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Una nueva oportunidad para avances democráticos


En las últimas semanas todos los actores políticos y sociales han tomado una decisión con respecto a la segunda vuelta electoral por la Presidencia de la República, en un marco de aguda tensión por la confrontación entre el bloque concertacionista y el representativo de la derecha, tal cual como han sido estas dos últimas elecciones.



Nosotros no nos hemos querido quedar al margen de entregar sencillamente nuestra visión de este momento y de la decisión correspondiente, justamente porque es el momento definitorio de la elección. Nos sumamos a la declaración que ha hecho el Partido Comunista y un grupo de partidos y movimientos sociales de izquierda en cuanto a apoyar en esta segunda vuelta presidencial a Michelle Bachelet a condición del compromiso de asumir activamente la exigencia de una mínima plataforma que puede llegar a ser muy dinámica en la dirección de avances para los sectores populares.



Desde el término de la Dictadura, las opciones presidenciales realmente probables han estado compartidas entre las que representan a la Concertación y las que han representado a la Derecha en sus distintas versiones, quedando para la izquierda extra parlamentaria un lugar relegado a la sola discusión sobre su accionar en la segunda vuelta, a propósito de la importancia que los votos de este sector adquieren para la obtención de la mayoría absoluta. Tema que siempre ha resultado conflictivo para este sector, por la combinación de sentimiento y racionalidad política, que se mezcla con la justificada percepción de ser objeto de permanente exclusión por parte de estos sectores hegemónicos.



El porqué de lo costoso de la decisión



La definición por una opción presidencial para la segunda vuelta siempre ha contenido una fuerte polémica al interior de la izquierda extra parlamentaria, consiguiéndose en ambas ocasiones (los casos de Lagos y Bachelet) que haya habido un planteamiento favorable al candidato de la Concertación, y que más allá de los análisis realizados al calor de la contienda misma, al menos para el caso de Ricardo Lagos, fueron los votos necesarios para que éste obtuviera la Presidencia de Chile.



Realmente parte de los argumentos que se han esgrimido para la decisión de no apoyar explícitamente a la candida de la Concertación, Michelle Bachelet, tienen una parte de asidero en lo ocurrido en todo el proceso de post dictadura. Por supuesto que es atendible el hecho que la Concertación ha aplicado políticas fuertemente neoliberales, que se la alejado de los actores sociales principales, que tiene en demasiada consideración el papel que juegan las élites empresariales, que no ha tenido siquiera una mínima consideración hacia esa izquierda que fue relevante en la conquista de estos espacios transicionales, así como sigue siendo depositaria de una visión de justicia y equidad social, más allá de las discrepancias de mecanismos y tecnicismos que pudiera haber en el debate de programas nacionales. Que en el ámbito de verdad y justicia ha operado con un recato que ha llegado a ser ofensivo para la enorme lucha desplegada por miles de chilenos que sufrieron la bestialidad de la represión; que la soberbia de los «técnicos» de la concertación ha impedido un diálogo con otras miradas y alternativas viables en aspectos de políticas públicas relevantes; que no han hecho un denodado esfuerzo por modificar el sistema electoral binominal y otros ámbitos socio-económicos vitales para superar la exclusión de miles de chilenos, y que han sido una herencia demasiado abominable de la dictadura. Que las relaciones y consideraciones con otros pueblos de América Latina han estado marcadas por la indiferencia y el menosprecio, asumiendo acríticamente el discurso más chovinista del nacionalismo conservador y del exitismo del nuevo gen empresarial chileno.



Sin lugar a dudas, son éstas y muchas otras las razones que darían plena justificación para que esta izquierda no se hiciera parte de una de las opciones presidenciales.



