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Festival de Jazz de Providencia: Un cierre con una estrella legendaria y algunas dudas Jornada de clausura

Festival de Jazz de Providencia: Un cierre con una estrella legendaria y algunas dudas

Fue un cierre de alto nivel en una muestra un tanto dispareja, donde la participación de las bandas chilenas fue de más a menos y que no reflejó el real nivel de la actividad en el último tiempo en nuestro país. Los invitados extranjeros, por el contrario, sumaron momentos altos y exhibieron una variedad acorde a las pretensiones del encuentro. Es esperable que el entusiasmo del público, quien repletó las tres noches a ambos lados del río, pueda traspasarse a los escasos clubes de jazz de la capital para dinamizar una escena que pasados los festivales veraniegos vuelve a su formato de “nicho”


La jornada de cierre del encuentro del Parque de las Esculturas fue la jornada más irregular de las tres noches de jazz en Providencia, ofreciendo dos programas demasiado opuestos que poco dialogaron entre sí y que sembraron la duda del aporte de algunos de los grupos nacionales escogidos para esta edición.

Porque cuesta entender cuál fue el criterio para haber incluido en la parrilla de este año a Angel Parra Trío. El guitarrista, nombre fundamental de la música chilena de las últimas décadas por su trabajo junto a Los Tres y con muchos años de trayectoria alternada con su propio proyecto, hace más de una década dejó los límites de lo que suele denominarse jazz –pese a lo que del nombre podría deducirse- y ha deambulado por un amplio repertorio popular con momentos de éxito masivo y esfuerzos por recuperar hitos del cancionero chileno.

Desde ese punto de vista, y a riesgo de parecer purista con el sello que se le ha imprimido al festival en sus últimas ediciones, su presencia es al menos discutible en la medida de que hoy no es un exponente local del género ni refleja el desarrollo que este ha tenido en el último tiempo pensándolo como la natural vitrina y reconocimiento de los jazzistas nacionales, como sí fue el caso de Agustín Moya. El set de Parra y sus músicos (el destacado Andy Baeza en batería, nombre referencial para los jóvenes jazzistas locales) tuvo un pulso fuertemente rockero en concordancia con su trabajo anterior en Los Tres, en algún momento en sintonía con el jazz rock más eléctrico y en la mayoría de las veces derechamente rock, por momentos cerca del estilo físico y ornamental de Joe Satriani.

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Esta vertiente rockera de Parra –nada distinto a sus inclinaciones conocidas pero esta vez más estridente y falto de matices- se vio reflejado en sus covers de Violeta Parra, los que tuvieron como apoyo la presencia de la cantante Moca, una intérprete con especial capacidad para la chanson francesa pero que aquí no lució en estas versiones que sonaron demasiado eléctricas e hiperbolizadas, como el caso de “Maldigo del alto cielo”.

Quizás el ser un nombre que resuena a masividad puede explicar esta inclusión, pero en un circuito local con propuestas cada vez más variadas y exponentes de primer nivel pero que carecen de popularidad, hace discutible esta decisión menos aún en un año que se editaron más de 30 discos de jazz nacionales lo que refleja la buena salud de la escena local.

El sonido ampuloso de Parra tuvo su contraparte en el cierre a cargo del legendario saxofonista estadounidense Dave Liebman, un histórico colaborador de Miles Davis y Elvin Jones y uno de los más dotados tenoristas de la escuela coltraniana desde los años setenta. Liebman es un improvisador de fuste y vino a Chile a revisionar el clásico álbum que grabó en 1972 con el baterista Elvin Jones (percusionista fundamental de Coltrane), “Live at the Lighthouse”, una de las piezas anclas del hard bop contemporáneo.

Cuando tenía 26 años, Liebman integró el cuarteto de Jones, una formación pianoless con dos saxos tenores al frente, y donde participaba además el contrabajista Gene Perla. Este formato fue considerado una heterodoxa formación para esos años pero le dio fama mundial a Liebman, quien el mismo 1972 tocó en Chile con esta formación en el edificio de la UNCTAD (actual GAM) y el Teatro Oriente. Recordando esa placa histórica, Liebman presentó el sábado en el Festival de Jazz de Providencia una versión remozada del cuarteto original y que mantuvo a Gene Perla, sumando al saxo tenor Adam Niewood y al extraordinario baterista Adam Nussbaum (sidemen de Toots Thielemans y Chris Potter), un percusionista que desciende directamente del árbol genealógico de Jones.

Bajo el nombre de “New light”, la apuesta del cuarteto fue revivir este disco clásico en un formato deliberadamente íntimo, donde las extensas composiciones como “Fancy free” y “Sambra” se fueron desplegando en un lento crescendo que permitió a sus integrantes lucir atmósferas delicadas e hipnóticas. Las poderosas líneas armónicas de los saxos flirtearon por momentos con un sonido vanguardista lo que sorprende al ser un disco grabado originalmente en 1972.

Reunidos en el centro del amplio escenario y enfrentados entre sí, con Liebman sentado de costado al público, la apuesta del cuarteto fue generar un ambiente introspectivo que requirió una escucha atenta y dedicada, lo que fue premiada con gran entusiasmo por el público, quien reconoció una propuesta de fina estirpe y que desciende de un hito en la historia del jazz.

Fue un cierre de alto nivel en una muestra un tanto dispareja, donde la participación de las bandas chilenas fue de más a menos y que no reflejó el real nivel de la actividad en el último tiempo en nuestro país. Los invitados extranjeros, por el contrario, sumaron momentos altos y exhibieron una variedad acorde a las pretensiones del encuentro. Es esperable que el entusiasmo del público, quien repletó las tres noches a ambos lados del río, pueda traspasarse a los escasos clubes de jazz de la capital para dinamizar una escena que pasados los festivales veraniegos vuelve a su formato de “nicho”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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