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Concertación, la última posibilidad


Qué pesadilla la que tuve ayer. Prendía el televisor, ponía el noticiario, y estaban los presidentes de los partidos de la Concertación, con una sonrisa enorme en la cara, anunciando que luego del proceso de negociación el candidato presidencial sería Adolfo Zaldívar. Sin primarias, sin explicaciones mayores, tal como se había hecho en la negociación municipal con Trivelli, sin escuchar a la gente. Para sazonar la pesadilla, no faltaba aquel ilustrado presidente que en forma profunda y casi filosófica decía que «habíamos salido fortalecidos».



La angustia continuaría al despertar y constatar que la pesadilla tenía un alto porcentaje de convertirse en realidad. El lado oscuro de la fuerza siempre aparece cuando hay elecciones.
Mi problema no es con Zaldívar, ni tampoco lo es con Frei ni Alvear. En especial, esta última creo que podría llegar a ser una interesante apuesta. Pero yo iré por Bachelet. Creo que es lejos la mejor candidata. Reúne todo lo necesaria para ganarse mi afecto: es de izquierda, es preparada, convincente y es buena onda. Su figura es capaz de ilusionar a los que dejaron de creer en la Concertación. Puede llegar a representar algo nuevo.



Creo que muchos trabajaríamos encantados por un candidato DC y defenderíamos su propuesta, dejando nuestro sudor en las calles y rompiéndonos los nudillos golpeando puerta a puerta para pedir el voto. Siempre y cuando éste fuera designado en un proceso transparente y escuchando a la gente, como en una primaria abierta. De no ser así, seremos muchos los que dedicaremos nuestro tiempo a estudiar, pololear o hacer cualquier otra cosa, y miraremos desde la puerta de nuestras casas cómo la gente le pasa la factura a la Concertación.



Indudablemente la primaria es el mecanismo más democrático para elegir al candidato, salvo que tuviéramos uno que claramente fuera la carta de triunfo y no tuviera oposición alguna. Como esto ultimo no sucede, el mecanismo con el cual se designó a Lagos debe ser el mismo por el cual se designe al candidato único de la Concertación. No hacerlo es retroceder.



Cuando la ciudadanía pide a gritos a la ex ministra de Defensa, sería impresentable que la bajaran en una negociación o que una vez «macuqueado» y ejercidas las presiones desde la «estrella de la muerte» hicieran que ella desistiera. Como dirá mi abuela, para pescar «mis monos e irme pa’ la casa».



Los jóvenes no estaremos dispuestos a ser cómplices ni encubridores de la miopía política con que actúan algunos dirigentes, y que a la larga hacen que la gente deje de creer en los sueños y utopías en los cuales alguna vez pusieron sus esperanzas. Posiblemente quienes nos neguemos a trabajar por un candidato que no represente el sentir de la gente, seamos apuntados como traidores o indisciplinados. Pero nuestra lealtad y disciplina no es hacia un grupo de dirigentes, nuestra lealtad es hacia nuestros principios.



Mucha gente ya está cansada y cree que estas actitudes no la representan. Los partidos de la Concertación y, en especial el de Adolfo, deben darse cuenta que es la última posibilidad para que la gente vuelva a creer. Para darle a muchos una razón más profunda para jugársela por un próximo gobierno de la Concertación, que el cuidar su pega en el Estado. Es la última posibilidad para llenar de mística a quienes, si bien aun votan por este conglomerado, ya no les ilusiona. De no ser así, tendremos que empezar a hacernos a la idea de ver a la Patty Maldonado como ministra de Cultura y sacar preservativos con receta retenida en el próximo gobierno de la UDI.





*Daniel Manoucheri es vicepresidente nacional de la Juventud Socialista. Estudiante de Derecho de la Universidad Diego Portales (UDP).(daniel_manouchehri@yahoo.es).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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