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Candidata al Oscar: “En primera plana”, investigar es un juego de solitarios

El filme dirigido por el director norteamericano Tom McCarthy, compite por seis estatuillas de la Academy Award 2016: mejor película, actor masculino secundario, intérprete femenina de reparto, director, libreto original y edición de montaje. Basada en el origen de los reportajes periodísticos (2002), que develaron el encubrimiento de sacerdotes pedófilos a través de décadas, efectuado por la Arquidiócesis católica de Boston, en Estados Unidos -y que consiguió un premio Pulitzer, al año siguiente-, en esta película se subrayan la agilidad narrativa del relato, y la eficacia artística de su elenco.


Luego de que el diario impreso The Boston Globe comenzara a publicar en su portada una serie de artículos en los que revelaba la acción displicente y permisiva del cardenal arzobispo Bernard Francis Law, en cuanto a sancionar y castigar los abusos deshonestos en contra de menores (sexuales y de orden psicológico), cometidos por decenas de presbíteros bajo su jurisdicción; en la capital cultural y económica de la región conocida como Nueva Inglaterra (noreste de los Estados Unidos), ya nada sería lo mismo para la Iglesia Católica Romana allí, y en el mundo entero.

Después del impacto producido por esa noticia (lanzada en enero de 2002), se generaría un efecto dominó: nuevas denuncias en el resto de aquel país, luego en Irlanda y posteriormente en otras naciones de Europa. Law debió renunciar a su cargo, y la oleada de hechos similares que aparecieron en distintas localidades norteamericanas, obligaron a la Iglesia a cancelar millonarias indemnizaciones en dinero a las silenciadas víctimas, y asimismo, el final del gobierno apostólico de Juan Pablo II (fallecido en 2005), se vería ensombrecido y hasta cuestionado por algunas voces críticas.

El nacimiento, el transcurso y la culminación de esa investigación periodística, envuelta en los códigos y libertades propias de la ficción, alimentan la trama que exhibe “En primera plana” (Spotlight, 2015), el quinto largometraje dramático del realizador Tom McCarthy (Nueva Jersey, 1966), una cinta que compite por el Oscar a la mejor película, para la próxima edición de los Academy Awards.

En primera plana 3

Gran libreto

Las mayores virtudes audiovisuales del presente largometraje, radican en su libreto y en las labores ejecutadas por la edición final: asuntos particulares y restrictivos, a una sala de montaje. Después, en las sugestivas actuaciones de Mark Ruffalo y de su compañera profesional y de faenas en esta oportunidad, la rubia Rachel McAdams. El relato es complejo, preñado de aristas y de detalles, y demandante en relación a sus necesidades explicativas y argumentales.

Los espectadores deben entender sin asomo de dudas las pericias de un grupo de tres reporteros y su editor, alrededor de esa enmarañada, poderosa, e influyente red de protección, que en vez de castigar a los sacerdotes acusados de sistemáticos apremios sexuales y pedófilos, los reubicaba en otras parroquias, o bien, los exculpaba enviándolos a anónimas casas de acogida o de reposo, a la manera en que lo sugiere la obra “El club”, del cineasta chileno Pablo Larraín Matte, por ejemplo.

De esa forma, la columna vertebral del libreto se halla en sintonía estructural con las exigencias narrativas y cinematográficas de la trama y del director, en las exigencias emanadas por éste hacia la cámara y en el desenvolvimiento propio de los actores. Las escenas, así, que debían encuadrar una serie de pormenores dramáticos y literarios, también presentaban la obligación de mantener prendida la atención de las audiencias sin agobiarlas, o lo que es peor, aburrirlas. Eso, se logra.

La sucesión de fotogramas es rápida, sustanciosa, pero coherente: el bombardeo de conflictos teatrales no rompe jamás, el cauce de lo que debería ser un relato audiovisual claro, honesto, e intenso (a veces, que alcanza las cotas de un thriller en su representación diegética y ficticia).

En ese ámbito de análisis, la conjunción entre libreto, y decisiones del montajista, se observan acertadas, mancomunadas y reguladas por las instrucciones provenientes de la pluma y de la mente de los escritores del guión (Josh Singer y el mismísimo Tom McCarthy).

