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Silala: La provocacion boliviana

Cristian Leyton
Por : Cristian Leyton Profesor Civil Academia de Guerra del Ejército. Investigador Asociado Centro de Estudios Estratégicos ANEPE.
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La noticia según la cual La Paz habría tomado la decisión unilateral de desviar el curso del rio Silala en disputa con Chile a fin de edificar un criadero artificial de truchas con aguas de dicho río y, a todas luces, en sectores aledaños al mismo, constituyen una señal de alarma ante la escalada política de La Paz, pero no solo eso.

Podemos observar que la relación especial de las FF.AA bolivianas con el régimen indigenista no solo queda reducida a un mero discurso, sino que va más allá. No solo la participación de Altos Mandos en el Congreso del MAS en Cochabamba es un signo de preocupación, sino que hoy se ve cristalizado en que dicho proyecto piscícola estaría siendo llevado a cabo por las mismas FF.AA. De toda evidencia no se trata de un proyecto pensado en la promoción del desarrollo social de la escasa población de la zona de Potosí, sino que responde claramente a una acción política y militar cuyos objetivos son diplomáticos.

El desvío de las aguas del Silala para la zona nortina que depende de el, constituye, de concretarse, una abierta provocación.

Se veía venir en el horizonte, ad portas a la 42 Asamblea General de la OEA, en el mes de junio en Cochabamba, una escalada de la pretensión marítima boliviana, pero no una de esta naturaleza. También se conocía la recomposición de relaciones de amistad entre el Perú y Bolivia, entre el Palacio Quemado y el Palacio Pizarro. Nuevamente dos regímenes opuestos, específicamente en el ámbito económico, se ven unidos en torno a una amenaza que les es común: Chile.

La problemática que surge hoy es como la Cancillería chilena debe reaccionar ante tal acto de provocación. Si bien es cierto, estamos acostumbrados a que la retórica esté disociada de hechos reales y concretos, desde la frontera nororiental, el escenario de un corte unilateral del curso de agua constituye una seria escalada. La problemática emerge en momentos en que cualquier reacción de la misma naturaleza boliviana, es decir político-militar en la frontera, por parte de Chile no solo afecta sus relaciones con Bolivia, las bilaterales, sino que también la imagen de Chile ante el proceso de La Haya, con Perú.

La imagen de un país —en este caso el nuestro—, asociada a una diplomacia reactiva, hipercomercialista y no completamente asociada a su postura de Defensa, parece estar generando una “falla” en nuestra capacidad disuasiva. Hoy, una vez más se cristaliza la idea que la Política de Defensa y la Política Exterior no pueden ni deben estar disociadas, éstas deben constituir una sola en su accionar externo, en especifico hacia entidades políticas que siguen alimentándose internamente de Chile.

La escalada política de Evo Morales está llegando a un punto culmine, sabiendo que Chile debe decidir entre mostrar y hacer valer su potencial disuasivo de manera no únicamente pasiva, y la imagen que el Perú quiere que Chile muestre al mundo, la de un país militarista. ¿Posee hoy el país la estatura política, económica y diplomática para desempeñar ambos roles, la de mostrar en forma activa “la zanahoria” y dejar caer “el bate” sobre aquellos que usan la provocación en forma sistemática y estructural en sus relaciones con Santiago? ¿Estamos en condiciones de desempeñar un rol de potencia, acorde a las décadas de progresos económico-comerciales, a fin de proyectar la defensa de los intereses de Chile más allá de nuestras fronteras? Hoy, la oportunidad se nos está presentando, las condiciones también, falta la decisión política y una voluntad de la misma naturaleza.

Puede ser que un endurecimiento real, efectivo y eficiente de la Política Exterior chilena, con gestos rupturistas hacia la Paz, no genere un efecto negativo en la imagen internacional de Chile, todo lo contrario, demuestre que Chile sí está dispuestos a defender y promover con todos los medios a su alcance sus intereses, reforzando con ello la disuasión y no dejando que la credibilidad de la amenaza disminuya hasta llegar al escenario en que tengamos que promover dichos intereses por la fuerza.

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