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Mostradoc: “Porque vomitan”, un filme que refleja cómo vemos realmente la inmigración Este documental fue desarrollado en el marco del proyecto Escuela Popular de Cine

Mostradoc: “Porque vomitan”, un filme que refleja cómo vemos realmente la inmigración

El viernes Mostradoc estrenó el cortometraje de Bárbara Gajardo. Se trata de la exhibición del décimo sexto capítulo de «Mostradoc: Territorio del cine chileno», que se adentra en la vida de niños inmigrantes en comunas marginales, la relación con sus compañeros y el proceso de adaptación pese a sus diferencias.


«Mostradoc», el primer programa de cine de la TV digital, presentó el viernes en su décimo sexto capítulo “Porque vomitan” (2013), un filme que reflexiona sobre la ignorancia y el racismo frente a los inmigrantes.

Este documental, desarrollado en el marco del proyecto Escuela Popular de Cine, se adentra en la vida de niños inmigrantes en la comuna de Lo Prado, la relación con sus compañeros en el marco de un taller de danza del colegio Golda Meir y el proceso de adaptación pese a sus diferencias, donde conviven un niño negro colombiano, un chico peruano que reniega de su origen y cuyo mejor amigo es un chileno neonazi.

Un filme lleno de realismo sucio, gracias a una cámara en mano que rara vez está quieta, lo que le otorga al espectador una rara cercanía con sus protagonistas.

La experiencia en la escuela

Gajardo entró en la Escuela Popular de Cine en 2013, proveniente del mundo de la danza y después de tres años de residencia en el exterior.

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“Hace mucho me estaba relacionando con el mundo audiovisual como intérprete en algunas realizaciones”, explica la directora en el programa, entrevistada por el conductor de Mostradoc, Fernando Caro, al ser consultada sobre su experiencia en la Escuela, que en cinco años ha logrado terminar diez películas.

“Pero me interesaba poder aprender ese lenguaje” en la entidad, una escuela gratuita y de trato horizontal, “que trabaja directamente con la gente en barrios populares de Santiago y regiones”.

“Fue una experiencia súper enriquecedora, me encantó, más allá del trabajo en la Escuela, que es interesante en sí, de poder acercar las herramientas del cine a todo el mundo, porque hay una exploración en términos de lenguaje audiovisual muy potente. Me abrió la cabeza frente a planteamientos de temáticas interesantes y su problematización”, señala.

En este caso, Gajardo optó por el documental, aunque le gustan otros géneros. Para esto fue clave una estadía de ocho meses en Mali, en África, donde aplicó la danza en un taller de violencia de género para mejorar la autoestima de las mujeres.

El proceso fue filmado por una amiga cineasta italiana, a la cual luego ayudó a editar el material. Fue así como se familiarizó con el lenguaje cinematográfico y se dio cuenta de sus potencialidades.

Rudo pero cotidiano

En el documental se observan diversas opiniones, tanto de jóvenes racistas como de los propios inmigrantes. De hecho, el título deriva de una afirmación de un niño chileno que dice que no le gustan los peruanos «porque vomitan» y «los chilenos no». ¿Cómo impactó esto a Gajardo?

“Fue rudo, pero también es algo cotidiano”, responde. “Hay que tener claridad en que no existe esta noción tan romántica de que la niñez tiene toda esta cosa linda. Los niños también son rediscriminadores y son bien terribles en la infancia”. Y aunque en principio quería trabajar sobre mujeres y migración, se le dio la posibilidad de hacerlo con niños (estaba haciendo un taller de danza con ellos) y optó por eso.

Marco, un chico de la escuela que se autodenomina “nacionalsocialista”, es uno de los personajes.  “Te produce cierto resquemor, pero conociendo su historia de vida entiendes cómo llega a ese lugar”, afirma sobre un personaje cuya cara nunca se muestra.

La directora cuenta que esto no solo fue para protegerlo, porque el tema no era él, sino mostrar “qué está ocurriendo con nuestros niños aquí al lado. Todo el mundo se hace el tonto pero de algún modo igual se valida. Los padres validan que ‘no te juntes con el peruano porque es más negrito’”.

Otro de los personajes es Kochachi, un niño que reniega de su origen peruano. Su padre es chileno y su madre es peruana, “pero él nunca me dijo que era efectivamente peruano. Para él era un tema conflictivo”. Y paradójicamente su mejor amigo era Marco, el neonazi.

“Creo que (el tema de la identidad) les pasa mucho a los hijos de inmigrantes”, al venir primero sus padres y luego ellos, con largo tiempo en medio separados. “No saben si realmente escogieron vivir acá o no”, explica.

Mirada de niño

Una característica de la película es que Gajardo trata de filmar desde la mirada de un niño. “Quise construir un relato desde ellos, con su visión. Obviamente yo les hacía preguntas para que la conversación fluyera y se generara confianza, que es algo fundamental” y fue posible porque se conocían hace mucho tiempo por las clases.

“La idea era que ellos contaran su propia experiencia con la inmigración. Yo les preguntaba si tenían amigos de otros países, quiénes eran, dónde vivían, qué hacían, para que así fueran saliendo las cosas”, cuenta.

A pesar del creciente número de inmigrantes, según el Censo de 2012 en Chile los extranjeros apenas alcanzan las 340.000 personas, un 2% de la población. ¿Por qué aún así hay racismo entre los chilenos, en opinión de la directora?

“Creo que tiene que ver con el miedo, con cosas históricas y culturales profundamente arraigadas en nuestro país”, responde. “Es difícil de analizar, porque tiene un montón de aristas. Chile reniega del mestizaje, de sus pueblos originarios. Hay un montón de temas con la identidad, no está clara, solo aparece como un nacionalismo extremo para los partidos de fútbol y el 18 de septiembre, cuando siento que es mucho más fácil identificarse con pueblos cercanos, vecinos, que con el mundo neoliberal que existe afuera”.

El filme causó un singular impacto en el público francés que lo vio en el Festival de Toulouse. “La gente decía, ¿de qué están hablando?, si son iguales todos. No podían imaginar que el racismo podía existir en este lugar del mundo. Este microrracismo es muy extraño”.

Gajardo insiste en que su obra no trata de juzgar y condenar a los niños. “El tema es qué está ocurriendo con nuestros lugares, nuestros colegios, no solo con el racismo sino con cualquier tipo de discriminación”, manifiesta.

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