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Problemas de una nueva Concertación


La carrera presidencial está lanzada y la gente desea un liderazgo distinto, afectivo, acogedor e integrador, y entre las dos opciones que representan esta tendencia, la mayoría se inclina por Michelle Bachelet, como lo demuestran los estudios de opinión pública.



La amplia y diversa aceptación de Michelle Bachelet refleja que en el país se han producido cambios profundos que el carácter conservador de la mayoría de su élite no ha podido detectar con precisión.



Por otro lado, casi un 10% de votantes «descolgados» de la Concertación en la elección municipal demuestra que -sumados a los votos de la alianza de gobierno-, la opción de derecha es minoría en Chile.



Sin embargo, este porcentaje de «descolgados» no es completamente transferible a la Concertación y sólo se puede intentar recuperar parte de estos votos con un programa social innovador, que apunte explícitamente a los déficits que ha exhibido en estos años. Desde el punto de vista de asegurar un triunfo electoral en las elecciones presidenciales se trata de recuperar electores descontentos y de retener los electores del centro, más que ilusionarse con una hipotética ampliación electoral hacia la derecha.



Michelle Bachelet es también la mejor carta para esta tarea, apoyada por cierto por Soledad Alvear. Pero Michelle Bachelet representa también el inicio de una nueva era. El fin de un período de «excepción» en la historia del país, el reencuentro con la «normalidad» y la recuperación definitiva de la unidad de la nación, dividida en cuestiones esenciales en las últimas décadas.



La fase de «normalización» es una vuelta a la cercanía y a la superación de las desconfianzas, el fin de los eufemismos y las medias verdades, la superación del temor a la pluralidad de las opciones y la reimplantación de los valores éticos, que sin bien estaban presentes en la fase post-dictatorial, se desdibujaron en los acuerdos tácitos entre víctimas y victimarios, propios de un país dividido.



El «fenómeno Bachelet» se encuentra también unido a una desafección con un estilo político tradicional distante de la gente, y al agotamiento de un segmento de la clase política concertacionista que dirigió la transición. Parte de la dirigencia política de la primera fase democratizadora ha sido
cooptada al «sistema de la transición» y carece de la capacidad de
innovación que la caracterizó para dirigir esta nueva etapa de normalización plena.



La Concertación está enfrentada al desafío de generar nuevas ideas y nuevo personal político para enfrentar el futuro, incorporando a las nuevas generaciones, o corre el riesgo de estancar al país a una estructura de poder que nació chantajeada por los poderes fácticos.



La investigación judicial sobre las cuentas bancarias del general Pinochet y la inequívoca postura del Ejército frente al informe sobre la tortura y su apego a la doctrina internacional del «Nunca Más», son el inicio de la desmistificación del pasado y la irrupción definitiva de los valores esenciales y de la verdad en el clima moral del país.



Uno de los problemas que debe resolver la nueva Concertación es actualizar su método para mirar los problemas de Chile. La Concertación de la primera fase se concentró en una mirada interna de los conflictos, lo que le permitió una transición ejemplar erradicando la violencia y un manejo prudente de la economía, pero no ha internalizado que en esta etapa la referencia fundamental es el mundo global y el marco
vecinal, que inciden cada vez más en las posibilidades de desarrollo de Chile.



Organizar el debate de los temas nacionales de acuerdo a los problemas globales permite mirar los problemas desde una perspectiva nueva, como las posibilidades del desarrollo de su comercio, la viabilidad de captar inversiones extranjeras, las opciones para generar empleo o las políticas para avanzar en la cohesión social. También en el ámbito del fortalecimiento
de las instituciones del estado de derecho las referencias supranacionales empiezan a ser determinantes, como lo demuestra el reciente fallo de la Corte Suprema que ha rechazado aplicar la ley de amnistía.



