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Sobre la propuesta de la UDI

Digámoslo en forma simple: un gobierno que establece una política de terror, con exterminio de sus adversarios, no puede tener nada de bueno, porque eso de bueno no puede justificar la vida de nadie.


La propuesta de la UDI para «solucionar» el tema de los derechos humanos amerita más de un comentario. Porque, contra todo lo que se le quiera aquietar o esconder, el tema de la defensa de los derechos humanos es -o debiera ser- el elemento central, constitutivo, de la democracia que se ha querido instalar después de la experiencia de la dictadura. No hay fundamento más potente que ese, habida cuenta de las violaciones a esos derechos que aquí se cometieron.



Lo primero es no suponer intenciones. O, para terminar con un ejercicio que ha enturbiado las relaciones, por años, en nuestro país, suponer simplemente buenas y loables intenciones. A partir de esa premisa escribo.



Aprovechando la propuesta, que todavía no ha sido conocida en su totalidad y detalles, podríamos volver a emprender el ejercicio de analizar lo que esa herida significó para el país y de qué forma condiciona y sirve para construir el modelo de sociedad en que queremos vivir.



Por eso, y más allá de las urgencias, convicciones o necesidades de algunos familiares, lo primero es señalar que sus demandas de «cerrar el capítulo» no pueden ser a costa de la renuncia de la verdad y la justicia. Esos dos conceptos no son propiedad de nadie -ni siquiera, en exclusivo, de los familiares de las víctimas-, y, por lo mismo, son deber de todos. Es cada uno de nosotros el que aspira a vivir en una sociedad en que hechos así sean conocidos y sancionados. Por lo ocurrido y lo que eventualmente pueda ocurrir. Hay una cierta paz que se instala cuando se asume, por principio y no por cálculo, que si atrocidades como ésas se repitieran serían develadas y sus autores enjuiciados.



Como se comprenderá, la coincidencia en torno a ese consenso supone, en primer término, rechazar lo que fue la práctica institucional de la dictadura encabezada por Augusto Pinochet y que tuvo -y aquí está el punto- innumerables adherentes, funcionarios, secuaces y defensores en la sociedad civil. Pretender circunscribir las responsabilidades de lo ocurrido en los militares es, a estas alturas, injusto y malintencionado. Una carajada de quienes, sin uniforme, trabajaron para ese régimen y profitaron de él.



Eso nos remite, inevitablemente a la UDI. En ese partido está la mayoría de la tecnocracia de la dictadura, de sus alcaldes designados y funcionarios. También sus ministros y subsecretarios. Si parece sorprendente que sea ese partido el que esté elaborando una propuesta sobre el tema, eso dejémoslo en el campo de la anécdota. Lo verdaderamente importante es saber si en las filas de esa colectividad -y particularmente entre quienes trabajaron para la dictadura- se reconoce que lo ocurrido fue más que una tragedia: fue algo inaceptable, injustificable e indefendible. Eso, así de explícito, aún no se escucha de la UDI.



Aún más: cuando desde las filas de la derecha se insiste en argumentar que la polarización política y la «violencia de la izquierda» son las responsables, finalmente, de la represión, allí hay justificación al horror. La semana que pasó, en la Universidad Finis Terrae se presentó un libro que no es más que un glosario de hechos de violencia durante la Unidad Popular. El mensaje que puede deducirse -y que es inaceptable- es que esa violencia justificó los crímenes de la dictadura.



Lo otro es cuando se insiste en poner en la balanza «lo bueno» que hizo el régimen militar: las reformas económicas, en particular. Aberrante. Digámoslo en forma simple: un gobierno que establece una política de terror, con exterminio de sus adversarios, no puede tener nada de bueno, porque eso de bueno no puede justificar la vida de nadie. Quien piense lo contrario debe hacer el ejercicio intelectual de pensar en ofrendar la vida de su ser más querido para garantizar algún logro económico (como el comunismo de los socialismos reales justificaba la represión en virtud de una revolución que, más adelante, haría a todos felices). Si lo acepta, estamos ante una bestia.



* Jefe de Prensa de Radio Bío Bío de Santiago.



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