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La opción nuclear para Chile


La energía nuclear es una opción viable para Chile: es económicamente sostenible, medioambientalmente limpia -al reemplazar otros tipos de tipos de producción contribuye a aminorar el calentamiento global- y es segura. Este país está en una zona sísmica lo que implica una especial atención en el diseño de las plantas atómicas, tal como han hecho otras naciones con alta actividad telúrica.



La Agencia Internacional de Energía Atómica tiene amplia experiencia en estos asuntos y estaría muy interesada en asistir a Chile en planes de resguardo. Además, los generadores de cuarta generación incorporan nuevos estándares en materia de seguridad para las empresas y para la población. La energía nuclear, en síntesis, es un componente confiable de suministro eléctrico como parte de una matriz que combine varias fuentes. En Estados Unidos aporta el 15% del consumo de electricidad. En Toronto, la ciudad donde vivo, entre el 40 y el 45%. Aquí la decisión de construirlas se tomó en los ’60 después de una crisis energética y un alza importante del valor del petróleo. La ciudadanía no se opuso porque le preocupaba más quedarse sin electricidad.



Alemania decidió abandonar la nucleoelectricidad -después del ingreso del Partido Verde al Gobierno- y se enfocó en el carbón. Resultado: hoy produce mucho más gases de efectos invernadero y, además, compra electricidad a Francia, donde el 90% es de origen nuclear. En grandes países en desarrollo -como China e India- gran parte de la energía eléctrica era generada a través del carbón pero ahora construyen hasta 40 plantas nucleares.



Chile no necesitaría grandes plantas. Lo más adecuado sería que se instalaran cuatro plantas medianas, de unos 500 MW, dos en la costa central y dos en la costa norte. Esta zona tendría el beneficio adicional de que podría generarse agua potable como subproducto del proceso, puesto que para mover las turbinas se genera un vapor de alta presión, que después se puede capturar y desanilizar. Sectores ambientalistas sostienen que el uranio se estaría acabando y que cada vez es más caro, pero hay una producción constante en Australia, Canadá, Estados Unidos, Argentina e incluso es probable que haya en el norte de Chile.



Creo que si se hacen los estudios necesarios -con tiempo y rigurosidad- y Chile va a tomar la decisión de invertir en generación de nucleoelectricidad, tiene que resolver, en paralelo, dos aspectos centrales: la formación de expertos y el debate ciudadano. Es obvio que en los estados sin experiencia nucleoeléctrica escaseen ingenieros nucleares y técnicos especialistas, pero esto puede ser subsanado a través de programas de cooperación entre universidades y en alianzas a nivel gubernamental con Europa y Norteamérica. Son comunes los programas de entrenamiento en regulación y administración en plantas privadas o estatales.



Además, es indispensable promover discusiones abiertas entre los ciudadanos acerca de los potenciales riesgos y los beneficios de la energía nuclear. Es natural que la gente tenga muchas dudas por lo que la autoridad debe enfrentarlas de manera transparente y participativa. Es un error reducir el debate a una cuestión entre científicos. He visto en Chile una conversación entre expertos. Hay que sacar la discusión a la luz. No como ha ocurrido con la Comisión Zanelli, en que todo ha sido muy oculto.



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* Douglas Chambers, Ph. D., director del área de Radiactividad y Estudios de Riesgo de Senes (Canadá)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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