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La sombra de Irak se expande a los dos lados del Atlántico

Es incómodo, por no decir sospechoso, que los temas en ambos lados de los poderes atlánticos que invadieron Irak, se relacionen con investigaciones de orden ético (Londres) y de presupuesto (EEUU), y no se diga nada ni se dé prioridad a la investigación del asesinato del representante especial de la ONU en Bagdad, Sergio Vieira de Mello, asesinato que ha golpeado fuertemente a la opinión pública mundial y que cuestiona la reconstrucción de Irak. Ahora, con el atentado que dejó decenas de chiítas


Los problemas acarreados por un diseño de expansión no consensuado en la tribuna máxima del multilateralismo -la ONU- crecen como una hidra de mil cabezas. Nunca un tema como el de Irak había desafiado el devenir de la globalización. Ni siquiera el conflicto palestino-israelí, que lleva más de medio siglo gravitando en la política internacional, ha tenido el impacto que está provocando la ocupación de Irak.

La reciente muerte de más de 100 chiítas iraquíes es apenas un símbolo de los tiempos que se avecinan en un proceso de pacificación «que se prolongará por el espacio que sea necesario», como señaló el portavoz del Pentágono, Donald Rumsfeld, en las cadenas televisivas de los Estados Unidos.

Contrario a lo que es la opinión generalizada, el Secretario de Defensa ha desmentido en una entrevista la falta de planificación de la invasión y la post guerra aduciendo que «todo lo que está sucediendo fue anunciado», reiterando lo que dijo antes de que estallara la guerra: «Las fuerzas aliadas están allí para quedarse por un largo tiempo, todo el tiempo que sea necesario. Nadie dijo que esto iba a ser fácil, ni desprovisto de las dificultades que enfrentamos hoy».

El dudoso concepto de aldea global se ha usado, en el fondo, para esconder lo que está sucediendo en Irak, pero la solución debe ser política y no militar. En este contexto, la resistencia iraquí a la ocupación se confunde con una eventual adhesión al régimen de Sadam Hussein. Lo que ha sido detectado por las autoridades locales del Consejo de Gobierno impuesto por la administración del procónsul aliado, Paul Bremer.

Es incómodo, por no decir sospechoso, que los temas a ambos lados de los poderes atlánticos que invadieron Irak se relacionen con investigaciones de orden ético (Londres), y de presupuesto (EEUU), y no se diga nada ni se de prioridad a la investigación del asesinato del representante especial de la ONU en Bagdad, Sergio Vieira de Mello, asesinato que ha golpeado fuertemente a la opinión pública mundial y que cuestiona la reconstrucción de Irak. Ahora, con el atentado que dejó más de un centenar de chiítas muertos, el tema será indexado con toda seguridad al dossier de la lucha contra el terrorismo.

La sola nominación del anterior representante de la ONU, el portugués Ramiro Lopes da Silva, en reemplazo de De Mello, induce a pensar que la presencia de la ONU en Irak será aceptada solo dentro del marco que fija el plan maestro de estabilización política y social de Irak, ideado por Washington.

El nombramiento de Lopes da Silva, de carácter transitorio mientras el Consejo de Seguridad y la administración Bush, no resuelven el futuro rol de la ONU en Irak. Por ahora, el debate se centra en el costo de la operación y en la disponibilidad financiera para mantener el contingente militar suficiente como para neutralizar la resistencia iraquí.

De este modo, el proceso político impulsado por Vieira de Mello, como lo editorializaron los medios europeos contrarios a la estrategia de una larga ocupación, ha quedado suspendido. La situación es muy similar a la de antes de la guerra. En la práctica, no se ha avanzado nada y la situación empeora cada vez más. El sistema de alimentación del antiguo programa «Oil for Food» no se ha reestablecido ni en un 25%, según revela una fuente del Consorcio de Agencias Humanitarias que operan en Irak.

Con una ocupación en pleno desarrollo y con una resistencia que se diversifica en varios planos, el debate se da en una tensión aún mayor cuando se aborda el tema de los plazos. Si antes de la guerra, la ONU y la mayoría de los países que integran el Consejo de Seguridad, intentaban impedirla, ahora intentan que EEUU ponga fecha límite a una ocupación que, a todas luces, desea extender al máximo.

El poco peso específico de la ONU

La invasión de Irak ha comprometido el futuro político de los gobernantes que la impulsaron. Por mucho que se despliegue todo su poderío militar, económico y mediático para mantener a Bush y Blair en el poder, las plataformas de confianzas de la ciudadanía están dañadas. Así lo demuestran las encuestas y los reclamos de sectores que hasta hace poco pensaban que el unilateralismo podía más que el multilateralismo. El problema sin embargo persiste, porque la ONU no es capaz de recuperar fuerza.

