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Muertes en Melipilla: hospitales peligrosos Opinión

Muertes en Melipilla: hospitales peligrosos

Jaime Mañalich
Por : Jaime Mañalich Ex ministro de Salud
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Este tipo de situaciones, mucho más frecuentes de lo que se cree, son el efecto final de un sistema de atención inseguro. Para que se produzca un efecto adverso de esta magnitud, deben concurrir muchos factores, que no son responsabilidad de quien actúa al final de la cadena del error.


Se ha conocido de un probable evento adverso ocurrido en el Hospital de Melipilla que –se señala– se habría traducido en la muerte de dos ancianos y en una situación de riesgo para otros nueve pacientes. Al parecer, esto se habría originado en el error en la administración de un medicamento.

La respuesta habitual para los eventos adversos en el ambiente hospitalario, es buscar responsabilidades individuales. Sin embargo, este tipo de situaciones, mucho más frecuentes de lo que se cree, son el efecto final de un sistema de atención inseguro. Para que se produzca un efecto adverso de esta magnitud, deben concurrir muchos factores, que no son responsabilidad de quien actúa al final de la cadena del error: deben almacenarse en el mismo lugar medicamentos de alta peligrosidad, la identificación de estos fármacos no es clara, el personal supervisor no está presente, los envases de los medicamentos son parecidos. Las consecuencias enormes, y se denominan en medicina con el nombre iatrogenia: una nueva enfermedad generada por un acto médico. No menos del 10% de los recursos del hospital se usan en tratar las complicaciones que allí se han generado.

La prevención del riesgo asociado a la hospitalización debe ser una preocupación constante de toda institución. Generar sistemas seguros, protocolos que se respeten, auditorías de riesgo, y tener personal específicamente dedicado a esta verdadera epidemia del hospital moderno: la enfermedad y la muerte provocada por una condición que el paciente adquiere en el hospital, siendo la infección intrahospitalaria el ejemplo más frecuente. En lo simple: lavado de manos, acortar la estancia en el hospital, personal calificado y motivado, auditoría educativa a partir de los cuasierrores, situaciones de riesgo que no alcanzaron a generar daño.

Esta visión no es nueva. Un estudio en EE.UU. concluyó que cada año se producen en ese país más de 100 mil muertes por errores médicos, una cifra superior a las muertes provocadas por accidentes de tránsito. En Chile, la extrapolación de esas cifras arrojaría entre 1.500 y 3.000 muertes por año.

Cada centro hospitalario debe tener una doctrina de la seguridad, que se traduce en un decálogo:

1.- El paciente debe ser informado y consentir cada procedimiento.

2.- No te equivocarás de paciente.

3.- No te confundirás de lado a tratar.

4.- Darás la medicación, a la hora y en la dosis correcta.

5.- El paciente no se infectará.

6.- El paciente no se caerá.

7.- Tus acciones quedarán oportunamente registradas.

8.- Nadie hará nada para lo que no esté calificado.

9.- Siempre harás la pausa de seguridad para chequear lo que estás a punto de hacer.

10.- Los equipos tecnológicos serán reevaluados continuamente para garantizar su funcionamiento seguro.

El primer deber ético en salud es no dañar (Primum non nocere). La potencia de la medicina moderna para crear efectos negativos es inmensa. Esto requiere profesionalizar la doctrina del cuidado y la seguridad, en manos de personal solo dedicado a protocolos, procedimientos y auditoría de la cadena de seguridad. Ese es el rol fundamental de la Subdirección de Enfermería o de Matrona.

Desde un punto de vista sistémico, esta es una tarea fundamental de la Superintendencia de Salud: garantizar la seguridad en el cuidado de los pacientes. La institucionalidad existe; pero no es ni ha sido una prioridad que podría evitar tantas muertes y sufrimiento en un lugar cuyos miembros precisamente consideran como su principal juramento: primero que todo, no harás daño.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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