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Bolaño, niño terrible

Tomás Moulian
Por : Tomás Moulian Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales.
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Estuve todo el tiempo preguntándome cómo ese tipo que se asemeja a un ciclista del montón de la Vuelta de España o a un guardia civil sin uniforme, en todo caso a un gamberro español, pueda ser un narrador tan excepcional y tan fascinante.


Oí un día domingo una entrevista a Bolaño en un extraordinario programa que dirige Fernando Villagrán en un pequeño canal de la televisión abierta. Pensé que era un proeza hacer esa entrevista semanal, desde hace tres años o quizás más. Especialmente porque todos nos preocupamos de demostrar la rabia que nos despierta la Bolocco, Morandé y cía., pero nadie le rinde un homenaje a este programa que nos permite intimar una hora con Bolaño.



En esa ocasión Bolaño se fue de lengua y continuó su polémica contra la nueva narrativa. Me molesta Bolaño haciendo de niño terrible. Carece en esas ocasiones de la sabiduría de diferenciar. No se puede meter en el mismo saco a todos los autores de ese producto llamado nueva narrativa. No basta con salvar a ese gran cronista barroco que es Lemebel, porque resulta casi un saludo a la bandera. No se puede confundir con la paja molida ni a Oses, ni al cuentista Collyer, ni a Guadalupe Santa Cruz, ni a Lumpérica de Diamela Eltit, ni a la novela Stradivarius de Alejandra Rojas. Un provocador sin matices se convierte finalmente en una lata.



Pero, fuera de esas escenillas medio histéricas, valió la pena ver a Bolaño. Digo verlo en sentido estricto. Estuve todo el tiempo preguntándome cómo ese tipo que -sin los anteojos y el cigarro con que aparece en la foto de la portadilla de Los detectives salvajes y de Amuleto (héroe en pose)- se asemeja a un ciclista del montón de la Vuelta de España o a un guardia civil sin uniforme, en todo caso a un gamberro español, pueda ser un narrador tan excepcional y tan fascinante.



Si uno cree en los itinerarios trazados en sus novelas quizás esa sabiduría provenga de la mezcla de chileno mucho tiempo fuera del terruño, con mexicano del D.F., con español viviendo en un pueblito de por ahí.



Leí primero La literatura nazi en América Latina y me fascinó esa capacidad de imitar la literatura. Dicen los críticos reseñados en la solapa de alguno de sus libros que Los detectives salvajes era el tipo de novela que Borges hubiera querido escribir. Dudo que Borges hubiese deseado escribir una novela de 600 páginas, pero no tengo dudas de que se habría identificado con La literatura nazi… porque en ella Bolaño imita esa literatura de pacotilla, en un estilo borgiano representado por la concisión y la sugerencia.



En las antípodas de esa pieza, Los detectives salvajes representa la incontinencia verbal, territorial, imaginativa. Esa novela es como un gran río, atiborrada de múltiples afluentes. La historia central es aparentemente simple. La novela se estructura como un episodio de la historia de la literatura mexicana. La búsqueda por dos poetas, el chileno Arturo Belano y el mexicano Ulises Lima, que forman parte de la casi ignorada escuela del realismo visceral, de la mítica figura de la escritora Cesárea Tinajero. Me ha ocurrido al leer esta novela pensar en un escritor aparentemente tan distinto como John Irving, tan ajeno a las referencias literarias, con un mundo plagado de practicantes de lucha libre, recolectores de manzanas o enanos de circo. La semejanza consiste en que en sus narraciones todo puede ocurrir, son tan abiertas como las de Bolaño.



Después del apasionante viaje a la siga de Cesárea Tinajero leí Estrella distante, esa crónica del Chile dictatorial que Bolaño convierte también en un episodio de la historia de la literatura chilena, crónica de oscuras luchas poéticas y también de un extravío y de una persecución, a la siga ahora (siempre a la siga) de quien se hacía llamar Ruiz-Tagle y que luego reapareció como Carlos Weider, el poeta aéreo del régimen (escribía poesías en las nubes, antecediendo a Zurita).





A nombre del club de fans de Bolaño exijo se olvide de sus picardías televisivas sobre el nouveau roman chileno y escriba pronto otro relato. Si me he perdido alguno (es probable, estamos en Santiago del Nuevo Extremo) comunícamelo por email.
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Tomás Moulian es sociólogo, autor de Chile actual, anatomía de un mito (Lom, 1998).


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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