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Crisis económica, inteligencia y asociatividad

¿Estarán los líderes de partidos y sus colaboradores vinculando Crisis Económica, Inteligencia y Asociatividad para salir airosos trabajando como equipo?


Estamos «en» y «rodeados de» bastantes problemas: un crecimiento económico frenado en torno al 2 por ciento, un gobierno que mantiene el gasto público levemente por sobre ese crecimiento pero a raya, con ambos asuntos presionando hacia la mantención de un rebelde desempleo cercano al 10 por ciento y una vecindad continental sufriendo los efectos desintegradores del populismo, que llegó al poder con el recurrente discurso facilista disfrazado de «austeridad» frente a los «políticos de siempre», de automatismo eficientista con recetas cortas y espectaculares.



Nuestras buenas autoridades, nuestros buenos empresarios y nuestros buenos líderes de las comunidades regionales (es decir, los que piensan en Chile primero y en ellos después) nos han dicho que el país está bien armado para resistir la tormenta porque tiene una institucionalidad seria. Creemos que eso es así, nuestro país tiene efectivamente un «blindaje» un poco más resistente a la crisis basado en la, en general, tradicional seriedad y austeridad de la mayoría de su gente e instituciones.



Estos mismos buenos líderes también nos han dicho que con esos indicadores de crecimiento, con ese gasto público y con esa vecindad, costará mucho bajar el desempleo y que será difícil emprender nuevos esfuerzos en el mundo de la pequeña y mediana empresa -la generadora de la mayoría de los puestos de trabajo- por el alto endeudamiento del sector y porque el círculo virtuoso que hace funcionar el mercado seguirá interrumpido por el bajo consumo de personas y empresas.



Ojalá que no sea tan así, pero mientras tanto y frente a la dureza de las evidencias, ¿qué hacer? ¿Qué decirle a las instituciones empresa, a la familia, a la gente?



Dicho de otro modo: Si nuestros empresarios no tienen dinero o no tienen demanda que permita emprender, crear y vender productos, bienes y servicios; si, por otro lado, las personas y las instituciones no tienen dinero para comprar: ¿Qué hacer? ¿Qué hacer para enfrentar la vida cotidiana en la casa y en la fabrica, en el taller, en la universidad, en el Chile real?



En mi opinión, dos cosas.



La primera: No echarle la culpa al gobierno ni a la oposición, ni a los bancos, ni a los empresarios. Tampoco a la Gladys ni al Aucán Huilcamán. Menos a los estudiantes universitarios que piden recursos para pagar la matrícula y becas de alimentación. Mucho menos a los pobladores de campamentos o a las clases medias inundadas por la deuda acumulada y por el último temporal. Harto menos a la gente que acude desde la madrugada a buscar salud en los hospitales y consultorios. Muchísimo menos a las mujeres jefas de hogar abandonadas por «él» y, también, por todos nosotros.



Es decir: No sacarle partido a la crisis para obtener ventajas manipulando las necesidades, los problemas, los errores o las debilidades de los otros.



La segunda es posible sólo si opera la primera. Esto es, hacer uso Intensivo de la Inteligencia Individual y Colectiva, el único recurso cuya abundancia o escasez depende bastante más de nosotros mismos que de las condiciones que genera la crisis interna o la vecindad. Ello no es otra cosa que articular los escasos recursos disponibles y las capacidades propias para ponerlas al servicio de la satisfacción de las necesidades reales individuales y colectivas. Implica asumir y trabajar los desafíos asociativamente. Cada uno en su rol; pero en equipo, para lograr generar las condiciones previas que abran las oportunidades de salir adelante. Por supuesto, esta estrategia es válida y aplicable no sólo para el país global, sino también para las regiones, instituciones, empresas y grupos familiares.



Ä„Y no me digan, con el ceño un poco fruncido, que estoy siendo un poco ingenuo! Les advierto que hay otros que han recorrido ese camino y les ha ido muy bien.



Los gringos salieron adelante y se pusieron a la cabeza del mundo cuando su inteligencia colectiva elevó los niveles de asociatividad de personas e instituciones tras un proyecto común de nación y aprovecharon, de paso, la perdida de la unidad europea, expresada en las dos grandes guerras.



Europa, luego de esas aventuras militaristas y mediante la recuperación paulatina de sus niveles de asociatividad, utilizando como instrumento visible la Comunidad Económica -una obra maestra de inteligencia colectiva- se fortaleció hasta ser lo que es hoy: un poderoso bloque político, cultural, económico, académico y científico.



España se reinventó a sí misma luego de la perdida de asociatividad -que tocó fondo con la guerra civil- una vez que gente como el rey Juan Carlos, Adolfo Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo y otros, pusieron sus inteligencias individuales tras la construcción de la inteligencia colectiva necesaria hasta compartir los elementos claves de un proyecto común de país y su integración a la comunidad europea.



