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Piñera y las niñas taimadas

Teresa Marinovic
Por : Teresa Marinovic Licenciada en Filosofía.
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Lo peor es que eso no fue todo, porque a poco andar dijo otra aberración: que había una relación directa entre algunos males sociales y la familia (pobreza, delincuencia, etcétera). Y eso sí que no se puede decir.


Hasta ahora era de mal gusto andar sacando en cara que a uno no lo habían invitado a alguna fiesta, pero ahora que lo hizo Bachelet, yo voy a quejarme públicamente de haber sido excluida del encuentro que tuvo Piñera con algunas señoritas en Comunidad Mujer. Ya que se habla tanto de paridad, al menos una representante del neomachismo debió estar presente en ese evento.

Lo peor es que el Presidente ni siquiera se tomó la molestia de consultar mi opinión antes del encuentro. Extraoficialmente le habría dado algunos consejos acerca de lo que se puede y no se puede decir frente a un grupo de mujeres hipersensibles. Nadie como una mujer que ha tenido muchos post partos para entender la psicología feminista.

Es cierto que fue bastante deferente y dijo el tipo de cosas que ese grupo quiere oír. Por ejemplo, habló de la necesidad de que el hombre se incorpore más a lo doméstico (‘qué fresco’ debe haber pensado la Cecilia). También habló de las diferentes formas de discriminación que sufre la mujer y esa sola palabra opera como un bálsamo en la psicología feminista. Pero lo que me cuesta perdonarle es que haya dejado caer una pequeña falacia: dijo que en política las mujeres no son discriminadas porque son más votadas que los hombres. Y como tengo razones fundadas para pensar que Piñera es más perspicaz que yo, asumo que se dio cuenta de esa no es más que otra forma de discriminación.

[cita] Lo peor es que eso no fue todo, porque a poco andar dijo otra aberración: que había una relación directa entre algunos males sociales y la familia (pobreza, delincuencia, etcétera). Y eso sí que no se puede decir. [/cita]

Pese a todo, cometió algunas torpezas y dijo cosas inapropiadas en el lugar inadecuado. Y eso siempre genera rabietas. Por ejemplo, que el triunfo de la mujer no puede ser el fracaso de la familia. Una mujer normal tomaría eso como un piropo, pero una hipersensible se lo toma mal y piensa que se trata de una trampa. Y en esto hay que ser cuidadoso, porque quién sabe cuáles son las experiencias (reales o imaginadas) que les llevaron a pensar la relación entre los sexos en términos tan bélicos.

Lo peor es que eso no fue todo, porque a poco andar dijo otra aberración: que había una relación directa entre algunos males sociales y la familia (pobreza, delincuencia, etcétera). Y eso sí que no se puede decir. Uno puede hablar de culpas sociales, de deudas históricas pero por ningún motivo de culpas personales, y la familia es demasiado personal. No importa que Piñera pueda avalar en estudios de todo tipo y en el sentido común, la relación en cuestión. Eso no evitará que haya algunas que, olímpicamente, digan que la asociación es caprichosa.

En fin, a pesar de no haber sido invitada a ese almuerzo ni consultada acerca de la estrategia a seguir frente a un grupo humano complicado que conozco bien, me permito ofrecer un consejo a posteriori. Hay grupos cuya sensibilidad es imposible de satisfacer. Su susceptibilidad merece toda la comprensión del mundo, pero no se les puede tomar en serio a la hora de gobernar.

De lo contrario, Papá Estado tendrá que enfrentar cada día más taimas y pataletas. Y ahí sí que la vida de familia se pone difícil.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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