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René Silva, el compositor de piezas clásicas que no apunta a la socialité El miércoles estrenó en la U. de Santiago una pieza en recuerdo de los desaparecidos de Paine

René Silva, el compositor de piezas clásicas que no apunta a la socialité

Ha escrito obras sobre una matanza obrera en la Patagonia y el conflicto mapuche. «En general, lo que me gusta es trabajar la identidad chilena y latinoamericana. Y cuando hablo de identidad, de manera inevitable voy a llegar a lo social y lo político», comenta.


Un hombre joven, que empezó tocando guitarra en el colegio, armando bandas de rock con sus compañeros, y hoy compone música clásica «comprometida», es René Silva (Santiago, 1984), que acaba de estrenar con la Orquesta Clásica de la Universidad de Santiago su última obra, una pieza de diez minutos que recuerda a las víctimas del terrorismo de Estado en Paine.

El debut ocurrió el miércoles de esta semana bajo la dirección del maestro Nicolás Rauss, el mismo que comisionó a Silva la composición de una obra para la ocasión, en un repertorio de acceso gratuito que además recorrió el post clasisimo y pre romantisismo italiano, checo y alemán de la mano de Gaetano Donizetti, Franz Krommer y  Robert Schuman.

«Ocultaron las estrellas, pero quedan las estelas… (del cielo azul)», la pieza de Silva, hace un homenaje a los 70 desaparecidos de Paine, la comuna con el triste récord de tener la mayor cantidad de muertos a manos de civiles de derecha, carabineros y militares de todo Chile. Allí muchos campesinos beneficiados por la Reforma Agraria sufrieron la «venganza latifundista» tras el golpe de Estado. Hoy un memorial los recuerda en el enlace del acceso sur de Santiago.

Memorial de Paine.

Comprometido y premiado

Silva conoce bien Paine. Durante 10 años ha dirigido allí la Orquesta Sinfónica Municipal de la localidad, que en realidad es para los niños y jóvenes del municipio. Muchos de ellos son descendientes de las víctimas del golpe militar. Complementa esta actividad con media jornada en la universidad Alberto Hurtado y un ramo en la Universidad Católica.

Residente en San Bernardo y profesor de música de formación, con estudios en la Universidad Nacional Andrés Bello, Silva se perfeccionó en la Universidad de Chile y hoy hace un doctorado en la UC.

En su currículum cuenta con varias obras que denotan su preocupación por la historia de Chile, con las cuales además ha ganado varios premios.

«Cerro Chena. Estación de la memoria», que recuerda a los trabajadores de la maestranza de San Bernardo, varios de los cuales fueron asesinados por los militares en el Cerro Chena en 1973, obtuvo en 2014 el segundo lugar en el género clásico del Concurso Nacional de Composición Musical Luis Advis.

En tanto, «Cantata por las ánimas del Baker», que presentó en Castro, está basada en poemas del poeta Manuel Zúñiga y habla de una matanza de obreros en Caleta Tortel de 1906, mientras «Y todavía tiene una pena», que alude a la canción de Violeta Parra («Arauco tiene una pena») y aborda el conflicto mapuche, ganó un concurso de compositores en Concepción en 2014.

Por algo su tesis de magíster se tituló «Música y compromiso».

Aunque música clásica y compromiso social no suenan precisamente en armonía, Silva se inspira en la obra que realizaron en los años 60 otros compositores como Fernando García, León Schidlowsky y Gustavo Becerra. No cree que el género sea exclusivo del Teatro Municipal de Santiago y el círculo oligarca alrededor de la socialité Mary Rose McGill.

Rauss y Silva. Foto: Alvaro Hoppe.

Un tema por encargo

Su última obra  la escribió durante el último verano -entre enero y febrero- en su taller en la casa de San Bernardo, donde puede trabajar con sosiego en su calidad de soltero sin hijos, aunque con polola. Allí también escucha sus discos de vinilo, cuando no lo hace en su auto con Deep Purple, Queen o Inti Illimani. «Me gusta componer en las noches, cuando hay silencio, tranquilidad, o en las mañanas».

«Este año el maestro Nicolás Rauss decidió realizar encargos a compositores chilenos. Me pidió enviarle mandarle material mío y le mandé Cerro Chena y Y todavía tiene una pena. Ambas tienen un cariz social y político. Conoció mi música y me pidió si le podía escribir una obra».

«Creo que le llamó la atención mi lenguaje. No le incomodó el tema político de mi obra. Además la universidad tiene su historia , así que viene bien presentarla allí», en una universidad «del pueblo» que se precia de ser la cuna de grupos como Inti Illimani y que posee en Víctor Jara -trabajador de ella hasta el día de su asesinato- a uno de sus símbolos.

