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La foto nacional

El éxito de algunos de nuestros deportistas, además de los futbolistas de elite, se basa fundamentalmente en esfuerzos y talentos personales y no en políticas públicas. Y a la cruda realidad de que por cada uno que triunfa, hay miles que no llegan.


Una justificada explosión de  alegría en todo el país provocó la clasificación de la selección chilena de fútbol al Campeonato Mundial que se llevará a cabo en Sudáfrica el año 2010. Fundamentalmente porque la gente asume de manera natural que el éxito de este grupo de deportistas es producto de un esfuerzo nacional.

Sin embargo ello no es así. Y sin perjuicio de la euforia que nos remece, sería bastante apropiado aprovechar la oportunidad para analizar a fondo y con frialdad lo que se ha hecho en materia de recreación y deportes.

Lo que esta selección de fútbol demuestra es que existe materia prima. La mayoría de los jugadores de ella provienen de familias sin grandes recursos o francamente humildes, y han estudiado en escuelas públicas. Es decir, han debido superar la mala política pública en materia de deportes. Pues en esas escuelas solo hay dos horas semanales de Educación Física obligatorias, que se realizan bajo cualquier condición y sin los mínimos resguardos de control físico o médico.

Ni el Ministerio de Educación ni los alcaldes se preocupan mucho del tema. En los establecimientos educacionales del país, especialmente los públicos, los niños ni siquiera corren, y  la obesidad se ha transformado en una pandemia que afecta a uno de cada tres estudiantes. Lo que implica riesgos de enfermedades cardiovasculares, problemas en las articulaciones, desórdenes del sueño, cálculos a la vesícula y resistencia a la insulina, que han cambiado el diagnóstico de salud en toda la población. En la educación municipal cuando hay que recortar presupuesto, lo primero que se hace es reducir las actividades físicas y recreativas.  

Nadie llega a ser deportista de elite en esas condiciones, ni menos un país llega a tener una base deportiva nacional amplia, si no tiene recreación y salud que alienten la actividad física en todas las edades. Los deportistas no surgen por generación espontánea sino producto de una inversión social muy amplia.  

El éxito de algunos de nuestros deportistas, entre los que se puede mencionar a los tenistas excepcionales del último tiempo, a las campeonas mundiales de hockey sobre patines, a los competidores de artes marciales, a la corredora de velocidad en patines, además de los futbolistas de elite, se basa fundamentalmente en esfuerzos y talentos personales y no en políticas públicas. Y a la cruda realidad de que por cada uno que triunfa, hay miles que no llegan. Aquí también hay una enorme brecha de equidad.

Tal como funciona, este sistema parece un juego de azar. Alguien lo descubre en su barrio como un talento y lo lleva a un club profesional, que lo ficha y somete a un régimen de estudios, generalmente en un internado, y a una práctica organizada de fútbol, que incluye nutrición balanceada y estricto control médico. Sujeto por cierto a un contrato que lo ata por muchos años al club, al que debe devolver con creces la inversión.  Si se trata de otros deportes puede ser peor, pues la familia deberá costear el proceso de formación y luego buscar un auspiciador, generalmente una empresa, que en el caso de Chile son bastante tacañas en la materia, por cierto, destacando a las excepciones.

Con esfuerzo personal: esa es la manera como se han logrado medallas de oro olímpicas y triunfos como el que  exhibe esta selección de fútbol. Felizmente amalgamado en este caso por una gestión técnica y dirigencial notables. Porque tanto el entrenador Marcelo Bielsa como el presidente de la ANFP, Harold Mayne-Nicholls, son profesionales de alta calidad, con sentido de los procesos y claridad estratégica como nunca antes hubo en este medio, a excepción tal vez del año 1962.

De ahí que la consabida foto en la cual el poder político se arropa con los éxitos deportivos exhibiéndose en un balcón resulte un tanto irritante. Porque si bien puede ser justificada, incluso como una alegría y reconocimiento a los deportistas, termina siempre nublando la realidad. Parte de la cual está salpicada de desidia y actos de corrupción tanto a nivel estatal como en las gestiones de muchos dirigentes deportivos.

No es necesario remitirse a la Carta Internacional de la UNESCO para entender que el deporte desempeña un papel vital en nuestra salud emocional y física, y en los desarrollos sociales comunitarios. Y que ello tiene la mayor significación en los primeros años de escuela.

Tal vez en eso pensaba Arturo Vidal a la vuelta del mundial Sub 20 de Canadá cuando regaló los cinco millones de pesos que ganó en un programa de farándula de la TV a la Escuela Santa Fe de San Miguel, ubicada en Santa Rosa frente a La Legua, donde él estudió sus primeros años. El director, don Pedro Martínez, antiguo profesor de Vidal y viejo educador de temperamentos, invirtió el dinero en comprar graderías para el pobre patio techado de la escuela. Para que en algo que pareciera gimnasio se pudieran hacer actos y campeonatos donde participaran quizás otros Vidales, Valdivias, Ponces, Sánchez e Islas del lugar. Un burócrata de la Contraloría haciendo una auditoría lo consideró un gasto mal hecho y lo sancionó. Esa es la foto nacional.

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