Publicidad
Gira de la Roja: un experimento y una confirmación

Gira de la Roja: un experimento y una confirmación

Chile perdió los dos partidos sin siquiera anotar un gol, pero la diferencia de juego y de categoría en el segundo encuentro hizo que el balance no fuera tan lapidario como se pensó en un momento.


Después de la mueca de disgusto de mitad de semana, al menos se dibujó una sonrisa de conformidad el domingo.

Frente a Irán, un conjunto inferior en el ránking y poco prestigiado en el concierto mundial, y utilizando una formación mixta, la Selección Chilena abrió un libro de interrogantes y dejó los ánimos muy por el suelo. Frente a Brasil, uno de los mejores equipos del planeta, invicto en los ocho partidos de la era Dunga, la Roja se plantó con personalidad y estuvo lejos de hacer el ridículo.

Perdió con los dos sin siquiera anotar un gol, pero la diferencia de juego y de categoría en el segundo encuentro hizo que el balance de la gira no fuera tan lapidario como se pensó en un momento.

Se trataba -no hay que olvidarlo- de partidos aptos para la observación de jugadores, con la mira puesta en la Copa América. Visto así, Jorge Sampaoli podía darse el lujo de presentar, al menos en el primer partido, una formación experimental. Hizo eso, y le fue mal. Después, enfrentado a Brasil, mostró una escuadra muy similar a la que buscará en junio el primer título sudamericano. Tampoco hubo abrazos, pero dejó la sensación de que hay material para hacer un buen papel.

MIÉRCOLES NEGRO

El primer tiempo del partido del miércoles está dentro de lo peor que ha hecho la selección desde que la dirige Sampaoli.

Si el entrenador hubiera tenido que entregar la nómina definitiva esa misma noche, la guillotina habría trabajado un montón. La formación inicial incluía apenas a dos titulares (Claudio Bravo y Gonzalo Jara), tres jugadores caseros (Juan Cornejo, Erick Pulgar y Mark González), cuatro que se desempeñan opacamente en equipos extranjeros (José Pedro Fuenzalida, Enzo Roco, Rodrigo Millar y Eduardo Vargas) y dos que han mostrado cierta continuidad, pero no terminan por convencer (Matías Fernández y Fabián Orellana).

El arquero y el central izquierdo tuvieron poco trabajo y quedaron aprobados. Lo mismo puede decirse del lateral y el puntero izquierdos. Pero las notas rojas habrían abundado por el sector derecho. Fuenzalida, Pulgar y Orellana fueron incapaces de gestar alguna jugada de riesgo y nunca pudieron combinar con alguna precisión.

Los equipos de Jorge Sampaoli se caracterizan por las sociedades que forma en distintos sectores. La sincronización que logran esos tríos para marcar, anticipar y combinar son la base para el funcionamiento general. Esos tres no pudieron cumplir ninguna de las obligaciones encargadas. Al revés, por la izquierda, Cornejo, Fernández y González pudieron entenderse mejor y gestar las mejores ocasiones para convertir.

Con el ingreso de algunos ya probados (Alexis, Isla, Medel, Aránguiz, Pizarro y Gutiérrez), el equipo mejoró notoriamente. No alcanzó siquiera para descontar, pero la imagen cambió y dejó muy claras las diferencias de capacidades entre los que ingresaban y los que salían.

Y eso se notó en el partido siguiente.

 DOMINGO GRIS

El partido del domingo en Londres sorprendía a los dos equipos en situación muy distinta a la que tenían en el Mundial del año pasado: no era el mismo Chile, por el decaimiento individual de la mayoría de sus integrantes, y no era el mismo Brasil, por el cambio de técnico y la renovación del plantel.

Siendo una incógnita, como lo es cualquier partido en cualquier parte, el favoritismo se inclinaba abiertamente por Brasil. El reciente 3-1 de la verde amarela sobre Francia, en París, contrastaba con el 0-2 de la Roja ante Irán en Sankt Polten.

Pero esta vez Sampaoli recurrió a lo mejor que tiene. Puso a los indiscutidos. Y con eso desarrolló un juego que abre ilusiones.

Sorprendió la inclusión de Miiko Albornoz, pero fue un acierto. Recurrió a dobles marcas por los costados para contrarrestar las subidas de los laterales brasileños, y no hubo sufrimientos. Presionó con una intensidad que maravilló a los ingleses, y apagó a Brasil durante una hora. Contó con un trío de volantes fieros en la marca y atinados en la entrega.

A la hora del balance no puede considerarse solamente el resultado. La genialidad de los brasileños es siempre esperable, y otra vez les funcionó para romper la igualdad.

Pero hay aspectos que pueden pasar inadvertidos: ¿cuántos equipos en el mundo pueden quitarles la pelota y tenerla más que ellos durante un partido entero? ¿Cuántos más se atreven a encerrarlos en su propio campo sin dejarles posibilidad de salida durante lapsos prolongados?… Otro: la defensa roja no fue sorprendida esta vez en los tiros libres y los lanzamientos de esquina. Y no hubo centros que los rivales pudieran aprovechar.

Faltan cosas, por supuesto: Alexis Sánchez no puede hacerlo todo, hay que aprovechar mejor la posición de los que atacan por los costados (Isla y Mena nunca fueron habilitados en profundidad), se echa de menos un genio capaz de meter un pase-gol, el remate de distancia parece estar vedado, a Medel habrá que recordarle que ya pasó la era de las chambonadas tontas…

El desánimo del miércoles, entonces, es mejor que no exista. De este equipo se puede esperar algo bueno.

Publicidad

Tendencias