentina, explica su metodología de trabajo, apunta a que sus críticas responden a que usa un lenguaje sencillo, y dispara contra la tele y los malls.


Layout 1

Pilar Sordo es controversial. Pero no es su método o escritura, sino los sentimientos que despierta. Tiene tantos admiradores como furibundos detractores. Su visita a la última Feria del Libro de Buenos Aires estuvo acompañada de dos revuelos claramente opuestos. Mientras, por un lado, su exposición fue la más concurrida de toda la feria, de modo que la Revista Ñ, uno de los magazines culturales más importantes de Argentina, le dedicó la portada de su versión online, por otro, la escritora y guionista argentina Carolina Aguirre la fustigó fuertemente en Twitter con frases como: «Le abriría la tapa de los sesos con una laja a Pilar Sordo para probarles a sus lectoras que adentro tiene una ensaladera vacía”.

Pero más allá de que en Argentina los ratings de los programas de TV  (donde se dio a conocer el tweet) se elevan con polémicas forzadas (como si en Chile no pasara), Pilar Sordo está consciente de su arrastre y de la antipatía que generan sus libros o reflexiones, calificadas por su detractores como mundanas y obvias. Para ella, sin embargo, el problema no está en la profundidad sino en la simpleza del lenguaje. «Lo que pasa es que en Chile hay que hablar difícil para ser inteligente», acota, sin demostrar enfado alguno, tal y como lo hizo al restarle importancia al ataque de la escritora argentina, recurriendo para ello a frases metafísicas: «No me alcanzaron a rozar el alma», dice.

Para superar la polémica intelectual en la cual siempre se la instala, la autora de No quiero envejecer (Editorial Planeta), su más reciente libro, el cual ella califica como el más «difícil de todos», prefiere adelantarse  a la crítica y declarar tajante: «Yo no soy escritora. Escritor para mí es alguien que crea, alguien que elabora desde sí mismo ciertas situaciones, lo que yo hago es transcribir o sintetizar investigaciones. No siento que eso sea un talento de escritor, probablemente lo cuento bien, pero para mí ser escritor es mucho más que eso».

A partir de su primer libro Viva la diferencia, la sicóloga –que se hizo conocida con sus apariciones en el matinal «Buenos Días a Todos»– ha escrito cinco libros más, todos best sellers. Ese es un hecho indiscutible, lo mismo que las constantes invitaciones que recibe para dictar conferencias en América Latina.

Si el éxito de sus libros no está en la literatura, ¿en dónde está? Sus detractores argumentan que sus textos representan la consolidación de la «cultura de lo desechable», donde los mecanismos de autoayuda sirven de analgésico, de placebo de enfermedades sociales reales, que no ayudan a salir sino que a cimentar el fondo.

Pilar Sordo lo niega. Al tiempo que repara en que sus libros no son «técnicamente» libros de autoayuda porque «yo no hablo de mí» y agrega que es importante asumir que «todos deberíamos tener la humildad de aceptar que necesitamos ayuda» y que rechazar estos textos a priori es una «acción de soberbia». E insiste: «Y técnicamente no lo son (libros de autoyuda) porque en definitiva lo que hago es transferir investigaciones».

Según cuenta la psicóloga, para escribir sus 6 libros ha realizado 8 investigaciones, que en modo alguno son metodológicamente clínicas, sino terapéuticas, como prefiere llamarlas.

«Primero el tema me tiene que hacer ruido a mí, algo me tiene que pasar en la ‘guata’ con respecto a un tema determinado, eso pasó, por ejemplo, en el caso de la educación de los hijos, en el caso de la pena, de la muerte o del dolor, o en el caso de la vejez en este último libro, cuenta.

«Después empiezo a preguntarle a personas que para mí son interlocutoras válidas dentro de América Latina, si el tema a ellos o ellas también les hace ruido y, si les pasa lo mismo, empiezo a armar grupos de talleres en distintos lugares de Chile y de América Latina. No son focus groups, sino que son más terapéuticos para las personas que participan. De ahí sale la información porque yo no trabajo con prehipótesis, ni preconcepciones, salen cosas, conceptos, palabras, que comienzo a chequear vía internet en forma un poco más masiva».

Luego de esto –explica Sordo– viene lo más complejo: «Traspasar la información a un lenguaje más sencillo».

«Y eso es justamente por lo que se me crítica en Chile, por bajar lo complejo, hacerlo sencillo, encontrar un lenguaje común para que, por ejemplo, un peruano entienda lo mismo que un dominicano, un salvadoreño o un argentino o un chileno. En eso es lo que más me demoro, de hecho en esta investigación particularmente, la de No quiero envejecer, fue la investigación más compleja que he hecho, me demoré casi un año en bajar los conceptos a términos sencillos para que la gente los pudiera entender».

Consciente también de que su metodología difiere de los métodos de investigación en psicología, Sordo nuevamente dispara para anticipar las críticas.

«Nunca he pretendido ganarme un premio científico de psicología, ni un Nobel de Literatura, yo quiero ser recordada por haber intentado llegar al corazón de la gente y haberle disparado, con una frase o algo de mis libros o investigaciones», arguye.

Uno de esos disparos tiene que ver –dice– con la lectura que ha hecho de la modernidad en los distintos países donde ha realizado sus investigaciones. En Chile, precisa que una de las falencias afectivas que hace que la gente compre muchos textos de autoayuda tiene que ver con una «sed abismante de ternura».

«Que tú no puedas encontrar monos de peluches en la calle es peligroso para un país, porque estamos remplazando eso por tecnología. Entonces hay poca suavidad, pocas palabras bonitas, porque son asociadas a la estupidez, la bondad se empezó a asociar al ser estúpido, falta amabilidad, falta sentido. Yo creo que lo más grave que le ha ido pasando a nuestra sociedad chilena es que hemos ido perdiendo el sentido de para qué hacemos las cosas y eso esta generando mucha depresión», reflexiona.

¿Pero aparte de esa falta de «bondad», que rol juega en la depresión de los chilenos la televisión?

-Mucho, responde.

«La tele genera realidades, los medios masivos generan la visión de mundo que determina el comportamiento, a nosotros las noticias nos dicen que el mundo es peligroso, que el mundo está lleno de gente mala, que nos tenemos que cuidar. Hay que tener mucha fuerza de voluntad para salirse de ese circuito. Es peligroso no tener la capacidad de darnos cuenta de que el mundo es mucho más de lo que los medios masivos nos intentan mostrar.

¿Y la cultura del consumo?

Horrible, a mí me alarma, me asusta, porque de verdad somos como líderes en el mundo hispano con respecto a ese tipo de comportamientos.

En otros países, aunque existan malls, la gente no tiene el hábito de ir como de paseo de domingo, por ejemplo, en Buenos Aires está lleno de shoppings y de malls, pero la gente está tirada en el pasto en Palermo. No es cómo acá que están repletos, que casi no se puede caminar. Eso tiene que ver con varias cosas, por un lado está la sensación de inseguridad, donde el mall remplazó la plaza, en términos de que es un espacio público confiable, y también remplaza su rol, ya que se forman instancias familiares en el mall. Entonces, el papá separado lleva a los niños al mall porque se le soluciona un problema, puede hacer varias cosas a la vez, comprarles un regalo, comer, etc. y vuelve con la sensación de haberlo hecho bien. En el parque el papá esta obligado a crear y está obligado a inventar qué va a hacer con el niño, a qué juegan, vigilarlo, jugar con él.

El mall soluciona el no pensar, concluye.

Publicidad

Tendencias