La acción descrita en el texto matriz, ordena la lógica de las secuencias captadas por la cámara, los propósitos creativos y la búsqueda artística del realizador, y la intuición y la preparación psicológica de los actores (creación de caracteres); y por último, la concreción grabada y filmada digitalmente, finalizadas (y conquistadas) en su recta final, por el editor que postula a un premio respectivo, en esta versión del cónclave de Hollywood 2016 (Tom McArdle).

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Las pesquisas

Y ese torbellino de emociones y de deslizamientos cinéticos: las pesquisas llevadas a cabo por aquella sección del The Boston Globe, sus descubrimientos, las contrariedades surgidas en el trayecto de la indagatoria, las presiones indebidas de autoridades civiles y ciudadanos influyentes, y la intimidad afectiva y sentimental de esos periodistas (sólo profundizada en los roles de los mencionados Ruffalo y Adams, y apenas insinuada y escasamente explorada -pese a la fuerza emocional de algunos de esos caracteres-, para los restantes editores y reporteros, entre los que destacan los personajes encarnados por Michael Keaton, Liev Schreiber y Brian d’Arcy James).

En esa perspectiva, el grupo encargado de la primera página del diario, acaba por constituirse bajo los rasgos humanos de un grupo de solitarios obsesionados y atravesados mentalmente por las puras y absolutas incidencias de sus tareas cotidianas y profesionales, excluyendo todo lo demás, salvo, en los casos ya nombrados (ambos papeles disputan las estatuillas a mejor actor de reparto y actriz secundaria, respectivamente).

La puesta en escena es generosa en sus ambientaciones: la sala de redacción de un gran periódico, sus pasillos, archivos y modernas instalaciones, las calles del centro de Boston, las calzadas de sus barrios residenciales, los templos católicos como símbolos del poder y de la coerción indebida, los parques urbanos, las cafeterías donde se entrevistan los reporteros y las víctimas, y hasta las sencillas habitaciones donde moran esos sabuesos y cazadores de la información.

Comparación con Watergate

Entonces, además de espesor dramático y multitud de datos y minucias literarias, esos motivos temáticos se manifiestan fílmicamente en abundantes locaciones externas, y desparramadas sobre dormitorios y salas de estar adornados con la frialdad inherente a seres que dejan de lado su afectividad, por la opción y la preferencia existencial, dirigidas hacia la realización profesional, el descubrimiento y la persecución de un “golpe” noticioso.

Comparada con “Todos los hombres del presidente” (1976), aquella mítica producción estelarizada por Robert Redford y Dustin Hoffman, y premiada por la Academia hace 40 años, “En primera plana” se encuentra lejos de la simbología épica de esa renombrada cinta. La investigación del caso Watergate –también galardonada con el Pulitzer en su momento-, finalmente derribó a uno de los mandatarios más importantes y poderosos del siglo XX estadounidense, en plena Guerra Fría: el republicano Richard Nixon.

La categoría en la ejecución y en la edición del montaje, sin embargo, en este título comprobada, la prestancia y rapidez de los diálogos y las admirables descripciones de las secuencias, sumados al delineamiento psicológico de un par de personajes, convierten al largometraje de Tom McCarthy, en un crédito para tener anotado en una revisión y resumen de los filmes aplaudibles, sin duda, estrenados durante esta parte de la temporada.

Pero amén de esas columnas literarias, y que corresponden a un aspecto esencial en la elaboración de una pieza audiovisual, empero, en su faceta netamente cinematográfica (cámara, ideología fílmica y la forja de una concepción particularísima de la realidad ficcional y de su enfrentamiento con la tridimensionalidad), este título carece de unas cualidades que lo sitúen más allá de un nivel sólo aceptable y regular.

Las posibilidades de “En primera plana”, para vencer a “El renacido”, de Alejandro González Iñárritu, sin ir más lejos, en la lucha por quedarse con el botín mayor, el Óscar a la mejor película son mínimas, improbables, y si sucede lo contrario, resultaría una sorpresa mayúscula, inaudita e inolvidable.

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