Problemas de legitimidad en el sistema político



El tipo de acuerdos consensuados de la clase política en la fase de transición es una de las razones del por qué los políticos -con la excepción del presidente y del nuevo liderazgo femenino,- no tienen una buena imagen pública, especialmente entre los jóvenes. Esto es así a pesar de que la calidad de la clase dirigente es uno de los mayores activos con que cuenta el país.



Existe un malestar ante un excesivo distanciamiento de la clase política con los ciudadanos, lo que se percibe como un «pacto de las élites». El peso de la tecnocracia y el predominio de una discusión meramente económica ha postergado el debate sobre la desigualdad social, uno de los temas centrales que afectan a las personas. Estas sienten que su capacidad de ingerencia en
los asuntos públicos es extremadamente reducida, como lo sugieren los informes del PNUD.



Por otra parte, el bajo nivel de legitimidad de los partidos políticos no se condice con el hecho que han demostrado ser un factor de estabilidad del sistema democratico.



El débil desarrollo de una cultura cívica y participativa es el talón de Aquiles de la actual democracia, especialmente respecto a su capacidad de incorporar a los jóvenes, y la política tradicional se muestra insensible a la subjetividad de las personas, a sus temores y sus esperanzas.



Debilidades institucionales



Existe un sentimiento mayoritario de que hay leyes políticas, partiendo por la Constitución, que no representan el sentir del país pero la derecha y los medios de comunicación niegan esta realidad y generan inmovilidad en la modernización del sistema político.



Esta situación explica el por qué el gobierno no ha podido desarticular definitivamente los enclaves autoritarios. Sin embargo, ha logrado debilitarlos de manera significativa. El resultado final es que el estado de derecho funciona y la consolidación de la democracia, si bien lentamente, se ha afirmado cualitativamente.



Amenazas internas a la democracia han sido eliminadas. Estos son éxitos notables del gobierno de Ricardo Lagos y de sus ministros de defensa.



El gobierno ha podido también impedir una agudización de problemas
estructurales no resueltos como la disparidad social, las diferencias regionales y la división en la sociedad producto de las violaciones a los derechos humanos.



Un éxito de gestión política, pero que debe traducirse en soluciones reales en el nuevo programa de la coalición mayoritaria del país.



Déficit en educación



Educación es un área donde aún Chile tiene carencias graves. El sistema educacional reproduce la segregación social que irrita a muchos electores concertacionistas. El sistema es extremadamente estratificado entre escuelas privadas, subvencionadas y estatales, tanto en la enseñanza pre-escolar, básica, media, como universitaria y se diferencia muy marcadamente en su calidad. Esto se expresa en el bajo rendimiento en matemáticas, lecturas e idiomas.



A pesar de los avances, se mantiene una falta importante de igualdad de oportunidades.



Déficit en medio ambiente



La escasa iniciativa pública de los gobiernos de la Concertación en este ámbito ha conducido a una utilización intensiva y abusiva de los recursos naturales, y a deterioros medioambientales como desaparecimiento de bosques y erosión de la tierra, disminución de especies marinas, contaminación de las aguas y del aire.



Sin el desarrollo de una línea programática clara en esta área a nadie debería sorprender una irrupción de una candidatura ecologista que le puede restar valiosos votos a la Concertación.



Déficit en el proceso de regionalización



El desarrollo desigual entre las regiones no se ha reducido. La falta de inclusión del personal dirigente de las provincias en el sistema político frena el desarrollo homogéneo del país y es una nueva fuente de desigualdades y -probablemente-de nuevas tensiones.



Legado positivo de la Concertación



Éxito en los bajos niveles de corrupción. A pesar de la imagen fomentada en los medios de comunicación, ha quedado en evidencia que el país dispone de trasparentes mecanismos de control y supervisión estatal.



Casos aislados de corrupción son criticados por la prensa y perseguidos por la justicia. En esta aérea el país tiene indicadores de país desarrollado.



Avances en seguridad social



El gobierno realizó una ampliación de la seguridad social a través de la introducción del seguro de cesantía que le garantiza al cesante no solo apoyo financiero, sino también derecho a capacitarse y a mantener su seguro contra enfermedad. Un logro de trascendencia en el contexto latinoamericano y un avance en la construcción de un estado de protección social.



