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La Niña, el Poeta y otros secretos


Hay quienes se ocupan de ocultar verdades bochornosas. Otros, de dejarlas al descubierto.



Puede ser un mandatario poderoso que ignora la miseria de su pueblo para justificar guerras millonarias fuera de su territorio. Hasta que una catástrofe aparentemente natural hunde gentes y ciudades enteras, dejando al desnudo la brutal verdad. Son sólo pobres y para peor, negros, los millones de víctimas en Nueva Orleans y sus alrededores. Son sólo soldados y terroristas los que mueren a diario en Irak. Hay muertes mejores que otras. Y desprecio por las vidas humanas. Se sabe. Katrina nos lo ha mostrado.



Puede ser un viejo dictador y sus cómplices, que niegan la horrorosa maquinaria de crímenes montada por décadas, más los millonarios robos en nombre del anticomunismo. Siendo un secreto a voces, no se les condena. Pero se sabe.



Puede ser un revolucionario famoso que calla la identidad de un niño ya antes de nacer, condenándolo de por vida a vivir en soledad y desamor, a la sombra de una gran mentira revolucionaria. Un día se sabe.



Puede ser un poeta universal que esconde hasta su partida la existencia de una hija minusválida en medio de dos feroces guerras. Pero un día se sabe. A los cien años del nacimiento de Neruda, el 2004, Antonio Reynaldos encuentra la tumba de Malva Marina -hija del poeta y María Antonia Hagenaar- en Gouda, Holanda.



Mi artículo lanza la noticia al mundo. En agosto de 2004 celebramos en Gouda los 70 años de la niña, con la Nana Neil Leys y el hermano adoptivo Fred Julsing, sorprendidos ante la desconocida identidad de la niña. También están el poeta español Marcos Ana, la investigadora Gien Klatser, otros. Encuentro tierno, íntimo, lluvioso, en aquel cementerio enmalezado junto a la fábrica de gigantescos tubos.



El 3 de septiembre de 2005, la pequeña volvió a congregarnos en medio del sol y el calor en el «Festival Malva Marina», organizado por Antonio Reynaldos. Aquel oscuro secreto se transforma en alegre peregrinación de nerudianos y antinerudianos, de especialistas, músicos y público llegados de Holanda, Alemania, Inglaterra, Bélgica.



La presencia de la niña sacada del olvido -inocencia en medio de la enfermedad, del desamor, de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial en Holanda- abre mohosos cerrojos, reconcilia pasado y presente, echa luces sobre la fascinante y turbulenta biografía nerudiana.



Encuentra a los investigadores Adam Feinstein y Eduardo Embry (Inglaterra), a David Schidlowsky (Alemania), a Bernardo Reyes (por video desde Chile, que por problemas técnicos no pudimos ver, pero tenemos su excelente ponencia). A los músicos Luis Barros, nuestro «Dúo Contraviento», Jacqueline Castro, Manuel León. Convoca a la Nana Leys, a Fred Julsing, Gien Klatser, al traductor Jan Marien, la prensa, muchos más.



El viejo cementerio ha cambiado: la entrada está elegantemente renovada, la tumba de Malva Marina recibe una placa con un poema de García Lorca. Pero flota la misma ternura y curiosidad que la primera vez, con muchos rostros más. Todo el día y en tres lugares, hay discursos, ponencias, polémicas discusiones, recitales de música.



Se revive a Malva Marina, Neruda, Maruca, La Hormiguita, Matilde, la revolución española, la Segunda Guerra… Como dijera Reynaldos, Malva Marina fue un nombre y una ausencia. Hoy, sin atacar o defender al poeta, quizás hayamos venido a restañar este olvido histórico a la sombra de este casi «angelito». O a vernos nosotros mismos en la niña -quién sabe- en estos raros y violentos tiempos.



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Isabel Lipthay es periodista, escritora, cantante. Vive en Alemania.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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