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La ardua tarea de reconstruir Irak


El famoso novelista británico Graham Greene señaló una vez: «Siempre existe un momento en que la puerta se abre y permite la entrada del futuro». El mundo presenció un momento como ése cuando todos vimos como la estatua de Saddam Hussein era derribada de su pedestal en el centro de Bagdad. Las asombrosas fotografías desde la Plaza Fardous – donde sucedió el hecho – no solo simbolizaban el fin de un reino de terror que duró 24 años. También marcaron el momento en que un pueblo oprimido podría empezar a mirar hacia un futuro mejor libre de la amenaza de la intimidación, la tortura y las ejecuciones sumarias. Presenciamos la caída de Tikrit, la base de Saddam Hussein, que presentó poca resistencia.



Sin embargo, ahora es tiempo de volcar nuestras energías en favor de la paz. Y, por supuesto, no hay lugar para la complacencia. El potencial de Irak – sus riquezas culturales, la riqueza de sus recursos naturales y su talentoso pueblo – es extraordinario. Pero aprovechar ese potencial y reparar el daño causado por el régimen de Saddam requerirá un enorme esfuerzo.



Los desórdenes civiles que presenciamos recientemente en las ciudades de Irak nos recuerdan que los desafíos para la comunidad internacional no han desaparecido con la caída del partido Ba’ath. No debemos sorprendernos de que los iraquíes se vuelvan contra las instituciones de un estado que los mantuvo en el temor y la represión durante tres décadas.



Es un hecho que no justificamos ese desorden, y afortunadamente ahora estamos presenciando una mejoría en la situación. Las fuerzas de la coalición, conjuntamente con el pueblo iraquí, están comenzando a crear estabilidad en las calles de Irak. Es un equipo – es decir, la comunidad internacional trabajando junto al pueblo iraquí – el que devolverá a largo plazo la prosperidad y la estabilidad a Irak.



Hemos pensado largamente en cómo se organizará Irak después del conflicto. Nuestra prioridad inmediata es asegurar la entrega de alimentos, medicamentos y ayuda humanitaria al pueblo de Irak. Las fuerzas británicas están participando activamente en el suministro de ayuda esencial y en la organización de los servicios básicos en el sur del país. En esta zona están trabajando junto a los organismos de las Naciones Unidas y a organizaciones no gubernamentales.



Además de restablecer el orden y de mejorar la situación humanitaria, debemos pensar en la era post-Saddam. Una dictadura ha sido derrocada. Pero ¿qué llenará el vacío?



Hay, de hecho, muchas coincidencias de propósitos: la creación de un Irak próspero y estable regido por el pueblo iraquí, despojado de sus armas de destrucción masiva y que vive en paz con sus vecinos. Las conversaciones se enfocarán en la manera de lograr este fin. Nuestra posición es clara. Las Naciones Unidas deberían jugar un papel vital en la recuperación de Irak. Buscaremos la adopción de nuevas Resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que reafirmen la integridad territorial de Irak, que aseguren el rápido suministro de ayuda humanitaria y que ratifiquen una administración adecuada en Irak después del conflicto.



También apoyamos la rápida formación de una Autoridad Iraquí Interina que vaya asumiendo progresivamente las funciones de gobierno. La coalición deberá trabajar con las Naciones Unidas a fin de establecer este cuerpo. En el momento adecuado, veo la organización de una conferencia nacional que reúna a representantes creíbles de toda la sociedad iraquí para acordar el establecimiento de esta Autoridad Interina.



Manejar la transición de un régimen dictatorial a uno democrático en Irak es un enorme desafío. La comunidad internacional tendrá que proveer recursos económicos y humanos a Irak en los años venideros.



Algunos comentaristas ya están sugiriendo que la tarea es demasiado grande para nosotros, que los esfuerzos internacionales para promover la reconciliación y la construcción de la nación no será posible debido a rivalidades étnicas y tribales de larga data. No subestimo el alcance del desafío.



Pero podemos tomar ejemplos recientes. En Afganistán el pueblo afgano tiene ahora un gobierno auténticamente representativo. Casi dos millones de refugiados que escaparon a la brutalidad del régimen Talibán han regresado. En los Balcanes, la dictadura ha sido reemplazada por la democracia. El pueblo de Kosovo ya no vive con temor a la persecución. Están comenzando a disfrutar los privilegios de la libertad que las democracias occidentales han dado por sentados desde hace mucho tiempo.



La tarea de la comunidad internacional es llevar esos privilegios al pueblo de Irak. A aquellos que argumentan que estamos condenados a fallar, simplemente les digo lo siguiente: Una de las lecciones perdurables del siglo veinte ha sido que los valores de la democracia, el respeto por los derechos humanos y el imperio de la ley triunfan sobre las mayores amenazas.



No me cabe la menor duda de que, con el apoyo internacional, estos mismos valores permanecerán en Irak. Formarán las bases para el próspero futuro que cada padre iraquí desea para sus hijos. Y constituirán un memorial adecuado para los millones de víctimas de la dictadura de Saddam.



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Jack Straw es ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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