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El nuevo referente político


La necesidad de nuevos actores y proyectos en la política chilena actual nace de la superación de las condiciones que han caracterizado la transición a la democracia en nuestro país desde fines de la década de los 80. Una de esas condiciones sin duda fue la conservación del orden social y político como requisito para un cambio de régimen gobernable e irreversible.



Entre los efectos no deseados de este proceso de transición se cuenta la incapacidad sostenida de las elites para imaginar nuevos proyectos y épicas que generen cohesión social. Múltiples estudios han mostrado como estos rasgos de la clase política dificultan el desarrollo político y la democratización de nuestro país en la actualidad. Por ejemplo, el informe del PNUD del 2004 para Chile mostró con claridad la percepción de impotencia de las elites políticas para conducir el proceso de modernización. Por otra parte, los datos de encuestas recientes muestran una caída sostenida en el apoyo ciudadano para las dos grandes coaliciones políticas, lo que se ha interpretado como la extensión de un malestar creciente con la política institucional.



1. Retracción y renovación de la minoría consistente.



Durante los años iniciales de la Concertación de Partidos para la Democracia variados autores reflexionaron acerca de las características que un bloque político con pretensiones de liderazgo y conducción debía satisfacer para hacer posible una transición exitosa. Particularmente, estos autores coincidían en la importancia de configurar una minoría coherente desde el punto de vista del proyecto y legítima en tanto tuviera cierta capacidad de «penetración vertical». A este fenómeno Norbert Lechner le llamó la «minoría consistente» y Edgardo Boeninger describió con los conceptos eventualmente complementarios de «convergencia» y «concertación social».

En nuestros días, asistimos a una dinámica inversa de retracción de la convergencia y la concertación social que deviene en mayor conflictividad de la clase política y la sociedad civil respectivamente.



En la derecha este proceso se puede apreciar con la erosión del puente ideológico entre neoliberalismo, corporativismo y autoritarismo construido por Jaime Guzmán durante los 70 y 80. Esta crisis estructural de la convergencia en la derecha se genera por dos razones principalmente; por la profundidad de la fisura entre la matriz política neoliberal y otra de raíz católico corporativa y en segundo término, por la persistente inhabilidad del sector para alcanzar el poder.



Por su parte, en la Concertación esta dinámica que deviene en mayor conflictividad aparece con la erosión de la convergencia ideológica entre los partidos del conglomerado, pero principalmente con la creciente pérdida de capacidad de la minoría hegemónica para generar legitimidad y concertación social. Los factores que inciden sobre esta tendencia son múltiples; los efectos del sistema electoral que determina que la verdadera competencia en las parlamentarias se dé dentro de la coalición, la fragmentación de los partidos nacida de la competencia por los cargos, la llegada de Bachelet con un tipo de liderazgo que no asume cabalmente su condición de jefe de la coalición, la pérdida del ethos colectivo anclado en un relato sustantivo capaz de generar misión, sentido de trascendencia y «cemento normativo».



2. La lucha por el significado y los escenarios de convergencia.



Este panorama plantea el desafío de revalorizar a los actores que, por sobre todo, maniobran estratégicamente en clave gramsciana. Vale decir, aquellos actores que mas allá de mayorías circunstanciales, buscan generar «cemento normativo» mediante un proyecto y una nueva hegemonía democrática.

Una expresión de la importancia ganada por este tipo de actores en nuestro país lo constituye la multiplicación, con diverso grado de institucionalización e impacto social, de los llamados Think Tanks o centros de análisis de políticas públicas, tales como: CEP, Libertad y Desarrollo, Chile 21, Tiempo 2000, Expansiva, Proyectamérica.



En este contexto, interesa identificar cuales son los conflictos emergentes que condicionarían la luchas por la formulación de un nuevo proyecto político substantivo como también las alianzas y posibles convergencias. Para la resolución de este dilema visualizamos tres posibles escenarios.

Primer escenario: el desarrollo del clivaje liberal / conservador en términos valórico y culturales. Esta posibilidad implicaría una progresiva centralidad de conflictos políticos por issues vinculados a los niveles de escencialismo o relativismo en asuntos públicos de alto significado ético y al grado de neutralidad del estado frente a esos mismos temas. En los últimos meses ha aparecido por ejemplo, un bloque transversal de parlamentarios pro-life que reúne tanto a políticos oficialistas (principalmente de los grupos mas conservadores de la DC) como a miembros de la Alianza frente a temas como la píldora del día después y el derecho a la muerte asistida.



La complejidad eventual que se visualiza en este caso consiste en el anacronismo, el fundamentalismo, el «eticismo» en la toma de decisiones (suponiendo el triunfo de los conservadores) y la pérdida radical de la función normativa de la política (suponiendo el triunfo de los liberales).



Segundo escenario: otra posibilidad para superar el «vacío de proyecto» y la «crisis de hegemonía» de la Concertación y la Alianza sería la emergencia del conflicto que enfrenta los «nuevos temas» con los «viejos temas». Entendiendo por nuevos temas, aquellos referidos a la innovación y la disminución de la «brecha digital» y por viejos temas, aquellos vinculados a la exclusión, la marginalidad social, la desigualdad y al papel que juega el constructivismo estatal en la solución de estos problemas. Quizás la muestra más clara de esta corriente la representa Fernando Flores a través de Atina Chile y más recientemente de Chile Primero, siendo en ambos movimientos la tecnología y la innovación factores básicos para la democratización del país.



El riesgo que se observa en este escenario es el mesianismo ingenuo, el personalismo, el nuevo utopismo (suponiendo el triunfo de los «tecnofílicos») o el romanticismo y la ausencia de innovación (suponiendo el triunfo de los nostálgicos de los viejos temas).



Tercer escenario: la última posibilidad de surgimiento de nuevos actores está dada por el clivaje mercado / «estado providencia». Una de las expresiones más claras de este debate consiste en las propuestas surgidas al interior de la DC, en el contexto de la actualización programática que el partido realiza, para restaurar los derechos sociales clásicos y ciertas funciones del «estado providencia». La paradoja de este escenario consiste en que de consolidarse las convergencias ideológicas que se insinúan en el presente, podría existir en el corto plazo un centro DC estadofílico y una derecha neoliberal con una alta convergencia con la izquierda «renovada» (ambos sectores estadofóbicos).



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Marcelo Mella Polanco. Coordinador de la Carrera de Estudios Internacionales en el Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Chile. Licenciado en Historia, Universidad Católica de Valparaíso; Magíster en Ciencia Política, Universidad de Chile y Doctor en Estudios Americanos (C), Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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