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Frente a la desconfianza, la estrategia asociativa

Creo que Chile debe aprovechar su solidez y su capacidad de crédito y de bajo riesgo país para sentar las bases de un programa de inversión en joint ventures en la región.


Ecuador fue el país anfitrión de una nueva cumbre. Desfiles, protocolo, pero en la trastienda una profunda preocupación regional, porque esta reunión de Jefes de Estado latinoamericanos en Ecuador se dio en particulares circunstancias: en medio de un caos creciente de los mercados mundiales por la pérdida de confianza generalizada como consecuencia de la corrupción en el corazón del sistema liberal, y que salió a flote, como la punta de un iceberg, con sucesivas evidencias de gigantescas corporaciones que han arruinado a millones de pequeños ahorristas.



América del Sur está convulsionada y al borde de peores escenarios. Por lo tanto, la situación no es propicia la ocasión para hacer diagnósticos, sino para proponer y aplicar alternativas concretas.



Me encuentro coincidentemente en Ecuador realizando un trabajo académico empresarial focalizado precisamente en lo que quiero comentar en esta columna: las joint ventures y su factibilidad como camino de internacionalización para las PYMEs latinoamericanas. No formo parte de la delegación que acompañó al Presidente Lagos, pero me alegra un acercamiento agresivo -en términos de mercadeo, me refiero- de nuestros empresarios a este país.



Por ello, frente a la cumbre dejo dos ideas concretas a explorar: generar un programa de inversión chilena en el exterior, para construir joint ventures de nivel pequeño y mediano en países de la región, y fijar los lineamientos para formas no monetarias de comercio compensado, que permitan seguir funcionando sin perder los espacios ganados y sin caer en cierres suicidas de las economías regionales.



Respecto a lo primero, Chile es un país que mantiene un elevado ahorro interno concentrado en el sector previsional. En la implantación del sistema de AFPs Chile fue cauto, para evitar libertinajes, abriendo gradualmente compuertas para una mayor capacidad de decisión de las AFP respecto a la conformación de sus portafolios de inversión.



De ese total hay un 12 por ciento que se podría invertir en el exterior, con fuertes requisitos respecto a evaluación de los títulos en que se volcarían fondos chilenos. En su momento las autoridades pensaron, no me cabe dudas, en la seguridad de una SEC y de títulos americanos.



Ahora todos tienen respuestas precisas. La pregunta es saber si ha habido durante esta crisis -y no lo sabemos aún- algunos damnificados en Chile por haber invertido en WorldCom, Enron y otras, sabiendo que eran títulos «seguros».



Hoy están de moda los bonos soberanos, refugio natural frente a la desconfianza que cruza las bolsas del mundo. La idea que propongo es poder generar una pequeña línea, digamos un 1 por ciento del monto total del sistema (estaríamos hablando de 400 millones de dólares aproximadamente), para orientar incubadoras de empresas fuera de Chile, copiando en parte el modelo integral que el Fondo Europeo de Inversiones mantiene actualmente para incentivar las coinversiones y las empresas de riesgo compartido dentro de la Unión Europea.



Imagine el lector lo que se alcanza a hacer en números Pymes con 400 millones de dólares.



Creo que Chile debe aprovechar su solidez y su capacidad de crédito y de bajo riesgo país para sentar las bases de un programa de inversión en joint ventures en la región, diversificando las colocaciones mediante proyectos de mediano porte que sean oportunidad para que las medianas empresas nuestras y, por qué no, nuestras Pymes puedan dar un paso al frente y posicionarse con energía en el mercado latinoamericano. Es una oportunidad que nunca antes Chile tuvo y que debe aprovechar con una estrategia asociativa.



Respecto al comercio compensado, es hora de dejar de ser más papistas que el Papa y romper esquemas. Pienso que la región debe regresar de manera obligada al sistema de créditos recíprocos, que han permitido sobrellevar el comercio regional sin recurrir a divisas genuinas, lo cual, al menos, permite el abastecimiento zonal y evita que colapsen muchos sectores orientados fuertemente al mercado regional.



Del mismo modo, pienso que se debe generar un programa coordinado de expertos multisectoriales para el manejo de la crisis.



Desde el plano académico-empresarial me permito dejar estas dos ideas, aceptando poder discutir y debatir, pero ojalá yendo a las cosas, es decir, entrar a los programas venciendo las inercias que hoy no alcanzan para poder dar salida, o al menos rayitos de luz, al túnel en que están sumidos millones de latinoamericanos. Buscar soluciones no es caridad malentendida, es evitar que el barrio colapse y nos lleva también al caos.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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