Es más, hoy debería ser la Concertación la que pidiera los votos de esta izquierda a cambio de explicar de cara a la ciudadanía si se siente más cercana o no a los ideales que este humanismo representa y ser consecuente en cumplir el Programa de Gobierno que ofrece para afrontar las inequidades e injusticias que extrañamente hoy día todos reconocen que existe, pero que nadie asume su paternidad, como si la exclusión y la distribución de la riqueza fuera una suerte de obra natural que nos fue dada, y no por el contrario una obra estrictamente construida desde los poderes económicos y políticos hegemónicos.



Porqué apoyamos a Bachelet y exigimos el cumplimiento de la plataforma presentada



Creemos que en esta ocasión el Partido Comunista tuvo una posición bastante más asertiva del momento político y de los resultados de la elección parlamentaria, que abren objetivamente espacios inéditos para el avance de demandas sociales y políticas en un contexto de reconocimiento transversal de los eslabones crujientes del modelo.



Esta posición se condensa en una pequeña plataforma viable y verosímil, que también apunta a concentrar esfuerzos en nudos problemáticos que tienen que ser acompañados, no solo de la vocación de cambio de una elite institucional, sino también de la presión social necesaria.



Claramente la Concertación ha sido una continuadora de la arquitectura central del modelo creado por la derecha pinochetista, pero también es reconocible que en su interior conviven contradicciones que deben ser aprovechadas en la dirección de un creciente desmantelamiento de zonas mercantilizadas. Y por supuesto estamos aún más lejos de la derecha chilena, esta que sigue siendo fiel a su larga tradición de prepotencia, explotación, y antidemocracia, y que le suma su reciente tradición de violación de los derechos humanos, de máxima violencia política, de exclusión y de concentración del poder.



Hay un ámbito de temas no menores, que incluyen aspectos culturales, valóricos, simbólicos, de género, de accesibilidad que hacen una diferencia entre la Concertación y la Derecha que deben ser rescatados y profundizados. Por eso la tan recurrente máxima en cuanto a que ambos conglomerados son lo mismo ante el neoliberalismo, nos deja en un callejón escabroso, pues tendríamos que rendirnos ante una evidencia que el 95 % de la población es seducido por ese esquema neoliberal, visión catastrofista que negamos asumir, sino actuar sobre ella proactivamente, y para esto la actual encrucijada electoral es un momento más de esa confrontación por las conciencias y las acciones de las mayorías.



Los desafíos ante el nuevo gobierno y ante el mundo popular



Al probable gobierno de Michelle Bachellet seremos oposición, pero en esta ocasión, a diferencia de los anteriores gobiernos de la Concertación las posibilidades que se produzcan avances mayores en la línea de intereses populares es más viable.



Pero las mismas posibilidades que nos encontremos en un momento político distinto tiene un doble efecto: por una parte en el contexto global de la situación político a propósito de cambio en las correlaciones parlamentarias y de mayores sensibilidades transversales por abordar temas de fuerte impacto redistributivo y la exclusión político social. Por otra parte las exigencias para el Partido Comunista y el resto de grupos políticos y sociales que han optado por la decisión de apoyar a Bachelet en la segunda vuelta serán muy apremiantes en cuanto a la imperiosidad de avanzar en nuevas renovaciones y una profunda batalla política ideológica hacia su interior, que signifique contar con una mayor flexibilidad y racionalidad política, con bases militantes más dinámicas y permeables a nuevos ritmos y sutilezas de la acción política, particularmente en este escenario que requerirá de mayores decodificaciones y desconstrucciones.



Es absolutamente necesario que las izquierdas sigan redefiniendo su papel interlocutor y relacional con los movimientos sociales y sectores populares, en que prime una verdadera vocación de servicio público y no de lecturas esclerotizadas ni vanguardistas, que hacen perder el horizonte necesario de articulación entre praxis e ideales normativos.



Superar una visión religiosa e iconográfica de la política es un gran desafío que también estará en juego en la segunda vuelta.



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Carlos Gutiérrez. Director Centro de Estudios Estratégicos, Universidad ARCIS, y miembro del grupo Populáricos, integrante del Juntos Podemos Más.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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