Publicidad

Un partido privado para Piñera


Tengo que reconocer que la noche del 11 de diciembre, tras los resultados electorales, que nos daban mas del 50% en la elección de diputados y senadores y casi un 46% en los resultados por elegir una Presidente de la Republica, me sentí muy triste y recordé- ya avanzada la madrugada- a tantas víctimas, muertos tras brutales tormentos, durante la dictadura militar de Pinochet.



Esa noche me pregunté una vez más: ¿Es Chile una democracia o sólo una mascarada que nos tiene obnubilados, enceguecidos? ¿Acaso éste se transformó en el país de los arrogantes y los siervos, admiradores de los fuertes y dispuestos a servir a los poderosos?



¿Dónde está el ciudadano que quiere vivir libre, dónde la virtud cívica que creíamos haber recuperado tras la larga noche pinochetista?



Con mi amigo y colega de estudios de la teoría política republicana, Domingo Sánchez O., nos preguntamos si acaso el compromiso con la democracia del pueblo chileno no proviene de un profundo convencimiento del sentido moral que tiene el preservarla.



Yo pienso que, de alguna manera, una parte de nuestro país ha cedido ante la arrogancia y la vulgaridad que se enseñorea tras la candidatura ultraderechista del magnate Sebastián Piñera.



El Chile que siempre hemos aspirado los demócratas, los que creemos en la Republica Democrática como ideal de Estado, es el solidario, pertenece al pueblo con comunidad de intereses y observancia de la justicia. Aquí lo que queremos es que gobierne el interés público y no el privado; que el principio de libertad política no esté supeditado a ninguna dependencia arbitraria del poder del dinero. Parece, en todo caso, que todos estos principios rectores para un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo se han roto con la candidatura del empresario Piñera.



Lo que encontramos en las recientes elecciones es un fenómeno nuevo, del cual muchos ciudadanos no se han percatado o no se quieren enterar. Tenemos un candidato populista que promete que en nuestra vida política prime el dinero como valor fundamental en la decisión de la contienda electoral del próximo 15 de enero; y si eso se produce, tengo la absoluta certeza que los ciudadanos terminaremos subyugados a su arbitraria voluntad.



Chile dejó hace rato de ser una isla, separada por miles de kilómetros del resto del mundo. La globalización trajo lo bueno y lo malo del desarrollo humano. En efecto, desde el punto de vista de la vida republicana que hemos querido reiniciar hace un par de décadas, la globalización nos trajo el influjo de los partidos políticos personales, como el de Berlusconi en Italia.

Este fenómeno es reciente y se debe a la caída de las grandes ideologías, la ausencia de líderes democráticos que sepan desarrollar la pasión cívica de los ciudadanos y la consecuente crisis de los partidos políticos. Nuestro país ha iniciado en forma vertiginosa un proceso en que el poder del dinero en la política, intenta prevalecer por sobre la voluntad de servicio público, para convertirse en un mero negocio del dueño de la fortuna y del grupo político que lo acompaña.



Para desgracia de los dueños de los partidos de derecha, en Chile tenemos como frenar esta amenaza que se cierne sobre nuestra aún imperfecta democracia. Tenemos, a diferencia de otros países, una coalición política exitosa que ha gobernado y hecho transitar a Chile por el camino del perfeccionamiento democrático y del desarrollo con equidad, sin desconocer que todavía quedan cosas pendientes.



El peligro de un partido personal sólo puede ser contrarrestado por la presencia de líderes democráticos, como los que hemos tenido en los Primeros Mandatarios Aylwin, Freí y Lagos, y -que duda cabe- por Michelle Bachelet, quien representa hoy por hoy lo mejor de nuestra tradición democrática.



Profesional, madre, ejerce liderazgo sobre nosotros, la coalición más exitosa de la historia de Chile, con un proyecto país equitativo, justiciero y sobre todo inclusivo.



Nuestro proyecto país es un freno al populismo y al modelo autoritario que nos quiere imponer la derecha encabezada circunstancialmente por Piñera, pero hegemonizada por el integrismo UDI.



La ridícula presentación socialcristiana, con la que Piñera y sus ideólogos quieren mostrar una cara centrista ante el pueblo chileno, se les desdibuja por la falta de un proyecto de cambio real de la sociedad que se funde en los valores del humanismo cristiano y en cualquier tipo de humanismo, pues lo que en el fondo se pretende enmascarar con este ardid de marketing electoral, es el proyecto político de la ultraderecha organizada políticamente en torno a la UDI. Y no existe en el mundo ninguna corriente política de esta naturaleza que sea democrática en los hechos, no en las palabras.



La derecha política ya ha tratado en los tres eventos electorales anteriores, de menoscabar los atributos personales de nuestros candidatos y en ello ha fracasado rotundamente. Ahora le toca el turno a Michelle Bachelet contra la cual ha esgrimido el argumento de su falta de carácter para gobernar. Ante ella se presenta como un líder autoritario y fuerte, para así hacer resaltar la debilidad de nuestra candidata. Sin embargo, los hechos han demostrado que frente a quienes son más poderosos que él no actúa así, sino que todo lo contrario, como fue el caso de su bajada de la candidatura a senador por la Quinta Región. En suma, fuerte ante quienes él considera débiles y débil frente a quienes le hacen sentir que son más poderosos que él.



Hoy la derecha trata por todos los medios -especialmente a través de los de comunicación donde dominan sin contrapeso- de demoler a Bachelet. La campaña del abanderado derechista es insólita y casi risible, si no fuera por las connotaciones poco éticas e inmorales que adopta, en su afán descalificatorio. En todo caso, como ayer, esta campaña tiene poco futuro y lo que importa es que la confrontemos con nuestro proyecto país.



En ese terreno la derecha no tiene nada que ofrecer frente al binominalismo, a las ganancias y abusos de las Isapres y AFP, al derecho de los pueblos originarios a su pleno reconocimiento, a la igualdad en el trabajo de hombres y mujeres, al derecho de los trabajadores a un trato justo en sus condiciones laborales y salariales, a la descentralización, a los jóvenes y a la educación, etc. Nada, puras evasivas, y esto porque la esencia de la derecha actual es la defensa de los intereses de los poderosos.



El candidato, sus seguidores circunstanciales y sectores de la derecha económica han creído ver en la semana pasada, una derrota de la candidata concertacionista y un triunfo de Piñera. Me parece que uno de los «atributos» más destacados del prócer derechista es su falta de modestia y su soberbia. En efecto, él lo es todo: gran intelectual, académico, empresario, lo sabe todo, en suma, casi infalible.



Gobernar un país es muy distinto que gerenciar inversiones comerciales y financieras, y quien no es capaz de distinguir claramente ambas realidades, carece de la condición básica para gobernar Chile. Esto es una cuestión de fondo porque un país no es un negocio. Y cuando gobernar se convierte en un negocio, lo que resulta es una situación de corrupción descontrolada y, con ello, el fin de la democracia. Así lo demuestra, hasta la saciedad, la experiencia histórica contemporánea.



Porque creo en la democracia y en el poder de nuestro pueblo, para diferenciar lo fundamental del oropel de las falsas promesas, la derecha será derrotada una vez más en las urnas, pese a los errores que hemos cometido en la campaña presidencial.





___________________________________________________________





Claudio Vásquez Lazo. Miembro de la Directiva Nacional PPD.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias