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Vecinos distantes


Para alejar las tensiones y poder organizar su gobierno, el Presidente Mesa ha enfriado las relaciones con nuestro país. Es que la fragilidad del sistema político boliviano le obliga a diferir la decisión sobre la exportación de gas por Chile y también postergar la suscripción del TLC que se negociaba a nivel bilateral.



El tema del paso del gas por Chile y la posibilidad de obtener vía concesión comercial un enclave costero para manejar el embarque de ese recurso, con áreas para radicar un complejo hotelero anexo, se perfiló como una opción suave, posible, enmarcada en el ámbito de una concesión que no habría requerido visto bueno del Perú, ya que habría sido un contrato del Estado de Chile con una corporación comercial internacional y no con el Estado de Bolivia. El área estaba seleccionada como la mejor opción logística: la caleta de Patillo, a 50 kilómetros al sur del Aeropuerto de Iquique. Una línea recta desde Tarija, al sur de Bolivia, que el alcalde iquiqueño «Choro» Soria supo promover con fotografías satelitales del área, desplazando a Mejillones de la negociación. Estando la logística clara, se podría cerrar el negocio con los compradores norteamericanos. Pero las presiones peruanas y las movilizaciones de rechazo -con los casi 80 muertos que produjo sacar el ejército a las calles, frente a turbas también armadas con sus clásicos y temidos cartuchos de dinamita- llevaron el asunto del gas a fojas cero, con un nivel de animosidad en contra de Chile, que hará cada vez es más difícil la concesión portuaria que se había considerado en los planes del alcalde Soria.



Se vive hoy un paréntesis de tranquilidad. Pero está vigente un plazo que formuló Evo Morales: marzo del 2004. De la capacidad de respuesta del Presidente periodista durante estos cortos meses, dependerá la marcha del conflicto. En la visualización de intereses en juego, hay que distinguir las pretensiones indigenistas aymaras de las pretensiones de los cocaleros que quieren recuperar sus cultivos. Seguramente puede haber intereses traslapados, pero las últimas declaraciones a la prensa de la dirigencia indígena han demostrado una toma de distancia de los indígenas respecto a Evo Morales. Del otro lado, están los grupos políticos y empresariales que buscan una sintonía con el sistema internacional, asumiendo claramente el único mensaje que envió Washington -después de la caída de Sánchez de Losada- en orden a que se preservaran los intereses estadounidenses en Bolivia. Cabe recordar que durante el primer gobierno de Sánchez de Losada, se entregó a la Enron el gasoducto a Brasil, en un cuestionado contrato firmado por el Presidente de Bolivia en Estados Unidos, lo cual fue cuestionado por sus opositores con fuertes denuncias de corrupción.



En este complejo y tensionado escenario se mueve el Presidente Mesa y es necesario, como política de buena vecindad, apostar al éxito de su gestión, la cual apunta a tranquilizar los ánimos y lograr una mínima estabilidad institucional para gobernar el país.



Pienso que hay dos líneas de trabajo para nuestra Cancillería, de cara al mejoramiento de las relaciones bilaterales. De una parte, compartir con Bolivia soluciones transversales para la integración de las comunidades aymaras a las economías formales de nuestros países. En segundo término, cooperar en los esfuerzos de modernización del Estado, que ha llevado Bolivia hasta la fecha.



Las reivindicaciones de los pueblos altiplánicos van más allá de la coyuntura y cruzan las fronteras de los actuales Estados. Es preciso reconocer sus aspiraciones y plantear líneas de comunicación que construyan plataformas de integración, que rompan con su marginación de los sistemas económicos, para que se les considere en la toma de decisiones de los poderes centrales. Generar plataformas que procuren integrar a las comunidades indígenas a espacios alternativos y con proyectos coherentes con su cultura ancestral, significa concebir para ellas modelos económico-sociales diferentes al oficial. Esto obligaría a nuestro país a ponderar la necesidad de políticas públicas adecuadas a esa realidad social, de manera que pueda conciliarse con la posición nacional oficial respecto a los temas globales.



El tema indígena es un asunto que Chile debería enfrentar con creatividad, porque de esa manera podrá ganar en la imagen que los vecinos tienen de nuestra actitud internacional, fuertemente orientada a los centros de poder y con baja acción propositiva hacia estas realidades tan cercanas y domésticas. Pienso que encarar esta realidad podría llevar oxígeno a las relaciones bilaterales con Bolivia y bajar la presión en contra de Chile en estos vecinos altiplánicos, adoptando de nuestra parte una posición, en definitiva más proactiva que la de jugar al statu quo, lo que a la larga nos puede generar mayor inseguridad.



En cuanto a la modernización del Estado que ha asumido Bolivia, también debiera ser materia de cooperación bilateral. Si en Bolivia se profundizara la crisis y su institucionalidad se debilitase al grado tal que la insurrección pudiera desintegrar el país, el tema pasaría a ser un problema de seguridad regional y hemisférica. Está en lo medular el cultivo de coca y en esa línea la vinculación de Bolivia con Estados Unidos ha pasado por el compromiso formal del Estado boliviano, de erradicar estos cultivos. Paralelamente, el vecino país ha buscado modernizar el Estado, respetando la diversidad cultural interna, pero formalizando la economía para lograr una sociedad ordenada, luchando contra el contrabando y la informalidad, aumentando la recaudación fiscal. No ha sido casual que la Aduana Nacional de Bolivia haya sido reconocida por el Banco Mundial por sus buenas prácticas, ya que ha hecho un gran esfuerzo para automatizar procesos, lo que la ha hecho blanco de las presiones de los cocaleros y contrabandistas enquistados en el país.



Asumiendo estos dos ejes en las relaciones bilaterales, Chile podría plantear a Bolivia una recomposición de las relaciones bilaterales para volver, al menos, a los niveles normales de colaboración que se habían alcanzado en los últimos años. Abriendo estas líneas de acercamiento, bien podría bajar la animosidad en contra de Chile que ha fomentado Evo Morales, el líder de la última revuelta, el mismo que le ha dado plazo fijo al Presidente Carlos Mesa para recomponer un gobierno.



* Consultor internacional, escritor y columnista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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