El daño hecho a las bases de confianza por una invasión que cada día se observa como una acción basada en el fraude de información en el Reino Unido, y como una carga económica insostenible en los EEUU, hace cada vez más difícil para la ONU recuperar los factores mínimos para reconstruir el multilateralismo.

El periodista Georges Monbiot, quien ha seguido de cerca el proceso de degradación al interior del Consejo de Seguridad, en un extenso artículo publicado en The Guardian, del 26 de agosto pasado, se declara escéptico ante la posibilidad de que EEUU y el Reino Unido se decidan a compartir su botín de guerra y entreguen a la ONU una mayor participación en la administración de Irak.

Para Monbiot, esto se hace imposible en un organismo dividido y en el que EEUU tiene un peso incontrarrestable. Su poder de veto se hace sentir cada vez que algún miembro díscolo presenta una propuesta que no le agrada. En cambio, ningún otro pareciera atreverse a vetar las propuestas de la Alianza.

Según una información recogida por The Guardian, en el Pentágono se maneja la tesis de que la ocupación continuará hasta que se haga económicamente insostenible. Momento en que se iniciaría la retirada, pero de la forma que más convenga a EEUU. En las editoriales de la última semana, tanto en The Guardian como en The New York Times, se consignó que el mejor legado que dejó Vieira de Mello es su inclaudicable respeto al deseo iraquí de recuperar su soberanía y de poner fin a la ocupación.

El fantasma de Vieira de Mello

El atentado que tomó la vida de 20 funcionarios de la ONU y dejó más de 200 heridos, y el ataque a los chiítas, si bien responden al terrorismo por su factura técnica, debe ser analizado con mayor amplitud, más allá que existan fuentes no probadas hasta hoy que se lo adjudican.

«La muerte de Vieira de Mello le molesta a Paul Bremer como una piedra en el zapato», sostiene, desde Aman, el analista jordano Hasan Abu Nimah, quien agrega que «las diferencias entre ambos eran profundas y conocidas, por lo que Bremer, al final de cuentas, se siente si no culpable, responsable de que no se hayan tomado todas las precauciones del caso».

Los principales periódicos del Medio Oriente descartan que en el ánimo político del islamismo serio, estuviera la idea de dañar a las Naciones Unidas. «Que sea una venganza por los años de bloqueo a Irak es un tinglado prefabricado para desviar la atención hacia quiénes regulan las acciones terroristas», agrega Nimah.

Las fuerzas de ocupación no han sido explícitas en este aspecto y se escudan en el pragmatismo que emana de Washington. Varios periódicos europeos han puesto en evidencia esta contradicción donde quienes tienen el control de la situación – o se supone que lo tienen- achacan a las víctimas los problemas de seguridad. Incluso, al interior de la ONU, un funcionario contactado por El Mostrador.cl deja entrever que De Mello tal vez estaba corriendo con «colores propios».

A raíz de la muerte de Vieira de Mello, medios como Time, Newsweek, Herald Tribune, han comentado que el enviado especial de Kofi Annan: «se creía intocable y que un atentado terrorista en su contra, lo creía poco menos que imposible». Quienes así opinan, ciertamente, no estaban de acuerdo con la vía rápida para terminar a la ocupación que proponía el malogrado funcionario de la ONU.

Un periodista español, en gira por Sudamérica, confirmó a El Mostrador.cl que la decisión de invadir Irak se conocía en los cuarteles generales del FMI apenas se reiniciaron las inspecciones de armas en noviembre de 2002. «Se sabía que funcionarios involucrados en las negociaciones con diferentes países necesitados de la liquidez que el FMI ofrece, condicionaban la ayuda al apoyo a la invasión». sostiene.

Información que, ahora, empieza a ser divulgada por diversos medios como The Chicago Tribune, Philadelfia Inquirer y hasta el propio Wall Street Journal, periódico que ha comenzado a machacar duro con las fallas monstruosas de los procedimientos seguidos en el episodio Irak.

El fracaso de una vieja estrategia de control

Lo que aparecía ser una estrategia comunicacional aplastante, ha resultado un fiasco. La reacción casi inmediata de aplicación de la fuerza bélica contra Irak como respuesta a los atentados de Nueva York y Washington, responde a una planificación preelaborada. En ella, el Pentágono tenía las opciones y los diferentes modalidades de contraataque y de reacción diseñados previamente. Modelo que se ha ido perfeccionando desde la primera guerra del Golfo en 1991.

