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El «Legado Trascendental» de un «Gambler»


La frase del Ministro del Interior, Andrés Chadwick, afirmando que “la postura del Presidente por los 40 años del Golpe es el legado más trascendente” de su gobierno, ha  generado estupefacción general. El diario digital “Chile Informa”, incrédulo, ha hecho un extenso recuento del pasado de Andrés Chadwick como uno de los “hijos favoritos” del Presidente Pinochet durante su gobierno. Claro, todos sabemos que hace unos meses se declaró “arrepentido” de haber adherido a él, en términos más que odiosos. Pero declarar públicamente que una voltereta política como la que se dio Piñera con motivo de los 40 años del 11, para denigrar al Gobierno Militar y a quienes lo apoyamos, deba considerarse su “legado más trascedente”, sonaría a sarcasmo insolente si no supiéramos que Chadwick, además de primo hermano, es incondicional suyo y su verdadero “alter ego” político.

Pues la verdad es que Piñera ha hecho su carrera política sustentado por los partidos nacidos bajo la égida del Gobierno Militar y gracias a los votos de quienes fueron partidarios de éste. De hecho, él saltó a las filas de los continuadores civiles de ese régimen restaurador de la democracia, la sociedad y la economía chilenas, bastante antes de su término en 1990. En efecto, fue uno de los paladines de la candidatura destinada a continuar la obra consumada con la declaración oficial de “Misión Cumplida”, continuación que iba a tener lugar en los términos de la plena democracia contemplada en la Constitución de 1980, bajo la cual vivimos hoy. Así, Piñera fue generalísimo de Hernán Büchi, que debía competir en la elección presidencial de 1989 contra el candidato de la Concertación, Patricio Aylwin. Es decir, se jugó por la continuidad de las políticas del régimen del cual Büchi había sido ministro destacado.

Por tanto, cuando, al cumplirse en septiembre último 40 años del 11, se cambió olímpicamente al bando opuesto, el de los que siempre se opusieron al Gobierno Militar (entre ellos algunos de los que convocaron a los uniformados a pronunciarse el 11, como los que, con su amenaza armada terrorista, hicieron ese pronunciamiento inevitable), sólo estaba completando otro de los vaivenes característicos de su carrera.

Como ha sido público, muchos de quienes votaron por él en 2009 han considerado esa voltereta de septiembre como una vergonzosa traición política. Pues al sumarse a la campaña de la izquierda en desmedro de la imagen del Gobierno Militar infirió un daño irreparable a las posibilidades electorales de los dos partidos de derecha que ese régimen prohijó. Hay unanimidad entre los analistas políticos en el sentido de que ésa es una causa principal del derrumbe electoral de los mismos.

Pero, claro, ello no fue una sorpresa para quienes lo conocemos. Yo reclamo el título de haber advertido hace cuatro años que destruiría a la derecha, si bien confieso que lo decía más bien pensando en la UDI que en su partido, RN. Pero a la postre parece que éste ha resultado el más dañado. Y digo que su maniobra de septiembre no fue una sorpresa para mí porque siempre he dicho que es un político que no repara en los medios y que vive  empeñado exclusivamente en el enaltecimiento de su propia figura. Y habiendo estado él permanentemente relegado a un bajo nivel de aprobación en las encuestas, una “pasada” especulativa como la que hizo en los 40 años del 11 tenía, evidentemente, el propósito de remontar gracias al reconocimiento de los enemigos acérrimos del Gobierno Militar, la extrema izquierda. Y, efectivamente, cosechó un dividendo político y subió algunos puntos en su aprobación gracias a que sació la sed de venganza de la izquierda más odiosa cuando describió la acción de los uniformados con caracteres delictivos, calificó de “cómplices pasivos” a quienes los apoyaron (¡los mismos que lo apoyaron y ¿apoyan? a él!) y dispuso el vejatorio y vengativo traslado del grupo más vilipendiado de los presos políticos militares a un penal de peores condiciones que el que por decenas de años los había albergado, con el beneplácito de los gobiernos de izquierda y centroizquierda.

Ciertamente, a ninguno de los analistas mínimamente lúcidos de todos los sectores les ha pasado inadvertida la verdadera naturaleza de la voltereta. Por supuesto, a quienes hemos defendido la verdad histórica y el mérito de la tarea del Gobierno Militar, en particular a los que recordamos las promesas que el candidato Piñera formuló a los presos políticos, aquella maniobra nos confirmó que él había deshonrado la palabra empeñada con ellos para conseguir sus votos. Pero a los elementos pensantes de la izquierda tampoco se les escapó el verdadero sentido de la jugada. En la revista “Cosas” (07.02.14) Ernesto Ottone, un socialista muy próximo a Ricardo Lagos, calificado por la publicación como “uno de los intelectuales más destacados del país”, demuestra que tampoco se le escapa el sentido del supuesto “legado trascendental” de Piñera, y expresa:

“Él no logró correr el cerco de la derecha hacia posiciones más liberales. Por lo tanto, no es que Piñera construyó una derecha menos conservadora. Él destruyó a una derecha”.

Lo mismo que siempre anuncié y que tantas veces he reiterado en este blog. Porque las verdades axiomáticas son comunes a todo los sectores. Y sobre el “legado de Piñera” opina:

“…creo que hizo una muy mala dirección política del país. Debilitó las instituciones. … No cumplió con sus tareas de seguridad ciudadana, que eran promesas temerarias. … En infraestructura no avanzó. … ¿Cuál es el proyecto de país de Piñera? Nadie lo puede describir. Ni siquiera él. ¡Todavía sigue hablando del Mapocho navegable… por favor! … Yo creo que Piñera actúa como un ‘gambler’, como un jugador, y los jugadores sirven para hacerse ricos en la bolsa, pero no para gobernar”.

La derecha, con toda su experiencia (¿), quiso arriesgar su capital político con un “gambler”, y perdió. Éste se quedó con el capital y ella con la experiencia. Ése es el verdadero “legado trascendente” del gobierno de Sebastián Piñera.

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