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Cuando la muerte es la última obra del arte CULTURA|OPINIÓN

Cuando la muerte es la última obra del arte

Sergio Sepúlveda A.
Por : Sergio Sepúlveda A. Sergio Sepúlveda A. Profesor Escritura Creativa PUCV. Escritor.
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El prolífico escritor estadounidense Sam Shepard (1942-2017) escribió “Espía de la primera persona” (2023, Anagrama) en los últimos años de vida y desarrolla, a través de fragmentos de historias y reflexiones, las temáticas que ocuparon gran parte de su obra: la soledad de la gente común.


“El pasado no aparece por completo. Siempre reaparece por partes. De hecho se desmenuza. Se presenta como si se hubiera vivido de forma fragmentaria”, dice el narrador de “Espía de la primera persona” (2023, Anagrama), obra del escritor estadounidense Sam Shepard (1942-2017).

La novela corta, iniciada durante los últimos años de su vida y finalizada gracias a la ayuda de sus hijos y de su amiga Patti Smith, fue terminada solo un par de semanas antes del fallecimiento de Shepard en 2017, y da cierre a una notable y prolífica producción literaria.

Shepard fue uno de los escritores en habla inglesa más talentosos y multifacéticos de la segunda mitad del siglo XX. Como dramaturgo, actividad que le produjo sus mayores galardones, escribió “Buried Child”, “Curse of the Starving Class” y “True West”, obras de gran envergadura y densidad que han sido reproducidas y adaptadas en todo el mundo. Como guionista no fue menos laureado. Escribió los guiones de películas de culto como “Zabriskie Point”, de Michelangelo Antonioni, y la fantástica “Paris, Texas”, de Wim Wenders.

En su rol narrativo, y quizás menos conocido, produjo títulos de gran profundidad y originalidad, como “Crónicas de Motel”, inclasificable volumen de poemas, observaciones y cuentos breves que muestran la ruralidad estadounidense, y los contundentes libros de relatos “Cruzando el Paraíso” y “El gran sueño del Paraíso”. Además, por si fuese poco, actuó en una decena de películas donde destaca la obra maestra “Days of Heaven”, de Terrence Malick.

Sorteando el currículum de su obra, necesario para contextualizar, “Espía de la primera persona” es otro de sus experimentos psicológicos, esta vez, luchando contra la enfermedad y el tic-toc del reloj llegando a cero.

La trama describe una serie de historias y anécdotas que simulan no estar conectadas: alguien espía a un anciano que nada tiene de interesante, a un hombre le arrancan la oreja de un mordisco y a un caballo le disparan en plena carrera. También aparecen los ecos del asesinato de Pancho Villa, un colchón viejo en el este de Nueva York, inmigrantes mexicanos que esperan un trabajo que nunca llega, una fuga de la cárcel de Alcatraz y la guerra de Vietnam, entre muchas otras.

Shepard abre una pequeña puerta a su subconsciente y une estas historias mostrándonos los retazos de imágenes que sobreviven en él hasta el final de sus días. Los destellos que reaparecen en la vigilia, inconexos y en fragmentos, expresan las temáticas que preocuparon a Shepard durante toda su vida: el Estados Unidos rural y olvidado, la soledad de la gente común, el vacío existencial del mundo moderno y la futilidad de las cosas.

Si pensamos en obras que dan cierre a una vida, creo que “Espía de la primera persona” comparte un optimismo escondido que recuerda a la última novela de John Cheever “¡Oh, esto parece el paraíso!” y, a la vez, al desolado paisaje de una vida que se desvanece presente en el disco de David Bowie “Blackstar”, publicado dos días antes de la muerte del músico en 2016.

Detrás de un mundo y de un modelo económico que somete al individuo y reduce su vida al consumo, Sam Shepard deja patente que existe un lugar para la ternura y la compasión, y que somos capaces, pese a todo, de generar vínculos más allá de la mercantilización de las emociones y la reiteración de los días. El escritor mantiene la sencillez y la belleza de su prosa, y firma su epitafio literario con gran talento y aplomo. Nos enseña sobre la levedad de la vida, finalmente. Shepard lo plasma en un pasaje del libro “Pasaron muchas cosas y muchas de esas cosas parecían importantes. Ahora ya no lo parecen. Entonces sí lo parecía, pero ahora ya no”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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