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«Chile: Un caso de desarrollo frustrado» Pasado y Presente (I Parte)


En nuestras clases de economía tenemos presente las principales corrientes teóricas de la ciencia económica, los instrumentos de conocimiento de nuestra disciplina, la situación actual de la economía chilena; así como también, la historia económica de Chile.



Confrontamos los fundamentos y conclusiones del neoliberalismo y del keynesianismo con artículos periodísticos de economía, con investigaciones recientes y con la historia económica de Chile.



En los últimos meses, se han desarrollado críticas al modelo económico chileno. Por nuestra parte, hemos llegado a la conclusión de que las bases dinámicas del modelo actual -las exportaciones y las inversiones extranjeras- estarían agotándose. Por lo tanto, no sería posible seguir con los niveles de crecimiento elevados que se dieron por muchos años, hasta 1997, una vez superada la crisis actual.



Destacados economistas neoliberales y autoridades de gobierno rechazan categóricamente los planteamientos críticos. Señalan que si a los mercados se les deja funcionar libremente, se superará la situación actual y la economía chilena podría crecer a niveles del 7% anual, como lo venía haciendo «en forma inédita» hasta años recientes.



A propósito del fuerte crecimiento de la economía chilena en las últimas décadas, se afirma que los resultados del modelo no tienen precedentes en la historia económica de Chile. Dicen que así lo demuestran la evolución de los indicadores del producto, de las exportaciones, de las inversiones extranjeras en Chile y de la inversión de los empresarios chilenos en el exterior, etcétera.



Sin embargo, esta apreciación es completamente errónea en la historia económica de Chile. Aníbal Pinto Santa Cruz, en su libro «Chile. Un Caso de Desarrollo Frustrado», en el primer capítulo caracteriza el período de la economía colonial como de una economía reclusa e ineficiente. Posterior a la Independencia -entre los años 1930 y 1860-, Aníbal Pinto describe la economía chilena en los siguientes términos:



«La independencia abrió las puertas de la economía chilena de par en par. Esa fue su contribución primordial al desarrollo económico del país. Y las fuerzas productivas reaccionaron con el mismo vigor que una sementera que ha estado agostándose por falta de agua. Sobra razón para repetir con Encina que el período que media entre 1830, cuando se consolida el armazón político y el fin del decenio de Manuel Montt, constituye un lapso
‘que no tiene precedentes ni ha tenido continuación en nuestra historia'».



Agrega que Chile enfrentó con mucha fuerza las potencialidades que generaban los nuevos mercados «compradores y abastecedores». El crecimiento económico en el período de 1830-1860-, niega el carácter inédito del crecimiento de las décadas recientes. Además, muestra el desconocimiento de la historia económica de nuestro país por parte de muchos economistas.



La meta para el bicentenario es dejar atrás el subdesarrollo y la pobreza. Se postula lograr niveles de un país desarrollado como España. No se tiene presente o se desconoce que lo que actualmente se plantea como meta para el bicentenario, en el período 1830-1860, ya se había logrado.



Según don Aníbal, los desafíos de una economía abierta fueron enfrentados «con una energía y una imaginación tan poderosa que a corto plazo colocaron al país a la cabeza del complejo latinoamericano y en un nivel que en términos relativos nada tenía que envidiar al de los emergentes Estados Unidos o a muchas naciones europeas del norte o del centro del Continente».



«El comercio exterior pasó a ser la fuerza motriz del sistema económico doméstico, ligando así el curso y avatares de nuestro desarrollo con los lazos íntimos de las fluctuaciones de la economía mundial…»



«La expansión del sector exportador no puede calificarse sino como espectacular…». Entre 1844 y 1860, se cuadruplicó el valor de las exportaciones. Es decir, un crecimiento similar al extraordinario crecimiento que tuvieron las exportaciones desde mediados de 1980 a 1995.



