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Deficiente participación de la mujer en el mercado laboral


La mujer en Chile tiene una baja participación laboral. El trabajo femenino se concentra principalmente en el comercio y servicio, accediendo mucho menos a la industria y agricultura. Las mujeres ganan salarios más bajos que los hombres para un mismo trabajo y enfrentan mayores obstáculos para ascender, capacitarse y ocupar cargos de más alto nivel. Cuando la mujer queda sola generalmente empobrece, disminuyen los ingresos de la familia y toda la responsabilidad del cuidado de los hijos recae en ella.



En los sectores más pobres, el acceso al trabajo es más difícil, un número considerable de jefas de hogar tiene bajo nivel de educación y escasa capacitación, por lo que suelen desempeñar labores de menor jerarquía, sin calificación y mal remuneradas y muchas veces sólo participan en el mercado informal. Esta situación influye en que estén poco informadas, que desconozcan los beneficios a los que podrían optar para mejorar su situación y la de su familia.



A mayor nivel de escolaridad y menor número de hijos menores aumenta la probabilidad de que las mujeres participen en el mercado laboral. Sin embargo, la escolaridad de la mujer y las tasas de natalidad no se reflejan en el escaso porcentaje de mujeres que participan en actividades remuneradas. Según un estudio de la OCDE, solo un 43% de las mujeres chilenas entre 25 y 54 años, tiene empleo, mientras que en los países más desarrollados dichas tasas llegan al 80% aproximadamente. En Chile, esta tasa es menor casi en un 50 % en los hogares más pobres, que en los de mayores recursos.



Las causas de la escasa participación en el mercado laboral se deben a la rigidez laboral de nuestra economía, debido a la falta de disponibilidad de empleos de tiempo parcial, los costos de contratación de la mujer, y los costos del despido. En Chile, un 10% de las mujeres dispone de un empleo parcial, mientras en los países más evolucionados llegan hasta un 38%.



Los estudios también muestran, que la falta de redes para el cuidado de los niños es uno de los mayores impedimentos para participar en el mercado laboral. Mientras mayor sea el apoyo estatal, mayor sería la posibilidad de la mujer de lograr un trabajo digno y bien remunerado que le permita satisfacer las necesidades propias y de sus hijos.



Tenemos un gasto público en guarderías infantiles y educación preescolar que no es sustancialmente inferior al porcentaje del gasto público que se destina en países de mayor desarrollo, en los cuales trabaja un porcentaje muchísimo mayor de mujeres de la misma edad.



Adicionalmente, el trabajo de la mujer en el ámbito rural es generalmente invisible como aporte a la economía familiar, considerando su esfuerzo como una mera ayuda, incluso desde su percepción personal, a pesar de contribuir al sustento de la economía familiar.



Aquéllas que participan en la fuerza laboral, obtienen una remuneración promedio inferior a la de los hombres. Esta diferencia es mayor cuanto más alto es el nivel de ingreso, o de escolaridad de las mujeres, lo que también puede deberse a que las mujeres priorizan otro tipo de compensaciones frente a la remuneración monetaria, tales como la flexibilidad y el clima laboral. Sin embargo, la percepción del mundo empresarial es que las mujeres son más caras, lo que está asociado a la maternidad, costos de sala cuna, ausencia laboral por licencias y costo de reemplazo, que es mayor cuanto más específico es el empleo.



Por todas estas razones es indispensable intensificar las políticas públicas y privadas que permitan el acceso digno de las mujeres al mercado de trabajo, garantizándoles el cuidado infantil con extensión horaria, para que puedan trabajar en un horario completo, mejor pagado, facilitar su nivelación de estudios y capacitación laboral, para ofrecerles trabajos de mayor jerarquía con rentas más altas y flexibilidad horaria.



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Isabel González, abogada de la Facultad de Derecho de la Universidad Central

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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