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La tolerancia «progre»

Quiero agregar que mi amigo “progre” no conoce Aysén, nunca ha estado ahí, pero desde que escuchó (hace un par de semanas) que las hidroeléctricas inundarían tan hermosos parajes patagónicos, ha estado participando en todas las marchas ciudadanas para evitar este verdadero atentado ecológico.


Han sido intensos los últimos días para el llamado mundo “progre”; muchos temas han sido objeto de protestas y encendidas discusiones: HidroAysén, Acuerdo de Vida en Común, marchas estudiantiles, huelga de comuneros mapuches y quién sabe qué más.

Meditando sobre esto, fue que me encontré con un muy buen amigo, a quien no quiero identificar, pero que para los efectos de esta columna llamaré mi amigo “progre”.

Mi amigo “progre” se veía especialmente feliz, un poco cansado, pero con ese cansancio que es fruto de una pasión y por tanto, un cansancio dichoso. Y ¡cómo no! La semana pasada, según me comentó, había sido una semana espectacular para la gente “progre” como él.

Las masivas protestas ciudadanas contra HidroAysén lo tenían en estado de éxtasis. “Le estamos demostrando al país que la fuerza de los ciudadanos puede mover montañas”, me aseguró mientras pedíamos un café.

[cita]Esperando el momento oportuno para aportar algo a la discusión, esperé que diera un sorbo a su café y aproveché de decirle que no estaba de acuerdo con el famoso AVC. Iba a empezar a argumentar mi postura cuando me llega, cual rayo de furia clavada directo al corazón, el segundo dardo de la tolerancia “progre”. “Yo sabía, eres un ¡¡¡homofóbico!!!”,  me dijo con un aire de desprecio.[/cita]

Quiero agregar que mi amigo “progre” no conoce Aysén, nunca ha estado ahí, pero desde que escuchó (hace un par de semanas) que las hidroeléctricas inundarían tan hermosos parajes patagónicos, ha estado participando en todas las marchas ciudadanas para evitar este verdadero atentado ecológico. (Me confirmó que si bien no conoce el lugar, vio en un atlas una foto de Campos de Hielo Sur [sic] y consideraba un crimen lo que podía ocurrir).

“¡Qué planeta le vamos a dejar a nuestros nietos!”,  -me dijo, con cara de verdadera preocupación. (Después me acordé que él no está casado y tampoco tiene hijos porque siempre me ha dicho que una “simple libreta no asegura el amor”). Intenté explicarle que para tener nietos, primero hay que tener hijos. Al instante me miró con cara de que no entendía nada y me lanzó su primer signo de tolerancia “progre”: ¡¡¡Eres un momio!!!

Pasando aún el trago amargo de la expresión, mi amigo “progre” comenzó a hablar con igual entusiasmo sobre lo importante de la apertura y tolerancia que se vivió la semana pasada en el país, específicamente con el tema del famoso AVC (Acuerdo de Vida en Común). Me señaló -con renovada vehemencia- lo necesario que era construir una sociedad menos discriminatoria, sin caricaturas, más tolerante.

Esperando el momento oportuno para aportar algo a la discusión, esperé que diera un sorbo a su café y aproveché de decirle que no estaba de acuerdo con el famoso AVC. Iba a empezar a argumentar mi postura cuando me llega, cual rayo de furia clavada directo al corazón, el segundo dardo de la tolerancia “progre”. “Yo sabía, eres un ¡¡¡homofóbico!!!”,  me dijo con un aire de desprecio.

Acomodándome en mi asiento lo mejor que pude, mi amigo “progre” siguió hablando de la marcha de los estudiantes, señalándome lo noble de su causa que sólo  reclamaban más ayuda para la educación superior pública.

A propósito, creo que mi amigo “progre” no sabe que los estudiantes de las universidades tradicionales tienen puntajes que casi exclusivamente son posibles de alcanzar en excelentes colegios privados, por lo que es un grupo generalmente más privilegiado que el resto. El alumno realmente pobre o vulnerable tiene casi como única opción para acceder a la educación superior, un instituto técnico, generalmente privado o una universidad privada. Sin embargo, no quise interrumpirlo.

Cuando mi amigo “progre” terminó de dar su discurso sobre la educación superior pública, no pude dejar de mencionarle que si quería realmente ayudar a los alumnos más desprotegidos, tenía también que ayudar al sistema privado de educación superior.

Fue como si le hubiese sacado la madre… “Lo que pasa –me dijo- es que tú siempre has querido privatizar la educación superior, tu sólo piensas en…” Y le tembló un poco el labio al pronunciar esa horrible palabra que le producía manifiestas náuseas. “…Lo que pasa –señaló nuevamente- es que tú sólo piensas en el ¡¡¡lucro!!! La tercera estocada de la tolerancia “progre”.

Cansado ya de escuchar a mi amigo “progre”, pedí la cuenta. Al verme ya un poco molesto, intentó que conversáramos sobre un tema del que sabe, estoy preocupado, pues soy diputado por La Araucanía y así me dijo, con aire más conciliador:

“¿Y qué piensas de la huelga de hambre de los comuneros mapuches?” Bueno, -le dije-  hace un par de semanas los visité en la cárcel de Angol y conversé largamente con ellos. No alcancé a terminar cuando me preguntó nuevamente con esa ansiedad “progre” que ya me empezaba a molestar, “¿Estás a favor de que los dejen libres o no?”.

Le dije que el tema no era tan fácil, porque…. Y nuevamente no me dejó terminar y escuché, cual relámpago caído del cielo, la siguiente manifestación de la tolerancia “progre”: “Lo que pasa es que eres un ¡¡¡fascista!!!”.

Lentamente -y a esas alturas ya bastante molesto- me iba despidiendo de mi amigo “progre” cuando me dice, con mucha gravedad y convicción: “Para ser diputado de la UDI, tú me caes bien, pero deberías aprender a ser más tolerante”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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