Chile encuentra el rumbo después de pagar las consecuencias derivadas de la intolerancia, de la cero asociatividad y luego de comprender que hay que construir sobre lo bueno que hacen otros y en ningún caso aplicar borrón y cuenta nueva porque, además, la cuenta vieja y la nueva siempre la paga la gente común y corriente.



Al revisar cualquier caso exitoso de desarrollo, de recuperación o de fortalecimiento de la competitividad -Singapur es un buen ejemplo- se hace evidente que fueron intensivos en inteligencia colectiva y trabajaron asociativamente estimulando la creatividad y el «emprendimiento» de tareas inmensas o estratégicas en momentos claves de esos países, empresas, instituciones o grupos sociales. Esto lo pueden hacer personas normales, no necesariamente especiales, muy distintas entre sí o de los más diversos ámbitos.



El Hogar de Cristo es un genial ejemplo. Ellos logran generar una red intensiva en inteligencia colectiva inspirada en valores cristianos, que trabaja asociativamente en beneficio de muchas personas que, de otra forma, estarían totalmente desamparadas. El pequeño detalle es que tenían y siguen teniendo «hombres grandes» que trabajaron y trabajan en serio, como Alberto Hurtado, Renato Poblete, Benito Baranda y muchos otros «desconocidos».



La Teletón es otro buen ejemplo. En el medio y centro de la farándula, con todos sus afanes a veces enfermizos por alcanzar el éxito, entre gente llena de celos por la fama y múltiples intereses, ellos lograron articular un equipo tras la misión común de apoyar a los niños discapacitados, usando intensivamente la inteligencia colectiva. Claro que los pequeños detalles allí se llaman Mario Kreutzberger, Andrés Navarro y varios otros «conocidos» de la pantalla y demás medios.



El Movimiento Regionalista, aunque sin la «fama» de los casos anteriores, es también un buen ejemplo. En el marco del tradicional y asfixiante centralismo político, social y económico, ellos entusiasmaron gente y organizaron grupos tras el sueño de descentralizar y fortalecer a las regiones para avanzar hacia un desarrollo más armónico y equitativo de Chile. Allí los pequeños detalles se refieren a gente como Claudio Lapostol, Heinrich Von Baer, Guillermo Crespo (partió este año) y a varios otros «desconocidos» del mundo de la empresa, del sector público, del sector comunitario y de las universidades regionales.



Todos estos casos, juntos a muchos otros que se reparten anónimamente a lo largo y ancho de nuestro país, constituyen buenos ejemplos o buenas prácticas del Uso Intensivo de la Inteligencia Colectiva y del Trabajo Asociativo.



Estas experiencias tienen dos determinantes claves o básicas a imitar:



1.- Son siempre movimientos transversales. Es decir, están por sobre las etiquetas y trincheras políticas, religiosas, técnicas, sociales o económicas de siempre. Están más allá de los «tres tercios». En los tres ejemplos anteriores hay gente de todos lados ayudando a una causa común. Las personas se sienten allí convocadas y participando en un verdadero lugar de encuentro con valores fundamentales: solidaridad, democracia, tolerancia.



2.- Sus líderes son siempre gente que trabaja en serio, duramente y abriendo espacios realmente importantes: el ejército de «desconocidos» que aporta su grano de arena, su amor por la causa. En los tres ejemplos se trata de redes formadas por personas, instituciones, empresas y personas altamente motivadas que ponen su esfuerzo, pero que no necesariamente constituyen el centro de atracción o las «caras visibles».



Sobre todo para enfrentar las crisis y su secuela de problemas sobre tantas personas, las armas esenciales son la transversalidad, la integración a tareas comunes, el uso intensivo de la inteligencia individual y colectiva y el trabajo asociativo. Si se quiere realmente servir a Chile -a la empresa o a la institución, según la escala- y crecer juntos, no sirven los afanes individualistas o de grupos excluyentes, porque estos sólo profundizan verticalmente la trinchera en que ellos mismos se encuentran, eliminan todo espacio para la asociatividad y dificultan seriamente la posibilidad de abordar los asuntos en serio.



En el marco descrito corresponde preguntarse por la gente que administra y opera el poder político formal en el Chile de hoy, el cual les ha sido entregado por nosotros mismos. Nos preguntamos si los jefes y líderes de partidos, gente inteligente y duramente trabajadora en la política y sus equipos nacionales, regionales, provinciales y comunales, estarán apuntando hacia estrategias integradoras para aprovechar las ventajas del uso intensivo de la inteligencia colectiva que nos permita enfrentar los problemas. ¿Estarán vinculando Crisis Económica, Inteligencia y Asociatividad para salir airosos trabajando como equipo?



Para tener un Chile que sea más Chile para todos, nuestros líderes deben pensar siempre primero en los intereses del país y después en los propios o en los partidarios.



* Vicerrector académico de la Universidad del Biobío.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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