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El dolor de los sin voz: la tercera edad

Por: Ricardo R. Muñoz Miranda


Señor Director:

Ante los lamentables hechos ocurridos en las dependencias de las Hermanas  de la Providencia, toda la gente se ha preocupado, como es lógico, de la pérdida de la Iglesia, como patrimonio y un referente de la Comuna de Providencia.

Me pregunto: ¿quién se ha preocupado de las 30 señoras que vivían ahí y que habían tomado la decisión de pasar los últimos años de sus vidas en ese lugar?, tranquilas, pagando por su estadía en calidad de pensionadas; todas viudas y que por diferentes motivos deseaban vivir en esa comunidad.  Cada una de ellas había construido un mundo en ese lugar, con sus recuerdos, enseres más queridos que atesoraban en  esas cuatro paredes que se quemaron sin tener ellas culpa de lo sucedido.  Estas señoras quedaron con un daño psicológico y material, que han tenido que sobrellevar en el más absoluto silencio.

Hoy, la gran mayoría están de allegadas en casa de parientes, tal vez amigos, donde lo más probable es que ellas se sientan incómodas. Perdieron su independencia, el contacto con su grupo de amigas  creado a través de los años; sus actividades que sólo gente de su edad puede entender y comprender.  Señoras que se reunían en las tardes a tejer frazadas y bufandas para entregar a los más necesitados o a sus seres queridos.

Me pregunto nuevamente: ¿dónde está el trabajo espiritual,  el amor por el prójimo que predica nuestra iglesia, principalmente por la gente de la tercera edad?

Es de esperar que las Hermanas de la Divina Providencia puedan volver a reunir a este grupo maravilloso de señoras Católicas que decidieron vivir en esa comunidad Cristiana.  Que Jesús ilumine a las hermanas para que en un corto plazo puedan ver una alternativa de un nuevo Pensionado en esa Comunidad,  y así las señoras puedan volver a reunirse con sus pares y amigas. Obviamente esta labor debería ser con la ayuda de la I. Municipalidad de Providencia, tomándole la palabra al Sr. Alcalde, en una entrevista en la televisión, el día del siniestro.

(*) Ricardo R. Muñoz Miranda

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