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Educación pública, gratuita y de calidad: ¿Y el paradigma cuándo?

Patricio Segura
Por : Patricio Segura Periodista. Presidente de la Corporación para el Desarrollo de Aysén.
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Como en muchos ámbitos, este planteamiento no es de mi autoría exclusiva. Es hijo del diálogo constante, de la receptividad a las buenas ideas.  Fue un amigo, ingeniero agrónomo, quien lo trajo a colación durante una charla sobre los impactos de los movimientos sociales de los últimos años. En específico, del que bregó por un nuevo sistema educativo para Chile.

Notables han sido sus logros, tanto por lo hecho en 2011 como en 2006, gracias a un trabajo subterráneo y menos visible realizado antes, durante y después. Aunque en plena protesta callejera estos no fueron percibidos, sus efectos decantaron con el tiempo. Como en todo gran proceso, los resultados de su osadía y claridad la vimos muchos meses e incluso años después. La salida de varios ministros, la acusación constitucional y desbanque de Harald Beyer, y los debates y programas de la pasada contienda presidencial dan cuenta de aquello.

Porque aunque llegaron para cambiar la educación su objetivo no era otro que transformar la sociedad.  ¡Y vaya que lo hicieron!  Mal que mal hoy hablan como una verdad de los derechos sociales y lucrar con ellos es visto como un estigma, una maldición con la que nadie quiere cargar.

Por estos días, cual mantra generalizado, todos exigen educación pública, gratuita y de calidad. Y en ello hay un acuerdo mayoritario, gran triunfo de los jóvenes. Y claro, la batalla es preciso darla para su aplicación en todos los niveles educativos: básico, medio y universitario.

Ante tal acuerdo prácticamente generalizado, es preciso ahora discutir el paradigma de sociedad que se enseña en nuestras salas de clases. Al igual que ese amigo que me develó esta disyuntiva, no está demás recordar que el diálogo con otros es esencial en la construcción de la realidad.  Y muchos de esos otros son los profesores y académicos que pueblan las aulas de jardines, colegios, liceos y centros de educación superior.

Es probable que los contenidos mínimos orientadores sean más factibles de instaurar en los niveles básicos y medios, mas no en los posteriores. Sin querer entrar en discusión sobre la libertad educativa, el debate sobre cómo se forman nuestros universitarios y técnicos de nivel superior, no solo con relación a la calidad de la enseñanza sino también a los paradigmas involucrados, es fundamental.

Mal que mal, los estudiantes actuales de ingeniería, leyes, medicina, periodismo y tantas otras disciplinas pre y post grado son quienes tomarán las riendas de las empresas y órganos públicos del mañana. Aunque logremos un estatuto de educación pública, gratuita y de calidad nada asegura que los futuros profesionales varíen la mirada individualista, de exitismo económico, desarrollista y desvinculada del conocimiento que nace del respeto por los ciclos naturales y el pasado original, que domina los campus.

Podremos cumplir el objetivo que se propusieron los jóvenes en 2011 y aún así continuar con la moledora del espíritu crítico, innovador, vanguardista en que se ha convertido la enseñanza superior. Esa morgue de los sueños y de la capacidad de asombro que sobrevive a los años de la niñez y que sucumbe en el pragmatismo de la adultez. Esa etapa que es capaz de reconocer el asombro de la vida, la maravilla de la naturaleza.

Esta es también una discusión urgente. El debate amplio y colectivo sobre los paradigmas de sociedad que formen al ciudadano de la nueva época que nos alcanza.

(*) Texto publicado por El Quinto Poder.cl

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