Buen manejo económico en el marco de la globalización



La dinámica económica en comparación a lo ocurrido antes de 1998 ha disminuido pero es exclusivamente causada por factores externos. El país es un ganador de la globalización y ha logrado desarrollar una eficiente economía de exportación. Es cierto que sólo vinculada a las materias primas, pero ésta es una base para avanzar mejorando los encadenamientos productivos a partir de los sectores relacionados con la economía externa y creando condiciones para desarrollar una plataforma internacional de servicios.



La apertura comercial ha permitido crecer, incluso en condiciones de crisis internacional, y ha permitido aminorar problemas sociales graves, como la extrema pobreza. A través de los acuerdos de libre comercio, se ha profundizado la inserción
en el mundo.



Sin embargo, el proceso de transformación de una economía de exportación basada en los recursos naturales a una economía de exportación basada en el conocimiento y la sostenibilidad ecológica, está en sus inicios.



Los próximos años, con una mejor tasa de crecimiento, permiten organizar el salto tecnológico para poder competir con estándares internacionales.



Pero los clusters regionales necesitan una mayor cooperación público-privada y el personal de las provincias deben ser incluído con mayor autonomía en el sistema económico y político para facilitar la inserción de las regiones en el comercio internacional.



La estrategia de creación de nichos de alta especialización requiere aumentar no sólo la calidad de la educación, sino también la asociatividad, el desarrollo institucional y las confianzas, cerrando la etapa de las divisiones extremas en el país.



Es especialmente necesaria una decidida inclusión del segmento científico técnico en las estructuras de toma de decisiones. De la combinación entre la iniciativa privada y la selectividad tecnológica orientada por el sector público, debería surgir una sólida investigación científica aplicada a los segmentos más dinámicos de la economía de exportación. Todo indica que ésta
es la estrategia correcta para agregar valor a los recursos naturales.



La dirigencia empresarial superó la desconfianza en las autoridades democráticas y el país está en condiciones de conjugar una agenda de crecimiento con una agenda de desarrollo social. Ello implica profundizar en los programas sociales de cohesión e inclusión social pues ningún país pequeño es competitivo si excluye económica y socialmente a parte
significativa de su población, como a sus trabajadores, a sus mujeres, a sus jóvenes, a sus minorías étnicas o a la población de sus provincias.



La democracia es también un estilo de convivencia cotidiana y si no se logra un mejor trato entre los ciudadanos, entre géneros, entre generaciones, entre instituciones y personas, difícilmente aumentará la confianza interpersonal, imprescindible para abordar las grandes tareas nacionales.



Aprender de otros



Es importante aprender las «buenas prácticas» de países de tamaño similar que han logrado concertarse internamente para adaptar sus estructuras sociales y económicas a las implacables exigencias de la globalización como Irlanda, Finlandia, Suecia, Dinamarca, Holanda, Nueva Zelandia o Australia, países que, con la excepción de Holanda, hace 50 o 60 años no eran naciones prósperas.



No se necesita reinventar sino que asumir el desafío educacional y tecnológico de la era digital de un modo similar a como lo han hecho otros países.



Los desafíos respecto a las reformas políticas radican en la eliminación de los residuales enclaves no democráticos, en la generación de estructuras de participación e inclusión social, en una mayor legitimidad, trasparencia y calidad de la representación democrática, y una mayor justicia y reparación en el tema de los derechos humanos.



En lo económico, la sostenibilidad del desarrollo económico debe ser asegurada mediante la profundización de la dimensión social, ecológica, y tecnológica-educacional del modelo exportador. Pero es especialmente en el ámbito social donde debe concentrarse la
prioridad de una nueva Concertación para eliminar la desigualdad que ha generado el modelo económico.



*Hugo Calderón es doctor en economía y ciencias sociales de la Freie Universität-Berlin. Alemania



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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