«Me dio bastante libertad y sólo me limitó en la duración. Una obra breve, de entre seis y ocho minutos, por el programa donde iba a ser dispuesta», relata. Y escrita, claro está, para los instrumentos que tiene la orquesta de la U. de Santiago.

Paine, una conexión personal

La conexión con Paine, ya se ha dicho, es personal.

«A medida que trabajé allí, me fui impregnando de su historia. Sabía que en Paine había desaparecidos, pero desconocía que era la comuna con mayor cantidad de víctimas (del país) en relación a su población. Tampoco sabía que existía un memorial. Todo eso lo comencé a conocer cuando me relacioné con la gente, con la comunidad, con los niños, muchos de los cuales tenían familiares que habían desaparecido», dice.

«Desde hace mucho tiempo tenía la idea de hacer una obra como de homenaje a la comuna, y en especial a sus desaparecidos. Era una deuda personal, porque uno se encariña con los lugares, sobre todo cuando uno es profesor y hace clases. Y justo se dio el encargo de la Usach, y como el maestro Rauss me dio toda la libertad, hice esta obra».

La construcción musical de la obra está directamente vinculada con el memorial. «Tiene algo muy bonito, que son los mosaicos, que hicieron las setenta familias de los setenta desaparecidos. Cada uno representa a un desaparecido. El mosaico se construye desde algo que está roto. Y la obra tiene justamente esa fragmentación, son fragmentos musicales que se van uniendo y generando algo. De repente hay cosas muy puntillistas y se unen y forman un acorde. Y finalmente la obra llega a una sección muy apacible, muy cantabile, donde todo el caos anterior toma forma, como la construcción del memorial».

La pieza incluye tambores -en alusión al tambor militar- y unas trompetas -que aluden a la fanfarria uniformada- pero son unos cellos los que Silva identifica con el memorial, «que logra no haber olvidado a estas personas».

Todo esto se sintetiza en el título, «Ocultaron las estrellas, pero quedan las estelas… (del cielo azul)». Paine, en mapudungun, significa «cielo azul». «Las estrellas son los desaparecidos, mientras las estelas se refiere a la memoria que se logró mantener en la comuna mediante el memorial».

La impronta política

«Siempre tuve la inquietud de hacer una obra que tuviera una representación en las personas, en la comunidad», dice para explicar la impronta política de su obra.

«Cuando hice mi tesis de Magister en la Universidad de Chile, mi tema fue ‘Música y compromiso’. Allí ordené mis ideas y me dediqué a estudiar a la generación del 60: Fernando García, Roberto Falabella, Gustavo Becerra, Sergio Ortega y (el peruano) Celso Garrido Lecca», con quien luego tuvo clases en Lima. «Esta generación trabajaba el tema social, y tras estudiarla se vio fortalecida esa tendencia».

Admite que la música clásica, a primera vista, parece asociada la élite. Él la conoció realmente estudiando pedagogía, «donde mi di cuenta que era un mundo maravilloso», y recogió las influencias de Claude Debussy, Maurice Ravel y su maestro Rafael Díaz, para agregarlas a las que ya tenía: Víctor Jara, Violeta Parra, la música de  los pueblos originarios y la religiosidad popular del norte de Chile.

Cree que con la música clásica ha habido, sin embargo, un cambio en Chile.

«Ha habido una apertura y una nueva percepción de la gente. Con las Orquestas Juveniles, que ya son 600 en todo Chile, la música clásica ya no es algo de otro mundo. Da gusto ver a mis alumnos de Paine que van a un concierto a escuchar a Tchaikowski o Mahler. La misma orquesta de la Usach da un concierto semanal gratuito. Hoy hay mucha más oferta, aunque todavía falta».

¿Qué quiere transmitir este joven artista con su obra?

«En general, lo que me gusta es trabajar la identidad chilena y latinoamericana. Y cuando hablo de identidad, de manera inevitable voy a llegar a lo social y lo político. No es que haga un arte político. Lo que me interesa es lo latinoamericano. Cuando me pongo a hablar de Latinoamérica, inevitablemente tengo que hablar de lo social y lo político, porque es un continente que está lleno de luchas sociales, de historias».

Una búsqueda de las raíces que hoy ve en sus pares chilenos, como la Banda Conmoción y su reivindicación de la música nortina.

«Ese fenómeno (de recuperar lo nuestro) me parece interesante. Es una veta super rica que, hace algunos años atrás, había sido dejada de lado -hubo una dictadura- y hoy se está retomando. Hay una revaloración, en un momento en que la gente no está social ni políticamente satisfecha ni mucho menos».

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