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La economía mundial al borde del precipicio


Un fantasma recorre el mundo, el fantasma de la recesión.



El Fondo Monetario Internacional estimaba antes de la acción terrorista en Estados Unidos, que un crecimiento mundial menor al 2,5% era equivalente a una recesión. Según el último estudio de este organismo, el PIB mundial crecería este año un 2,6%, es decir, tan sólo una décima por encima de su definición. Y el Banco Mundial acaba de anunciar que el crecimiento económico para este año sería de sólo 1,3%.



Esta situación, como era de esperar, también se ha dejado sentir en el comercio internacional; así la Organización Mundial del Comercio (OMC) recientemente ha informado que el volumen de comercio mundial sólo crecerá en 2% en el 2001, en lugar del 7% previsto, cifra además muy distante del 12% logrado en el año 2000.



Muchos economistas juegan con el abecedario para caracterizar el ciclo económico. Se habla así, de una recesión en «V» cuando la caída de la actividad es violenta, pero su recuperación es rápida, y usan la «U» cuando la recesión es más prolongada. Pero pocos son los analistas que hablan de la lógica del ciclo recesivo en que interactúan varias hipótesis y además cuando la globalización ha desarrollado mucho más la interrelación y simultaniedad entre los ciclos de variadas economías.



El fin de la euforia americana



A partir del segundo semestre del 2000 la economía estadounidense registró un frenazo de su ciclo expansivo de casi una década. En efecto, este ciclo expansivo comenzado en 1992 culminó en el primer semestre del 2000 con una tasa de crecimiento cercana al 5%, para iniciar desde allí un persistente proceso de desaceleración.



La explicación del colapso no tiene misterios. Se trata de un proceso de exceso de inversión, particularmente en las industrias vinculadas a las nuevas tecnologías de la información y comunicación, lo que desató una inflación en el precio de los activos sobre la base de elevadas e «irracionales» expectativas de ganancias futuras. Y estas últimas no lograron ser refrendadas por el mercado.



La burbuja especulativa creada en torno a la bolsa durante el ciclo expansivo jugó un papel importante en la dinámica de esta economía en especial cuando se tiene en cuenta que un 45% de los hogares americanos mantiene sus ahorros en acciones o bonos. El «efecto riqueza», es decir, el aumento (o disminución) del consumo derivado de las ganancias (o perdidas) de capital obtenidas en bolsa sí tiene relevancia en el ciclo de esta economía.



Por otra parte, el temor a un sobrecalentamiento de la economía que se situaba en las fronteras del pleno empleo y mantenía una «irracional» inflación en el precio de acciones y bonos, hizo que desde mediados de 1999 la Reserva Federal aumentara seis veces la tasa de interés de referencia, llevándola de 4,75% en junio de dicho año, a 6,5% en mayo del 2000, su nivel más elevado después de 9 años.



Como se sabe, los efectos de esta política influyeron fuertemente en la bolsa a fines del año 2000, y el índice Nasdaq registró una caída de 39% por debajo del cierre del año precedente y el Dow Jones cayó en 6,1%. Todo ello en medio de una desaceleración de la actividad económica más brusca que lo esperado, y con una creciente ola de informes y cifras pesimistas sobre las ganancias de las empresas, con caídas de 20% a 25%, y para el retorno de la inversión de capital de riesgo que pasó de un record de 164% en 1999 a 43% en los primeros nueves meses del 2000.



Frente al peligro que esta política monetaria arrastrara a una recesión, la Reserva Federal se vio obligada a pasar a una política de signo contrario, bajando su tasa de interés de referencia, desde enero del 2001, siete veces antes de los atentados, situándola en 3,5% en agosto del presente año.



No obstante este esfuerzo reactivador, y al cual podría agregarse la política de recorte de impuestos personales (0,4% de PIB), pero con efecto estimado no muy significativo, la economía estadounidense siguió imperturbable su trayectoria descendente.



Así durante el segundo trimestre del presente año el PIB creció apenas en 0,3% (anualizado) y lo que es más significativo, la inversión de las empresas disminuyó en un 16,3% (y en equipamiento y software en 14,5%) y la inversión en construcción cayó en 11,2%. Sólo el crecimiento del consumo (2,1%) como el de la construcción residencial (7,4%) mantuvieron en el trimestre indicado a la economía estadounidense apenas sobre la línea de flotación.



Entre octubre del 2000 y octubre del 2001 la tasa de desempleo había pasado de 3,9% (la tasa más baja después de 30 años) a 5,4% de la población activa (tasa todavía considerada baja al nivel internacional) y que significó que 1.115.000 asalariados americanos habían perdido su empleo en un año.



Por otra parte, el índice Nasdaq (que agrupa el grueso de los valores correspondientes a las empresas ligadas a las nuevas tecnologías) registraba un caida de 70% en 18 meses y el Dow Jones disminuía en 20%.



En síntesis, la economía norteamericana se encontraba ya con un serio riesgo recesivo antes de los atentados terroristas y con una política monetaria expansiva que no daba sus frutos esperados (salvo, tal vez, el de neutralizar el efecto riqueza evitando una fuerte caída del consumo). Los atentados precipitaron la tendencia recesiva y dilataron aún más el grado de incertidumbre.



Por cierto, los actos terroristas crearon situaciones críticas en el transporte aéreo, el turismo y los seguros. En parte, estos efectos se recogen en el crecimiento negativo del PIB de -0,4 del tercer trimestre, con lo cual se precisa aún más la amenaza de recesión. Vale la pena recordar que el resultado de este tercer trimestre es el mas importante desde la caída del 2% registrada en el primer trimestre de 1991.



Es significativo que durante este tercer trimestre el consumo, que representa un 68% del PIB, continúe desacelerándose, pues su crecimiento anualizado solo es de 1,2% después del 2,6% del segundo trimestre, y lo que es aún mas importante lo constituye la baja en la inversión de las empresas de 11,9%, confirmando con ello tres bajas trimestrales consecutivas en este agregado.



SIGUE…

La economía mundial sin locomotora



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Alexis Guardia B. es director de Estudios de la Dirección de Relaciones Económicas Internacionales (Direcon) la Cancillería.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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