El dinamismo de la economía chilena en este período, impactó tan fuertemente a Aníbal Pinto, que lo destacó con el siguiente epígrafe, de Enrique Mac Iver:



«¿A dónde no fuimos? Proveíamos con nuestros productos las costas americanas del Pacífico y las islas de Oceanía del Hemisferio Sur, buscábamos oro en California, la plata de Bolivia, los salitres del Perú, el cacao del Ecuador, el café de Centroamérica, fundábamos bancos en La Paz y en Sucre, en Mendoza y San Juan; nuestra bandera corría en todos los mares y empresas nuestras y manos nuestras trabajaban hasta el fondo de las aguas persiguiendo a la codiciada perla.»



Chile, en el transcurso del período de 1830 a 1860, había logrado un nivel de desarrollo comparable al de los Estados Unidos y de Europa. Pero, la particular forma de su inserción en la economía mundial, llevó posteriormente a un agotamiento relativo de ese exitoso modelo de desarrollo hacia afuera.



Una de las causas fundamentales fue la falta de una propuesta estratégica para desarrollar la industria manufacturera en Chile. Aníbal Pinto le dedicó un apartado especial que tituló «El eslabón descuidado», en el que señala: «No escapó a muchos estadistas de la época la conveniencia de diversificar el crecimiento económico del país, estimulando a la vera de las actividades primarias, el desarrollo manufacturero».



Posteriormente cita al ministro Camilo Vial, en su exposición de Hacienda de 1847:



«Lejos estoy de creer que un pueblo, para ser rico, necesita producirlo todo, pero si estoy persuadido de que para ser próspero y civilizado necesita poseer una industria extensa y si es posible variada. ¿Qué han sido los pueblos puramente agricultores, y en la actualidad que son? … No hay pueblo en que la agricultura lo enseñoree todo y en que la esclavatura de la feudalidad muestre su faz odiosa, que no siga entre los rezagados de la humanidad».



Estos planteamientos no tuvieron ningún eco en las políticas de desarrollo industrial y de inserción en la economía mundial. Citando a Cruchaga Montt, Pinto continúa:



«Se creyó que el país no estaba preparado, ni por sus capitales ni por su arte, para el desarrollo de la industria fabril, y queriendo darle una fácil provisión de los artículos de consumo y una expedita salida de los que el mismo elaborase, se marcó legislativamente la tendencia en el sentido de facilitar el comercio con los países extranjeros que pudieran proporcionar artículos de consumo a más barato precio. Fijada esta base, el país debía marchar desahogadamente, mientras la agricultura y la minería, fuente de nuestros recursos para el comercio exterior, no decayesen en virtud de las influencias naturales que podían entorpecerla».



El «eslabón descuidado» o falta de una estrategia industrial, es uno de los elementos más significativos que llevó a Aníbal Pinto Santa Cruz a titular su libro «Chile. Un Caso de Desarrollo Frustrado».



En la actualidad hay una ausencia absoluta de una estrategia de inserción de la economía chilena a la economía mundial, que contemple el desarrollo de ramas industriales. Es mucho más que un «eslabón descuidado». La «Segunda Fase Exportadora», que fue uno de los planteamientos centrales en los Programas de Gobierno de la Concertación, es rechazada por el fundamentalismo neoliberal actual.



La hegemonía neoliberal es tal, que incluso los planteamientos sobre Chile de Robert Solow, Premio Nóbel de Economía, son rechazados y criticados.



Solow, basándose en sus estudios sobre teoría del crecimiento, planteó para Chile en una perspectiva de dos a cinco décadas lo siguiente:



«Sería fácil para Chile optar por limitarse a jugar el papel de ser un productor primario y dejar la industria manufacturera avanzada a países como Taiwán o Japón… Pero eso no construiría un buen futuro para Chile…» «De manera, pues, que el problema de largo plazo para Chile consiste en utilizar su base de recursos de modo inteligente, en tanto se transforma en una economía más versátil y diversificada».



La historia económica de Chile, la fuerza del pensamiento de Aníbal Pinto, de Robert Solow, deberían abrir las puertas que ha cerrado el fundamentalismo neoliberal.


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Graciela Galarce Villavicencio es economista de la Universidad de Chile, profesora de la Universidad ARCIS e investigadora del Cetes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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