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 le entregaron a los EEUU, la posibilidad única de consolidar su presencia en la zona invadiendo Afganistán, para derrocar de régimen Talibán, y con su ingreso en Irak, considera cerrada la primera fase de predominio en una zona sensible como el Medio Oriente, rica en recursos energéticos y una base para mantener bajo vigilancia a China. La principal amenaza futura de EEUU.

EEUU sabe que sus plataformas en Arabia Saudita, Turquía e Israel no son suficientes. Además, tras sus fallidos intentos de establecerlas en Pakistán, a Washington no le quedó otra opción que desplegar tropas y asegurar la administración en un territorio que se expande desde Egipto hasta las barbas de China e India. La época de entregar el poder a aliados locales -como en Israel, Arabia y, en alguna medida, en Irak bajo Sadam- ya no entrega réditos y, en algunos casos, como el de Arabia Saudita, éstos mismos se han convertido en los financistas de los terroristas que atacan los intereses de EEUU.

Un «policy paper» del Pentágono, que circuló en la zona de Golfo antes de la invasión, apuntaba a la necesidad de revertir un período de tres décadas de fracasos, y que las instalaciones de nuevos gobiernos con el apoyo de los EEUU deberían ser asegurados por los recursos que la zona podía ofrecer.

«Nunca ha estado en los planes de Rumsfeld controlar la zona a un alto costo financiero absorbido por los estadounidenses. Tampoco financiar ejércitos locales que se vuelvan imprevisibles y que amenacen el plan de control», sostiene el analista indio Subash Das Gupta.

«¿Cuál es la idea entonces? Desestabilizar la zona con gradualidad, para que se vayan formando nuevas estructuras políticas y militares locales modernas, con nuevas inversiones en tecnología bélica de última generación en función de la seguridad regional. Esta estructuras estarían apoyadas financiera y militarmente por los EEUU, o los países voluntarios que deseen apoyar. Los costos, sin embargo, no serían absorbidos exclusivamente por las arcas de los estadounidenses, sino que serían compartidos por los países en proceso de reestructuración», agrega Das Gupta.

El tema, agrega el analista indio, «es que estos países, incluyendo a los del Asia Central, están contaminados con los remanentes de la programación y la influencia no alineada impulsada por la ex URSS. Pese a los deseos de los ideólogos del Pentágono, los 70 años de la URSS en la zona no se desarraigan de una plumada con sistemas de libre mercado o cambios de gobierno. Hay hábitos, formas de hacer las cosas, sobre todo un prejuicio en contra de los EEUU que está muy arraigado. El cambio abrupto, a partir del 11 de septiembre de 2001, es el comienzo de una asonada que se veía venir».

Resabios de la amenaza nuclear

La política norteamericana de reacción ante un ataque externo -que se diseñó en el contexto de una confrontación con la Unión Soviética- ha sido creado en base a escenarios demarcados por la capacidad nuclear del enemigo. Estados Unidos según un informe de 1985, tenía un «plan primario de emergencia» -en el caso de detectar un ataque nuclear soviético- que es realizar un ataque preventivo a los puntos neurálgicos y estratégicos del enemigo, para destruir su capacidad de respuesta. Además, el ataque nuclear preventivo debía darse en una confrontación de corta duración que diera paso inmediato a la negociación.

La esencia de este plan estratégico se ha utilizado en el diseño de la doctrina de seguridad basada en la acción preventiva ensayado en la invasión y ocupación de Irak. Las mayores críticas que se le están formulando a esta estrategia, apuntan a que los Aliados han privilegiado todos los aspectos que supone una guerra corta, en detrimento de los factores que se deben considerar en la etapa post bélica, concretamente la reconstrucción del país invadido. Tampoco el modelo permite prever ni dar solución a la creciente resistencia con que se están topando las tropas libertadoras.

Crítica que incluso ha formulado Lord Hutton, encargado de investigar el suicidio del asesor de Defensa, David Kelly, del gobierno laborista de Tony Blair. Según Hutton, prevaleció en el análisis el cómo ganar la guerra y despachar el régimen de Sadam, y no se puso la debida atención en la etapa post Sadam. Los periódicos británicos, en sus editoriales del día 28 de agosto, resaltan esta ansiedad por entrar en la acción bélica en desmedro de la planificación política de cómo restablecer la normalidad de 15 millones de iraquíes.

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