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Líbano: Inoperancia e impotencia de la ONU como foco central del conflicto

Consejo de Seguridad no ha sido capaz de nada más que lamentar la muerte de cuatro cascos azules y sólo en una declaración simple, no en una resolución vinculante. Lo mismo ocurrió tras la masacre de civiles en Qana, cuando deploró la pérdida de vidas inocentes y subrayó la necesidad de poner fin a la violencia, pero sin condenar las acciones israelíes ni pedir un alto el fuego.


La masacre en El Líbano se convierte en una lamentable rutina, muy parecida a lo que ya ocurre desde años en Irak o Afganistán, donde la población civil vive en ascuas y muchas mujeres y niños saben que la violencia militar y el terrorismo pueden acabar con sus vidas en cualquier momento, como ocurrió en el pueblo libanés de Qana hace sólo días, donde un solo ataque israelí apagó la vida de más de medio centenar de indefensos.



Este dramático cuadro revela que la población civil está completamente desprotegida y echada a su propia suerte en gran parte del Medio Oriente. No existe ya organismo eficaz alguno que pueda parar los conflictos y conducir a las partes a una mesa de diálogo.



La ONU, en este sentido, ya no opera como lo dice su Carta. No fue capaz de evitar la Guerra en Irak ni la sangre en Afganistán (aunque allí el control militar está a cargo de la OTAN) ni los campos estadounidenses de concentración de prisioneros en Europa y en Guantánamo ni tampoco los vuelos espías de la CIA en distintos puntos del mundo. Todas estas barbaridades y violaciones de los derechos humanos se han hecho con el argumento de que hay que derrotar el terrorismo global.



El Líbano registra ya en pocas semanas unas 400 víctimas fatales como consecuencia de los despiadados ataques israelíes que han afectado principalmente a civiles, en una de las guerras más sangrientas registradas en esa región. El Consejo de Seguridad, en tono débil, no ha sido capaz de nada más que lamentar la muerte de cuatro funcionarios de la ONU y sólo en una declaración simple, no en una resolución vinculante. Lo mismo ocurrió tras la masacre de civiles en Qana, cuando el Consejo deploró la pérdida de vidas inocentes y subrayó la necesidad de poner fin a la violencia, pero sin condenar las acciones israelíes ni pedir un alto el fuego.



Recién este sábado, Estados Unidos y Francia informaron que, tras superar diferencias, habían acordado un proyecto de resolución de consenso para lograr el cese de las hostilidades que fue sometido a consideración del Consejo de Seguridad, pero que recién sería votado el lunes o el martes próximo.



Resoluciones ignoradas



Basta recordar, por otra parte, que la ONU ha aprobado 260 resoluciones sobre el conflicto del Medio Oriente, de las cuales la mayoría ha sido ignorada por las partes. La actual guerra podría haberse evitado si se hubiese cumplido la resolución 1559 del año 2004 que estipula la retirada, disolución y desarme de todas las milicias en El Libano, entre ellas la del Hizbulá.



¿Dónde han quedado los poderes de este organismo como son la aplicación de acciones militares contra un agresor o al menos aplicar fuertes sanciones como lo estipula la Carta de las Naciones Unidas?



Nada de eso puede esperarse, porque lo que hoy impera en el mundo es la antigua ley del más fuerte y, en este caso, Estados Unidos deja pasar los días sin esforzarse por una solución, porque sus objetivos políticos y geopolíticos son otros, diferentes a todo lo que pueda conducir a una paz inmediata. La tarea principal de corto plazo es la destrucción del Partido de Dios libanés, el Hizbulá, cueste lo que cueste, objetivo planteado por Israel desde el comienzo de esta nueva crisis: "Ahora o nunca".



El tema encaja muy bien en la política antiterrorista de George W. Bush, porque el Hizbulá, aunque es un partido político que integra la coalición gubernamental libanesa en Beirut con dos miembros, surgió como organización terrorista. Y Bush calificó ya a esta crisis como "parte de la guerra global contra el terrorismo".



El Hizbulá no reconoce a Israel como Estado ni tampoco está dispuesto a negociar con su gobierno. Su origen se ubica en la guerra civil libanesa en los años ochenta en plena ocupación israelí del sur de El Líbano. Es una organización que nació para combatir a Israel así como los talibanes, pase lo que pase, seguirán combatiendo con toda violencia al recientemente instaurado gobierno afgano de Kabul.



Los lazos con Irán



El estrecho vínculo con Teherán -algunos lo identifican como organización oficial iraní- le da al Hizbulá un trasfondo mucho más profundo, especialmente por la confrontación existente entre EE UU e Irán por los avances de este último en el campo de la energía nuclear, que podrían permitirle a corto plazo fabricar la bomba atómica y convertirse en una mayor amenaza para Israel.



En esta forma, se cree que aniquilando al Hizbulá se terminará con la intervención iraní permanente en la frontera libanesa-israelí, lo que le ahorrará a EE UU muchos dolores de cabeza, porque los golpes están dirigidos a dos estados que Bush califica como integrantes del "eje del mal": Siria e Irán.



Este objetivo realza más aún el papel de marioneta estadounidense que juega Israel, aunque los especialistas pongan en duda de que los ataques israelíes puedan aniquilar al Hizbulá, cuya central entretanto ya ha sido sacada de El Líbano y trasladada a Siria. Estas organizaciones "guerrilleras o combatientes" están preparadas para sufrir fuertes pérdidas humanas y materiales, pero siempre quedan en condiciones de rearmarse para seguir en la lucha armada.



Bush no esconde para nada sus intenciones de seguir interviniendo en el Medio Oriente como lo ha hecho en Irak. Así lo dejó en claro su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, al declarar que "ha llegado la hora de un nuevo Oriente Medio" y que las muertes y destrucción del El Líbano son sólo "dolores de parto" que hay que asumir. Su declaración puso más leña en la hoguera y alertó a Siria e Irán sobre el camino que la nueva guerra puede llegar a tomar.



Bajo estas condiciones, es difícil esperar a corto plazo un alto el fuego duradero en el Mediano Oriente. Por un lado, la ONU no tiene la fuerza necesaria para lograrlo; Estados Unidos, protegiendo sus propios intereses, no objeta el bombardeo israelí en el sur del Líbano y Europa está otra vez dividida: Gran Bretaña sigue a Bush y Francia, por sus vínculos históricos con El Líbano, lucha por su cuenta para parar las hostilidades.



La masacre de hace una semana, sin embargo, ha inducido a reflexiones en Washington, especialmente por la duración del conflicto que no muestra logros concretos rápidos. Surge entonces, por una parte, la idea de darle poder a la OTAN para que actúe y obligue al Hizbulá a desarmarse y, por otra, la de crear una fuerza multinacional, lo que hizo sonar los timbres de alarma de inmediato. "Quién envíe soldados a interponerse entre el Hizbolá y el ejército israelí, tendrá que repatriar ataúdes", comentó el diario austriaco Salzburger Nachrichten.



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Comentarios: walterk@vtr.net

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