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Derby de Demolición de la Derecha

Yo sabía que con la derecha renunciando a lo que ella representa y apoyando a Sebastián Piñera y dejándose conducir por él, todo iba a resultar mal, pero ahora me doy cuenta de que me quedé corto en mis advertencias, pues todo ha resultado no sólo mal, sino catastrófico para ella.


Lo más sorprendente de estos días lo he sabido en «Protagonistas» de Canal 13: el presidente del PS, Osvaldo Andrade, quiso reunirse en la Cámara con el presidente de la UDI, Patricio Melero, para expresarle su preocupación, según reconocieron ambos, por el «desfondamiento» de la candidatura de Evelyn Matthei.

Esto es de lo más extraordinario, porque la izquierda debería estar feliz de ganar lejos. Pero los izquierdistas pueden estar muy equivocados, pero no son tontos. Ellos saben que con sus ideas es posible ganar elecciones, pero no gobernar; y por eso han gobernado respetando «el modelo», si bien haciendo un «show» y poniendo el grito en el cielo porque la oposición no les deja reemplazarlo. No han podido hacerlo y de ahí el éxito de Chile a los ojos de los demás países. Y la izquierda lo sabe, aunque no lo diga.

Si no hubiera habido una oposición fuerte bajo sus gobiernos, la izquierda habría impuesto «el otro modelo» y estaríamos convertidos, tal vez no en otra Cuba, porque algo ha aprendido a golpes, pero sí en otra Venezuela o Argentina, que van camino al desastre y si no hubiera sido por sus respectivas y enormes riquezas naturales ya habrían entrado en liquidción.

Ahora la izquierda advierte que va a ganar lejos y se preocupa, porque no va a tener una oposición capaz de impedirle poner en prática sus malas ideas, de modo que va a verse obligada a gobernar con ellas. Y sabe que eso es un desastre. De modo que Andrade llama a Melero y le manifiesta su inquietud y el deseo de buscar una solución. Necesita una oposición fuerte, y no se ve por ninguna parte que vaya a tenerla.

Hace cuatro años le pronostiqué a la derecha que esto le iba a suceder si llevaba como candidato a Sebastián Piñera. Pero entonces yo pensaba que al cabo de su gobierno ella, que para mí es básicamente la UDI, iba a sufrir un gran perjuicio. Sin embargo, nunca imaginé el grado de destrucción de su capital político a que iba a quedar expuesta. Para ella la administración Piñera ha sido un verdadero «derby de demolición». Con el activo concurso del Presidente ha quedado encajonada en un infierno político, rotulada a los ojos de la opinión pública como un hato de «cómplices pasivos» de los más atroces delitos, descritos a través de inimaginables falsificaciones y durante semanas por la televisión; y estando a la cabeza de la fulminación moral el propio candidato y hoy titular del Ejecutivo que ella misma eligió. El cual, por añadidura, con su traición a los presos políticos uniformados, le ha enajenado a las candidaturas de derecha hasta el «voto duro» de la familia militar y de la ciudadanía que ha permanecido fiel al legado del Gobierno Militar, al cual la izquierda, por lo demás, está a punto de lograr prohibir mencionar por ese nombre en los textos de estudio.

Los cineastas de izquierda, con la complicidad, recursos y aliento del Presidente de la República, han hecho un completo montaje de la falsificación histórica y a estas alturas en el terreno electoral ya no hay una competencia entre la Alianza (porque de paso la «Coalición por el Cambio» se difuminó) y la Nueva Mayoría, sino entre el «Sí» y el «No», conglomerado este último que ahora encabezan todos los Presidentes de la Concertación, es decir, Piñera y los otros cuatro; que arrasa con los restos náufragos del «Sí», al cual ya no adhiere prácticamente nadie, porque a través del lavado cerebral lo han hecho sinónimo de crimen y tortura. Y hasta Piñera se da el lujo de acusar a la candidata de su sector por haber votado «Sí», olvidando que él mismo se pasó pronto también al «Sí» cuando le convino y fue generalísimo de Hernán Büchi y no colaborador de Patricio Aylwin, que en 1989 era el candidato al cual apoyaban todas las fuerzas del triunfante «No».

Y lo peor es que la punta de lanza en toda esta estrategia de demolición la constituyen medios controlados, en teoría, por la derecha política, como el Canal Nacional, en el cual tiene obvia influencia el Gobierno; Megavisión, de un grupo económico local, en cuya pantalla acabo de ver esta noche la atribución decidida de las muertes de Lonquén a la Junta, que ni siquiera supo de eso; y de Canal 13, perteneciente a otro grupo económico que, supongo, no apoyará programas de gobierno dirigidos a su propia destrucción. A Chilevisión no me refiero, porque pertenece a un magnate norteamericano y está en la naturaleza de los medios de esa nacionalidad ser cómplices más que activos del marxismo. Recuérdese cómo elevaron al poder a Fidel Castro y cómo en 1976 su principal diario dedicó 66 editoriales a atacar a la Junta Militar chilena, bajo la cual había habido hasta entonces poco más de dos mil muertes, mientras destinaba sólo cuatro editoriales a criticar al Khmer Rouge de Cambodia, comunista, que había matado a un millón y medio de personas. (Ver las fuentes de estas informaciones en mi libro publicado en este blog el 11 de septiembre.)

Seguramente el preocupado Andrade le debe haber dicho también al anonadado Melero que cómo es posible que en semanas recientes los medios hayan mencionado 556 veces a Piñera versus sólo 158 a Matthei, cuando sería necesario todo lo contrario; pero, si se lo ha dicho, sólo ha revelado no conocer a Sebastián Piñera.

Yo sabía que con la derecha renunciando a lo que ella representa y apoyando a Sebastián Piñera y dejándose conducir por él, todo iba a resultar mal, pero ahora me doy cuenta de que me quedé corto en mis advertencias, pues todo ha resultado no sólo mal, sino catastrófico para ella, al punto de que hasta sus más sañudos adversarios hacen votos para que no tenga lugar su completa desaparición.

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