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‘No me ayude, compadre’: Mitos y realidades sobre la política internacional

Las recientes denuncias sobre la red que tiene el alcalde de Santiago al interior de la Cancillería, confirmadas por él mismo, no hacen sino ratificar lo que muchos de nosotros hemos venido diciendo hace muchos años: la defensa de la supuesta «profesionalización» del Servicio Exterior, que busca entregar el monopolio de la representación en el exterior al funcionariado, no es sino un burdo ardid para promover los intereses de la derecha.


La sabiduría convencional en Chile es que a la ciudadanía no le interesa lo que ocurre en el mundo. Ello llevó al decano de la prensa nacional, con un timing digno de mejor causa, a suprimir su sección sabatina internacional apenas unos meses antes del atentado a las Torres Gemelas, y a los noticieros de televisión a dedicar, antes de esa fecha, apenas un minuto de sus prolongados sesenta de duración al acontecer mundial.



El mensaje es claro: lo internacional como tema no «rinde» para los políticos criollos, y es mas rentable dedicarse a otras áreas.



Sin embargo, tenemos un alcalde – vivo en el centro de Santiago- quien se dedica a viajar por el mundo, en una labor no sólo ajena a sus funciones sino absolutamente contradictoria a los intereses de Chile -como en el caso de su último traslado a Bolivia- mientras algunas de las labores básicas (como el recogido de basura en la zona de Plaza Brasil, o el control de los vendedores ambulantes en el Centro Cívico, o frenar al aumento de la delincuencia, que asciende a un 40 por ciento en toda la comuna).



Se me ha señalado de buena fuente que en el gobierno boliviano se cansaron de decirle que no fuera de visita, ni siquiera a Santa Cruz, ya que su presencia no hacía sino aumentar la oposición interna a que el tan mentado gasoducto salga por un puerto chileno. ¿Por qué lo hace, entonces? ¿Y por qué no se le critica por ello?



Parte de la razón reside en la falta de comprensión existente en Chile respecto a los problemas mas allá de nuestras fronteras, lo que es promovido por una serie de mitos y/o medias verdades:



Mito 1: «Lo internacional no tiene importancia para la política interna, pues es algo marginal que, parafraseando a Chamberlain, ocurre en lugares alejados respecto de los cuales los chilenos no sabemos nada».



Lo ocurrido con el anuncio del Acuerdo de Asociación Política y Económica entre Chile y la UE, que cambió el clima político en el país de la noche a la mañana, debería ser el mejor desmentido a esta tan difundida como equivocada noción.



Mito 2: «La política exterior no tiene ideología. Una vez que cruzamos las fronteras dejamos atrás nuestros valores, y pasamos a ser todos, de centro, izquierda y derecha, iguales y unidos por el bien de Chile».



Esto tampoco tiene ningún asidero. Hay temas que pueden generar más consenso que otros, pero la política y nuestras creencias no dependen del lugar del globo en que nos encontremos, sino de la solidez de las mismas. La derecha acaba de romper con más de un siglo de compromiso de Chile con la vigencia del derecho internacional y los organismos multilaterales al descarrilar la ratificación en el Parlamento del Tratado de Roma, impidiendo con ello que el país haya sido uno de los sesenta fundadores del Tribunal Penal Internacional, proyecto emblemático de la causa de los derechos humanos por medio siglo. ¿Qué nos dice esto?



Mito 3: «Si alguna importancia tiene Chile en la esfera internacional, es por sus logros económicos».



Como decía un amigo mío, no hay necesidad de ser marxista para darse cuenta de la importancia del factor económico en la vida, pero «no confundamos la gimnasia con la magnesia». El reconocimiento y el respeto que tiene Chile en muchas instancias de este mundo ancho y ajeno no se deben a su peso económico, que es mínimo. Se deben al significado político de ser un país democrático, serio, comprometido con una cierta manera de hacer las cosas. Si Chile ha logrado influir y formar opinión en América Latina y el mundo en este último siglo ha sido por razones políticas.



Mito 4: «La diplomacia es tan importante que sólo puede ser dejada en manos de los funcionarios diplomáticos».



Las recientes denuncias sobre la red que tiene el alcalde de Santiago al interior de la Cancillería, confirmadas por él mismo, no hacen sino ratificar lo que muchos de nosotros hemos venido diciendo hace muchos años: la defensa de la supuesta «profesionalización» del Servicio Exterior, que busca entregar el monopolio de la representación en el exterior al funcionariado, no es sino un burdo ardid para promover los intereses de la derecha.



La próxima vez que se exija aumentar la proporción de «embajadores de carrera» en las 70 misiones que tiene Chile en el exterior, ya sabremos para qué se promueve: el líder de la oposición requiere personas de su confianza para que le sigan organizando visitas como las que ha hecho a Cuba, España y Bolivia en los últimos cuatro meses (aunque a este ritmo, pronto se va a quedar sin países significativos para agendar).



Habiendo despejado estos mitos, es posible entender algo mejor los intrincados vericuetos de nuestra política exterior, tema que retomaremos en columnas siguientes.



* Director del Programa Internacional de la Fundación Chile 21.



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