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Gismonti y Vasconcelos revivieron Dança das cabeças

Gismonti y Vasconcelos revivieron Dança das cabeças

El pasado domingo 8 de junio se llevó a cabo el concierto que reunió a dos grandes íconos de la música brasileña: Egberto Gismonti y Naná Vasconcelos. El motivo de su encuentro fue revivir Dança das cabeças (1976), obra magistral del género fusión que catapultó la carrera de ambos estandartes de la música latinoamericana y puso en el centro del mundo las complejas relaciones existentes entre la música popular, la música académica y las propuestas creativas de los países tercermundistas.


Casi 40 años separan este especial concierto de Dança das cabeças en Chile de su estreno mundial el año 1976. El álbum, grabado en Noruega por el sello EMC (Edition of Contemporary Music) -por motivo del proteccionismo económico de la dictadura en Brasil que dificultaba en gran medida las producciones extranjeras-, reúne a estos dos importantes referentes que bien han sabido plasmar, en ritmo, melodía y armonía, todo ese multiculturalismo latente en nuestras músicas latinoamericanas.

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Foto: Gentileza Gaspar Garros

Dança das cabeças, “cuenta la historia de dos «curumins” caminando en el bosque (curumim: Palabra en el tupi guaraní significa hijo de la selva). Los niños a veces se encuentran en los claros muy soleados; a veces en regiones muy seca, muy húmedo, con muchos insectos y animales; con muchos ríos y aves; a veces dominados por el miedo, la alegría, o la duda”, confiesa Gismonti, en entrevista exclusiva con el Mostrador Cultura + Ciudad. Una atmósfera con aires y sonoridades de la selva amazónica, y que estos dos genios de la música, bien lograron hacer sentir a la audiencia reunida aquel domingo 8 de junio en el Parque Araucano.

Naná Vasconcelos  -percusionista caracterizado por introducir el birimbao a las grandes salas de concierto- conmovió a todos desde el inicio. Sus movimientos orgánicos, naturales y espontáneos traían al escenario la presencia física del cuerpo como elemento primordial en toda interpretación musical. Naná, de piel morena, situado al lado derecho de nuestros ojos,  representaba la presencia africana y de los indios brasileños: el ritmo, el instinto, la conexión con el cuerpo, la danza, los tambores, las semillas. Respiración y  voz como instrumentos primigenios para la música. Todos estos elementos nos conectaban con una dimensión en la cual funciona otro tipo de inteligencia, aquella que va más allá de la lógica, justo allí donde comienza el conocimiento por analogía.

ZG

Foto: Gentileza Gaspar Garros

Por su parte,  Gismonti, bien daban cuenta del increíble historial musical tras de sí: intérprete en piano y guitarra, maestro en la composición; alumno de Marie Laforet, Nadia Boulanger y Jean Barraqué –discípulo de Anton Weber-; amante de la música popular brasileña, del folclor, el rock, el jazz y el canto que surge de forma espontánea. Todo ese cúmulo de información allí presente sobre el escenario y maravillosamente integrado por una mente que bien supo procesar cada elemento de su formación para ofrecernos una propuesta novedosa y creativa que bien recuerda a las obras del modernismo brasileño de los años ´20 y ´30, -el movimiento antropófago, Mario y Oswald de Andrade, Tarsila do Amaral, o Heitor Villalobos-, uniendo cada eslabón musical como si se tratase de un tejido inmenso, hilado con paciencia y un profundo respeto por todas las músicas oídas por Gismonti a lo largo de su vida, sus viajes y experiencias con tantos otros compañeros de ruta.

Quarto mundo n.º1, Dança das cabeças, Aguas luminosas, Celebração de nupcias, Porta encantada, Quarto mundo n.º 2, Tango, Bambuzal, Fe cega faca amolada y Dança solitaria, se iban sucediendo una tras otra con total fluidez y conexión. Gismonti moviéndose con soltura entre su guitarra de 10 cuerdas y el piano, y Naná Vasconcelos, siguiéndolo en ocasiones, y en otras, proponiendo su propio ritmo y atmósfera, interpretando de forma genuina, ese sentir de los dos niños curumins, adentrándose en la selva, en su vida y en esos 38 años de historia alrededor de Dança das cabeças. Sin duda, una noche excepcional unida al disfrute y el carisma de estos dos maestros de nuestra música.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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