Publicidad

Una plataforma programática para la izquierda

La llamada izquierda de la Concertación se ha pasado de la raya. Una cosa es no poder implementar transformaciones radicales del modelo, pero otra es no aspirar siquiera a un programa de reformas del sistema neoliberal instalado por la dictadura.


La ausencia de un espíritu reformista en la Concertación, y su conversión en una fuerza reproductora, son las causas profundas de su pérdida de vitalidad y mística, de la disminución de una militancia efectiva que actúe movida por motivos ideales y no por propósitos de carrera política o de obtención de prebendas.



Desde la izquierda nadie ha pretendido ni pretende pedirle a la Concertación que ponga en marcha, ahora, la «vía no capitalista de desarrollo». Los pequeños segmentos que pudieran hacerle exigencias radicales son minorías que confunden voluntad y posibilidad y que creen todavía, como creyeron antes, que la revolución es un acto mágico, que no está condicionado por factores estructurales, de fuerza y, especialmente, de impregnación del imaginario colectivo, de su instalación como deseo y como realidad posible.



No se necesita hacer un largo análisis para llegar a la conclusión que las tareas del momento son distintas de las de los sesenta, en especial porque el mundo de expectativas y la capacidad de movilización y lucha de los trabajadores se encuentra en niveles mucho más atrasados.



Pero la llamada izquierda de la Concertación se ha pasado de la raya. Una cosa es no poder implementar transformaciones radicales del modelo, pero otra es no aspirar siquiera a un programa de reformas del sistema neoliberal instalado por la dictadura.



Esta ausencia ha conducido a una mimetización de la Concertación con la derecha, la cual le permite a esta aparecer como la abanderada de los cambios. Se ha distorsionado totalmente la noción de cambios para reemplazarla por la de ajustes que es lo que la Derecha pretende introducir en el funcionamiento del sistema.



Esta ausencia en la llamada izquierda de la Concertación de una política de cambios, entendida como la introducción de importantes reformas democratizadoras y la posibilidad cierta que la Derecha, pura o disfrazada, gane las próximas elecciones le plantea un gran desafío a los partidos y movimientos de Izquierda anti neoliberal y anti capitalista.



Ellos deben ser capaces de elaborar una plataforma programática para el futuro inmediato, con la más amplia participación de partidos, movimientos y organizaciones sociales. No se trata de construir un instrumento de este tipo solo para participar en elecciones. La tarea política principal para esas izquierdas es estar presente día a día en la lucha por definir el futuro. Para ello es indispensable elaborar y socializar una visión de Chile, un mapa de los cambios que es necesario impulsar a través de la lucha social y precisar la orientación de ellos.



Un programa de esas izquierdas debe estar anclado en un sólido principio de realidad, el cual es el diagnóstico del nivel y de los contenidos de la conciencia popular. Un programa que se aparta de ese registro es aquel que no tome en cuanto las enormes transformaciones culturales de los sectores populares. Ejemplo de ello son la implantación de nuevas practicas culturales: la adicción al mall y a las supertiendas, la afición a la entretención televisiva, la valorización del confort y la focalización en estrategias individuales o familiares.



Si las izquierdas anti neoliberales elaboran programas que no registran como dato esas transformaciones no serán capaces de producir ofertas creíbles, que sean capaces de constituir y movilizar voluntad popular de cambio.



La orientación central de un programa de estas izquierdas anti neoliberales debe ser la lucha por la profundización de la democracia en la esfera política, pero también económica, social y cultural. El perfeccionamiento de la democracia política, si bien es una condición para maximizar la eficacia en otras luchas, no es suficiente. Se debe buscar una democracia global, la cual siempre chocará con los límites impuestos por la acumulación capitalista.



El sentido más profundo que tiene construir una plataforma programática de las izquierdas es usarlas en la lucha por construir nuevos sentidos comunes de masas. Hoy ese sentido común está penetrado por la omnipotencia del mercado. Pensar a Chile desde la izquierda significa poner al mercado en el lugar secundario que le corresponde pero no para desplazarlo por la omnipotencia del Estado, sino por la combinación de un Estado regulador potente y de una «sociedad civil» donde se exprese la fuerza de los ciudadanos organizados. Democratizar la sociedad no es reforzar los poderes del Estado, sino socializar el poder: que el Estado tenga capacidad de regulación pero, constantemente, sometida al control ciudadano y que los poderes estén dispersos territorialmente.



Las izquierdas que existen -o que están emergiendo- deberían iniciar pronto un diálogo programático. No importa siquiera que no se logre generar un consenso total, lo que importa es poner en circulación ideas y posiciones, donde las izquierdas vayan dibujando su visión de Chile, mostrando su posibilidad, por tanto que sean capaces de enfrentar en el debate sobre la existencia de alternativas. Que entren en la lucha por mostrar la necesidad de profundas transformaciones y por conectar los problemas sociales que existen con el modelo capitalista imperante. Ä„Manos a la obra!





______________

Vea otras columnas del autor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias