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CEP, democracia y otras cuestiones Opinión

CEP, democracia y otras cuestiones

H. Solís
Por : H. Solís Licenciada en Historia con mención en Ciencia Política
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Lo que practicamos en Chile, dista mucho de la definición coloquial de democracia e incluso, a veces, me atrevería a aventurar, de poliarquía. La meta está entonces en no sólo transformar los procesos políticos en algo cotidiano sino en la calidad de los mismos para que sean un aporte al crecimiento ciudadano del país, de lo contrario seguiremos en una realidad democrática que dista mucho de la ficción.


Diversas fueron las interpretaciones que se dieron a los resultados de la última encuesta CEP; unos obtuvieron excelentes avances y otros, un retroceso no esperado. Sin embargo, lo que llama la atención y que explicaría en parte esos efectos, es el tipo y las características de la participación que existen hoy en el país. La pregunta clave en torno al problema es por qué la ciudadanía evaluó con una bajísimo nivel a los políticos en general. Y esa respuesta tiene que ver con cómo se percibe la participación en Chile.

Como es sabido, hablar de participación política, electoral o ciudadana no hacen referencia a la misma acción. La primera tiene que ver con las acciones de agrupaciones de diversas índole (recordemos que el concepto “política” no es sinónimo de partidos políticos). El segundo tipo, es el término más ampliado en la opinión pública y tiene directa relación con el acto de votar. Finalmente, “ciudadana” es una participación que engloba a las dos anteriores.

Ahora bien, si en una encuesta nos preguntan si aprobamos o no al gobierno o a determinados personajes políticos, es clave que esa misma encuesta contenga la pregunta más vital de todas: en cuántas y qué tipo de elecciones ha participado. Y ello porque entramos en la eterna discusión del deber ser y el parecer. Si criticamos el sistema, pues, debiésemos utilizar las herramientas institucionales para mejorarlo/cambiarlo y no delegar responsabilidades en quienes nosotros mismos escogimos por omisión o directamente. Si falla, se debiese renovar, pero solo vimos los mismos nombres de hace más de 20 años. Es un fenómeno común de los procesos democratizadores que tomó fuerza y se instaló para no irse jamás: ya no tenemos contra qué luchar, pues no luchamos. Claro que hay motivos y ese motivo es fortalecer la democracia. No basta con votar en elecciones como símbolo de participación y democracia –otro comportamiento muy común en toda la región–, hay que integrar y formar parte de los procesos democráticos y uno de ellos es tener la capacidad crítica de observar a quienes nos representan, a los gobiernos y generar instancias en donde la voz de quienes son soberanos y con el poder, es decir, los ciudadanos, debiesen utilizar a su favor.

[cita]Cuándo se les pregunta respecto a con qué flanco político se identifican, si Alianza o Nueva Mayoría, el abrumador 57% refleja que no lo hacen con ninguna coalición. Ello no solo es muestra de que no hay semejanzas, sino de que la oferta se agotó. La fórmula ya no está respondiendo a las necesidades del electorado de hoy. De hecho, una pregunta que eché de menos, fue si conocían otros partidos políticos. Es decir, se asume que no aprueban a las coaliciones tradicionales, pero ¿se conocen otras opciones políticas que me permitan participar electoralmente? La encuesta no nos brinda esos datos, pero su importancia es clara.[/cita]

Un estudio realizado en año pasado por Adrián Pignataro, respecto a la participación electoral comparada en América Latina, reveló las causas y estableció modelos sobre por qué algunos países participan más en la democracia y otros no. En el estudio se pudo concluir que las variables que más peso tienen en la participación electoral, en este caso, guardan relación con la competencia electoral, el tipo de poder presidencial institucional, el registro automático o el registro obligatorio, y además la presencia de inercia del electorado. De esos indicadores el que más se relaciona con los resultados de la CEP es la competencia electoral (hay otros pero la encuesta solo contiene este).

Cuándo se les pregunta respecto a con qué flanco político se identifican, si Alianza o Nueva Mayoría, el abrumador 57% refleja que no lo hacen con ninguna coalición. Ello no solo es muestra de que no hay semejanzas, sino de que la oferta se agotó. La fórmula ya no está respondiendo a las necesidades del electorado de hoy. De hecho, una pregunta que eché de menos, fue si conocían otros partidos políticos. Es decir, se asume que no aprueban a las coaliciones tradicionales, pero ¿se conocen otras opciones políticas que me permitan participar electoralmente? La encuesta no nos brinda esos datos, pero su importancia es clara.

Como señala el autor, tanto el legado histórico como el peso del voto, la oferta política, y los beneficios y costos, son variables de por qué la gente decidiría levantarse el día de las elecciones, cualesquiera que fuesen, a votar o no. En un sistema como el chileno, en donde el binominal no le otorgaba un peso al voto, en donde votar por la derecha estaba mal y por la izquierda también (bajo el clivaje Pinochet-Allende que aún persiste), es complejo que un ciudadano sienta el llamado interno a utilizar el mayor mecanismo de poder que tiene: votar y participar en los procesos de toma de decisiones. Y quizás, más que las condiciones, es que aún no comprendemos que una democracia o una poliarquía, para ser más estrictos, no se entiende ni existe si la ciudadanía no asiste ni amplía su participación en el poder.

Con la implementación de las leyes de participación ciudadana, de lobby y de transparencia, se pretendió entregar las herramientas de participación política que estaban pendientes en el país, pero cuántos conocen dichas instancias y, más importante aún, cuánto se valoran en pro de una mejora de la calidad de la democracia. En este sentido, y a estas alturas, lo que practicamos en Chile dista mucho de la definición coloquial de democracia e incluso, a veces, me atrevería a aventurar, de poliarquía. La meta está entonces en no sólo transformar los procesos políticos en algo cotidiano sino en la calidad de los mismos para que sean un aporte al crecimiento ciudadano del país, de lo contrario seguiremos en una realidad democrática que dista mucho de la ficción.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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